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La
aproximación a la historia del régimen de Franco puede seguirse en multitud de
textos, algunos expresamente de carácter didáctico y otros
con categoría de ensayo, salidos para la polémica, la aclaración, la
ocultación o la profundización, con dimensiones generales o parciales, según
busquen un recorrido completo de treinta y nueve años de historia o el
acotamiento temporal justificado a veces en el análisis de organizaciones o
instituciones determinadas. Otra posible forma de conocer la historia es
recurrir a obras de ficción cuyo entorno espacio-temporal y el conocimiento de
los personajes en danza es lo suficientemente
significativo como para indagar con bastante precisión nuestro objeto de
búsqueda. Sirven pues el drama personal de sus protagonistas, devaneos anímicos,
disquisiciones mentales, atrabiliarias manifestaciones propias de un pasado dado
por tal, merced al implacable ritmo que en la historia marcan quienes llevan la
batuta. Es también la aproximación
maniquea, interesada, deformante; es el esperpento, en suma, otra forma de
aproximación a la realidad. Vuelven los espejos del callejón del gato con la
filigrana cordobesa aplicada al lenguaje. Y no es cuestión de tildar de
falsario, aunque lo sea, al artista, sino de saborear su arte, de apreciar su
trabajo y de descubrir una nueva dimensión aunque no se ajuste a la verdad. O
el resentimiento ante la evidente mentira, la frustración que obliga a la
denuncia y ¡cómo no! el registro de conductas antediluvianas mantenidas por
grupos cavernícolas, más regiministas que el régimen, más franquistas que
Franco. A continuación se abordan desde tres obras de creación literaria el estado que presentaban algunas personalidades, individuos anónimos o sectores del Partido único del franquismo: La Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Francisco Umbral con su Leyenda del Cesar Visionario estacionado en los comienzos de la guerra, observa desde su particular tribuna a militares, políticos e intelectuales que pululan en la bicapitalidad de la España nacional (Salamanca-Burgos). El brusco choque con la realidad de jóvenes de extracción popular lindando en la marginalidad y educados en las filas del Frente de Juventudes en donde el repertorio suministrado se daba de bruces con el mundo de lo real. Es la España de comienzos de los cincuenta el objeto de observación de José María Rodríguez Méndez en El Cisne de Cisneros. Y por último, en clave de humor, el desquiciamiento y el adaptacionismo que se produce en francofalangistas a raíz de la muerte del general Franco y comienzo de la transición hacia un sistema democrático, liberal y capitalista en el Tú estas loco, Briones de Fermín Cabal.
En 1991 Francisco Umbral publica Leyenda del César Visionario, posiblemente una de sus mejores obras en cuanto al dominio del lenguaje, preciosismo en las figuras, definiciones punzantes y un conocimiento bastante más que periférico del entorno del que trata. Aderezado con su particular lenguaje, no ya tremendista sino "bestialista", porque roto el marco de cierta contención lingúistica se llega a la provocación, y da lo mismo que sea por intereses de desprestigio o de prolongación mecánica de la actividad creadora; no evidentememente con el lenguaje chabacano sino con el preciosismo del lenguaje en que amparar un odio o un supuesto odio que a fin de cuentas hay que comer. La pluma de Umbral va cargada de ácido sulfúrico. El César Visionario es naturalmente el general Franco habitante de una ciudad híbrida, mezcla de Burgos y Salamanca: "EN UN BURGOS SALMANTINO de tedio y plateresco, en una Salamanca burgalesa de plata fría, Francisco Franco Bahamonde, dictador de mesa camilla, merienda chocolate con soconusco y firma sentencias de muerte". Con estas palabras empieza Umbral su relato en donde la trama de la novela es lo de menos, al fin y al cabo, la repetición incesante de la corrupción per se que envolvía todo lo relacionado con el golpe del 18 de Julio y su continuación constituye la obsesión de este antiguo colaborador de revistas próximas al antiguo régimen. Porque la trama es insulsa y repetitiva , incluso vulgar, interesa sobre todo el ropaje, la cubierta del lenguaje y vamos a fijar su atención a las descripciones que hace sobre significativos personajes del entramado político que se estaba gestando, el Partido Unico, es decir, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. El enigma de lo que iba a ser la Falange en aquella amalgama producto de la guerra. Los
antecedentes históricos de la agrupación falangista en la más normal y
torticera de las tradiciones de la izquierda. La Falange era un grupo de señoritos
devoradores de obreros que practicaban una violencia gratuita, casi por
distracción psicótica. Prendido este aserto cual axioma religioso en las
cofradías progresistas o/y pseudoprogresistas, y colgados del mismo estribo,
también, expertos en teología, polígrafos insignes. Para aclaración del tema
resulta recomendable acudir a esta misma revisita -no hay por qué irse más
lejos- que en su primer número
dedicó hueco (v. El
Telón de los Caídos) a los pistoleros fascistas.
