15,
martes, fiesta de la Asunción de la Virgen María: El Cenáculo -la Dormición-
el Lithostrotos.-
Mi amigo el sacerdote peruano tiene hoy reservada la capilla Ad Caenaculum
para celebrar la Misa, y hasta allí le acompaño, con una muchacha chilena que
se hospeda también en la Maison
de las Dominicas. No está esta capilla en aquel sitio que los bizantinos y los
cruzados tuvieron como lugar cierto de la Última Cena -que hoy permanece, como
enclave turístico, bajo la guarda descuidada del Estado de Israel, a la vera de
una figurada tumba del Rey David- sino en sus inmediaciones. Es, con todo, un
sitio altamente emotivo. Aquí, además, celebró su última Misa Don Álvaro
del Portillo, el día antes de ser llamado al Cielo. Tras nuestra Misa,
asistimos al oficio de la Asunción en la Iglesia de la Dormición de María, de
los benedictinos alemanes.
Monasterio
benedictino de La Dormición de María, levantado por Alemania. |
|
Hoy,
día de la Asunción, es también fiesta en media España. Aquí, procesión,
café y pastas. Si es fama que los benedictinos cuidan bien la liturgia, cómo
no lo harán estos que, además, la siguen con precisión germana. Qué bien
cantan. Con qué rigor celebran. Y qué bien sigue la celebración el muy
heterogéneo pueblo fiel. Callejeando por la ciudad santa, encuentro en su heráldica
dos motes que llaman mi interés. Uno es la cruz potenzada roja, emblema del
viejo Reino de Jerusalén, que –por pretendida herencia de los reyes
napolitanos- figuró entre las armas de la corona de España, y hoy usa como
propio la Custodia de Tierra Santa, cuyos extremos forman el octógono que es
contorno de tantas construcciones de acá: el Domo de la Ascensión, el Domo de
la Roca, la Iglesia de Cafarnaum, la del Monte de las Bienaventuranzas, el
primitivo ábside de la de Belén. Otra, el león de Judá: divisa de la ciudad
de Jerusalén, rampante y mirando a la derecha, como el del Reino de León. Uno
y otro símbolo me son entrañablemente cercanos, enseña de alborotadas correrías
juveniles.
|
|
La
Cruz del Reino Latino, que, por herencia aragonesa, llegó a formar parte
de las armas de España |
El
León de Judá, emblema de la Ciudad Santa, heraldo del viejo reino de León |
Deambulando y merodeando, poco antes de llegar a los restos del cardo
máximo romano, encontramos las excavaciones que han sacado a la luz algunos
lienzos de la ciudad correspondientes al primer templo: el de Salomón,
anteriores a la deportación a Babilonia. Cierto que la menos aguda de las
sensibilidades ha de experimentar emoción ante tan venerables ruinas. Ya en la
explanada del Muro de los Lamentos, topamos con un muchacho argentino, de
Mendoza, un mochilero que viene de Grecia y Turquía, y quiere ganar aquí
alguna plata, trabajando unos meses, para seguir luego su viaje hacia Egipto. El
argentino se pasma cuando nuestra espontánea chilena, sin encomendarse a nadie,
clama, en la explanada del Muro, -¡Gloria a Jesús, el Hijo de David! Menos
mal que el español no es lengua de uso común, que bien pudiera habernos puesto
en un brete. Sin kipá, pero con mi sombrero de ala ancha, me acerco al
Muro, y qué voy a rezar allí: pues un padrenuestro y un avemaría, claro; por
el pueblo de Israel, por el pueblo de Palestina, por la paz en una santa tierra
que sufre desde hace tanto el azote de la guerra, por mi propia tierra, azotada
también –he leído en Internet las noticias de los últimos asesinatos de
ETA- por el vicio de Caín. Hoy no se puede acceder a la explanada del Templo.
Permanece cerrada, por los incidentes de días pasados. Así nos lo explica un
policía israelí, rubio, casi albino, que habla un español muy correcto. Unos
días antes, el día de la conmemoración de la destrucción del segundo templo,
judíos extremistas quisieron asaltar la explanada del Templo, el Haram Esh-Sharif,
como había sucedido el año anterior, cuanto, con idéntico motivo, se
desencadenó una ensalada de tiros, en la que los más débiles, los palestinos,
llevaron la peor parte: diecisiete muertos. Hoy cortan por lo sano, y cierran.
De comer, una vez más, Sheawarma y falafel, que es lo más
popular y barato que puede encontrarse. El sheawarma es un pan de pita,
en cuyo interior se envuelven las rebanadas de una carne cortada en lonchas, a
veces de pavo, que se cocina en un rollo vertical, a la vista de los clientes,
acompañada de hortalizas y salsas, algunas muy picantes. Los falafel son
unas croquetillas de pasta de garbanzos, con ajo y perejil. Ni uno ni otro
bocado son desagradables al paladar, pero se comerían con más agrado si no
vinieran acompañados de las omnipresentes moscas. Por el arco de Wilson, en el
corazón del barrio judío, nos acercamos hasta el Lithostrotos. El pavimento no
es el que pisó Jesús, pero las piedras que lo forman sí fueron parte de la
Torre Antonia, hasta el punto de que, en alguna de ellas, se aprecian todavía
hoy los dibujos del “juego de Rey”, que era frecuente entre los soldados de
Roma, y que acaso fuera aquel al que se jugaron sus vestiduras.
|
Al
fondo, Santa Ana, custodiada por Francia. Al frente, la piscina Bethesda. |
Ya
a la caída de la tarde, la piscina Bethesda, contigua a la iglesia de Santa
Ana, levantada cuando el Reino Latino, hoy bajo bandera de Francia, que no tiene
escrúpulos republicanos en ejercer su custodia por medio de las amorosas manos
de los Padres Blancos. |
Agosto
del 2000
Jornadas:
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
Acceder al índice de "..de leche y miel"
|