Es
el espacio físico, la geografía urbana, el callejero histórico
en donde desarrollan su labor los figurines de Umbral, un decorado del
teatro, y pone en su elaboración todo el empeño, emulando a Valle en sus
acotaciones teatrales. Un fogonazo en donde las pinceladas marcan un cuadro de
apasionante colorismo. Ritmo rápido, metáforas impresionistas: "LA
PLAZA DOMINICAL y provinciana. El cielo es un gran globo azul que cabecea allá
arriba. Falangistas, soldados, moros, muchachas, legionarios, matrimonios que
salen de misa. Es el paseo de todos los domingos de la vida… Y la bandera nacional, inevitablemente monárquica, ay, y la
bandera falangista, negra y roja, como una vaga amenaza o un escudo de la energía". Y
aún más, en una dedicatoria explícita al modernismo impresionista, en una
mixtura donde alternan el orientalismo español y el brillo metálico de las
carcasas de automóviles de Wahrol: "LA
MITOLOGÍA de los caballos, la africanía de la Guardia Mora, los claros
clarines, un fragor de banderas, el
brillo negro de los automóviles, que es el brillo del Poder, el sol
prestigiando los metales no usados de las armas, el gañido inmenso y alegre del
pueblo, aquel domingo improvisado y enceguecedor, el Cesar Visionario, de pie en
el coche descubierto, con sonrisa hermética y saludo militar y popular, una mañana
color gentío y Francisco Franco ascendiendo al azul católico
de España." Pinceladas
al escenario bélico y a su entorno inmediato, como es el recuerdo a la
Suscripción nacional, que fue una labor de acopio de joyas y metales para la
causa nacional de resultados económicos de cierta importancia y
destino turbio.
"-¿Y
adónde fueron los fortunis? Eran muy caros. -Los
donamos para la causa de Franco. Todo es poco para esta santa guerra. Y así, de
paso, se redime el pecado que había en esas pinturas. Tanto lujo, tantas
mujeres…" El
mundo militar resumido en la mediocridad y en la perversión"…
casi todos los militares nacionales eran así: sanguíneos, fanáticos y
externos. Dentro no tenían ninguna idea, sino cuatro imágenes bailables:
Franco, la bandera, la trinchera enemiga y una puta. Son
las descripciones, los retratos de personajes históricos de la Falange lo que
aquí más nos interesa. Se ha aproximado a alguna de sus facetas, que
distorsionadas siguiendo las pautas del esperpento, se nos aparecen como
caricatura o expresionismo, que no hay tanta diferencia entre ambas realidades y
dependen sobre todo del fervor de la crítica . Dionisio
Ridruejo, Agustín de Foxá, Torrente Ballester, Giménez Caballero, Antonio
Tovar, Laín Entralgo cuentan con la admiración o cuanto menos con ciertas
disculpa ante su afiliación y ante su vital actuación por parte de Umbral:
"Son los intelectuales de Franco,
los que andan procurando poner a la guerra un argumento intelectual, hacer de la
violencia una ética (el Ausente sólo hizo una estética, y plagiada de lo que
se llevaba). Y en la actualidad bélica se encuentran en una especie de
paro, de letargo creativo "…nuestra
labor me parece que se acabó escribiendo el "Cara al sol". Este
grupo, flor y nata de la Falange, forma escuadrón apiñado y heterogéneo. En
el Novelty salmantino con lienzos de piedra de Churriguera recorriendo los
alrededores geométricos de la plaza. Medallones de reyes. Aparecen como la
vanguardia que dirige los actos de masas triunfales que rodean al Caudillo:
"En la primera
fila de la multitud, de uniforme falangista, que la sombra hace negro, esos que
Franco llama los laínes: Ridruejo, Tovar, Serrano, Foxá, D´Ors, Fernández
Cuesta, Saínz Rodríguez, Rosales y Laín propiamente dicho, más todas las
caras conocidas de los periódicos,
lo que va siendo ya la mitología del Nuevo Estado". Pero
no es exacto, ni justo aparentar allí una caterva de vagos, delirantes y cínicos.
Las producciones en Jerarquía y en Vértice, atestiguan un renacer literario bastante precario en otros
sectores de la España nacional, muy cubierta, como acertadamente decía José
Carlos Mainer, de "una extensa y protectora
capa de cursilería pacata", aunque y en eso están Mainer y Umbral, cada
uno con su estilo, la "victoria" que no lo fue en realidad condujo a
la evasión (nostalgia y escapismo para Mainer) y a la reflexión crítica cuya
consecuencia sería el desembarco en la reconciliación La
Falange es servida como el instrumento puente que permitiera la
ayuda de Italia y de Alemania por lo de la afinidad entre la agrupación
española y esos partidos totalitarios. Guiños al problema con la Mit
Brenender Sorge (que se tratará en esta publicación en poco tiempo). Nada
más lejos del pensamiento del General cuya máxima era la vuelta a un estado
"totalitariamente" católico "Mi
nuevo Estado será un Estado católico y no pagano, como el alemán, ellos saben
que les tolero porque gracias a su juego de señoritos audaces tengo aquí
cerca, en Poza de la Sal, una buena reserva de italianos, que no sirven para
nada, por otra parte, los italianos. Sólo son buenos soldados en las óperas."
Creativo
y excéntrico, Ernesto Giménez Caballero, arropó con
préstamos de futurismo adivinaciones y surrealismos a los rebeldes "…Giménez
Caballero tiene una noche inspirada, combativa e insoportable, cantando a las
Escuadras Negras" Comparaciones de genialidad le llevan a definir al
fundador de la Gaceta Literaria
"…es algo así como el Groucho
Marx del fascismo español".
Un Giménez Caballero que en sus propios textos no olvida que el papel
prounificador, discursos incluidos al Generalísimo, le valieron la animadversión
de los seguidores de Hedilla. Fueron Foxá y Ridruejo quienes consiguieron
salvar a este excéntrico personaje que marchó a Aragón para dejar de por
medio tierras con arenas movedizas. Gonzalo
Torrente Ballester que regresó del extranjero iniciada la guerra, pidió su
entrada en la Falange y se encajó donde mejor le convenía, en el grupo de la
inteligencia literaria falangista: "Torrente
Ballester se ha disfrazado de viejo, y no sólo de falangista, desde muy
pronto". Serrano
Suñer y Foxá arraciman saberes o experiencias o autoridades como en el caso
del Presidente de la Junta Polìtica: "Serrano
está hecho de autoridades como Foxá de anédotas." Serrano fue un
recién llegado a la Falange pero también el creador de la Falange posible y
revolucionaria. Agustín de Foxá es un buen bufón de corte. Útil, creativo y
luminoso es para Franco, a pesar de su utilidad, " un
frívolo y un disipado" Deja
Umbral para Raimundo Fernández Cuesta el
mayor de los desprecios. El que fuera Secretario general de la Falange histórica
y varias veces ministro del general Franco no cuentra precisamente con las
simpatías del novelista. En boca de Foxá coloca una invectiva que es dardo de
muerte: "Cuando al Caudillo le pasaron la terna para elegir Secretario general
del Movimiento, sacó a Fernández Cuesta ¿no? Alguien le dijo, quizá yo:
Excelencia, ha elegido usted al más tonto: "Por eso", me dijo. Quiere
borrar la memoria de José Antonio y
yo soy de José Antonio, no de los moros y los africanistas. Entre otras cosas,
porque en
África se come fatal". No
fue problema de cociente intelectual sino de sublime astucia del César
visonario. Liberado por un canje, pocos podían ostentar el pedigrí histórico
de Fernández Cuesta y su absoluta disposición al sometimiento del nuevo Jefe
nacional le hacían un idóneo en la conversión adaptacionista del falangismo
Epoca
de uniformes, época guerrera. El uniforme a unos viste y a otros casi los
desnuda. Están ridículos aparentando una armadura que no resiste su cuerpo. La
galanura de Ridruejo en uniforme contrasta con el desaliño de Pedro Saínz Rodríguez,
pronto un vividor oportunista, y además orondo,
para la Falange. "Ridruejo
es breve, bizarro y lúcido. Ahora ha venido de Alemania de ver a Hitler y se le
nota un poco germanizado. A Franco le cae bien porque, pese a la poca estatuta
(la suya misma, más o menos), sabe llevar el uniforme como es debido, el
uniforme negro de la Falange, que es el que usa Ridruejo, y que Franco usa menos
porque él es ante todo militar y porque intuye (tiene que pensar sobre esto, o dejar que el tiempo piense por él, como suele)
que de Alemania e Italia conviene tomar todo lo que se pueda, hombres y armas,
pero no mimetizar la escenografía de los fascismos. Lo que peor lleva Franco es
que la radio le llame de vez en cuando fascista, como un loro insolente. Ni
él se considera tal ni en el fondo les ve porvenir en el mundo a Hitler
y a Mussolini. No quiere entrar en esa aventura, porque aventura habrá, qué
duda cabe. Ridruejo, antes, tenía algo de torerillo perfilero, de capa soriano
que nunca se lograra ente el toro por falta de alzada. Ahora parece que los
tacones y los taconazos hitlerianos le han mejorado." Pedro
Sáinz Rodríguez llega a la tertulia del café con la sonrisa blanda, la ironía
clerical y las gafas llenas de brillo y dioptrías. Pedro Sáinz Rodríguez es
joven, bajo y misacantano. Tiene todo él una cosa de seminarista que se trabaja
mucho los latines y de paso mariconea un poco.
Tampoco demasiado. En cualquier caso, nada está probado. El uniforme de
falangista, con correaje y pistola, no gana ninguna bizarría en su cuerpo que
está como sin terminar, con los volúmenes mal repartidos, y que es ya un
cuerpo de viejo precoz o de gordo venidero. La
falta de sintonía que hubo entre el nuevo Jefe del Partido único y el Jefe de
la Falange histórica, ya fusilado se pondrá de manifiesto en la Leyenda, así
como los celos ideológicos, post mortem, que el Caudillo seguía teniendo de José Antonio Primo
de Rivera y el afán de desacreditar ante sus más directos y fieles seguidores
la figura del joven líder falangista. El relato del general sobre los momentos
previos al fusilamiento se corresponden al detalle con la información que en
sus Memorias relató Serrano Suñer. La
pugna establecida entre el general Franco y José Antonio Primo de Rivera queda
de manifiesto "…pero a Franco no le gusta pensar en José Antonio, aquellos señoritos
abogadillos jugaban a soldados, pues que hubieran hecho carrera, coño, y ahora
están cayendo como moscas en todos los frentes".
"…y
también le molesta su insistencia (la de Ridruejo) en la figura del Ausente, a quien por cierto habrá que hacerle en
seguida unos funerales en Las Huelgas, qué remedio." Queda
ya patente el inicio en la construcción del mito, que a fin de cuentas el
peligro de la competencia ya había pasado En
suma, colección de retratos caricaturizados con una apreciación muy distinta
de cada uno de ellos. Paco Umbral ha creado toda una corte del barroco español
en ese escenario compartido entre Burgos y Salamanca, una bicapitalidad que el
escritor convierte toda ella en un escenario siguiendo la producción más
genuina del barroco español. En esa línea y acogiéndose a la irreverencia, a
la postura alternativa, a la otra acera o a como quiera llamarse la orilla
elegida hace de la tragedia de la guerra una comedia burlesca y paródica que,
como es menester, da la vuelta al traje: Frente a la épica guerrera, la burla.
Buen discípulo de Calderón que preparaba el escenario con un cuarto carro
"…que ha de ser un globo
celeste" continuado en el umbraliano "globo
azul que cabecea allá arriba" . Yerra al final en el modelo
porque a quien sigue el lector no puede ser un Francesillo puro y desvirgado,
entrado en desgracias. El espectador se fija más en el gracioso, en el cínico,
que a fin de cuentas es quien te hace los guiños y todo lo sabe.
Utilizando
uno de los versos de una vieja canción del Frente de Juventudes, José María
Rodríguez Méndez crea una novela (segunda, continuadora y evidentemente mejor
de una primera Herederos de la promesa) a partir de dos protagonistas con origen
común en su educación en el Frente de Juventudes, de vidas paralelas aun con
dedicaciones muy distintas y una convergencia final en la más dura expresión
del régimen franquista: la condena a muerte. Que como bien se sabe no era
privativa del régimen de Franco sino pena generalizada en todas las naciones
incluidas las de alto pedigrí democrático. Tiempos, pues, donde esa expresión
de pena radical era bastante
generalizada, que al "España es diferente" le aguardaban aún años
por llegar. Es el marco histórico la faceta más conseguida, el deleite
costumbrista que a diferencia de lo que con éste suele ocurrir ni es festivo,
ni colorista. Triste, ácido y en blanco y negro. Rodríguez Méndez, según sus
propias palabras reproduce "El
problema de la transformación industrial de un país fundamentalmente agrícola,
la secularización religiosa, la fatigante asfixia cultural, la desorientación
ideológica y la paulatina pérdida de la identidad nacional son algunos de los
aspectos que se tratan en esta novela".
El
Joseíto, José Campos Martínez, antiguo jefe de la banda de cornetas de una
centuria del Frente de Juventudes que llega a sacerdote apadrinado por el
Gobernador Civil de Barcelona quien le había sacado del Reformatorio y se había
convertido en su adoctrinador, poniéndole la juventud como la cima del esfuerzo
y el lugar de lucha y formación en el que debía estar. Marcando la diferencia
con otros maestros de la juventud española: "Y
ahí está el detalle, chaval, en luchar contra el señoritismo y hacerles
hombres. Te voy a explicar: por una parte están los del Opus Dei, que sólo
quieren formar el señoritismo y la élite. Por otra parte, los agentes del
comunismo internacional…". En Madrid,
cuyo traslado supone una ruptura con su anterior compromiso político
falangista, conoce la realidad de la vida estudiantil universitaria, el elitismo
del Colegio Mayor César Carlos, compartimiento estanco para quienes preparaban
cátedra universitaria o diplomacia. Para el resto de licenciados con menores
pretensiones, el San Pablo, el Guadalupe o el José Antonio. Colocado de Pater
en el Colegio Mayor descubre un mundo elitista, muy diferente de los principios
mamados en el Frente de Juventudes. Esta dicotomía entre el mundo ideal juvenil
y el de edad madura, el de los idealistas y el de los aprovechados de la situación
queda también reflejado en un pasaje de recuerdo con referencia
al estropicio armado cuando la visita del Conde Ciano a Barcelona
"contra los señoritos falangistas y
tal". Este suceso queda aclarado en la parte final del libro con mayor
detalle: "Yo
le expliqué aquello que hizo cuando el desfile de Ciano en Barcelona, que entró
en un bar donde unos jerarcas de la Falange esperaban
tomando copas y no quisieron a nosotros, pobres fachas, darnos de beber y
nos echaron. Entonces el Joseíto cogió un taburete y se lo tiró a uno de los
jerarcas y luego se lió a puñetazos con todos." El
descubrimiento de bichos raros en el ámbito colegial
lo refleja en "…los dos tíos que
me dieron más lata fueron el secretario del colegio, un navarro más bruto que
un arado, que le daba por la mística, y un colegial que se tenía por diabólico
marxista y que no era más que un borrachín sin importancia" Carácter
regional en uno y "originalidad" producida por su trastorno psicológico
la del otro. Ejemplar que en una España de moral estricta se permitía
licencias como dirigirse al pater y "…hablar
y hablar, con toda su rabia, contra Dios, contra los santos, a pedirme que le
demostrara la existencia de Dios y todas esas cosas". Una España
nacional católica pero en la que la asistencia a los actos religiosos no era
precisamente frecuente (.." a cuya
misa apenas asistía ningún colegial, ni siquiera el "dire". Sólo
había dos o tres, alguna muchacha de servicio o así."). Estos
emboscados campaban a sus anchas en el coto colegial y no faltaba en aquella
galería de retratos, en el entorno
inmediato, la disidencia clerical catalanista que trasladada a Madrid en misión
de guía espiritual "me largaba
tremendos rollos acerca de sus problemas regionales y políticos y todo eso que
me levanta dolor de cabeza y me produce la náusea esa. Era un tío pequeñajo,
gafoso, con unos labios de congoleño que estaba convencido de que los catalanes
eran una raza superior- "una sociedad superior"- y de que ya estaba
bien de que les aplastaran con el centralismo. Yo tenía que hacer grandes
esfuerzos- como nos habían dicho ellos a nosotros en Barcelona- que se volviera
a su tierra, pero preferí usar de la caridad". Hasta
llegado el momento en que su condición de antiguo mando del Frente de
Juventudes hizo que el cura catalanista lo catalogara de "fascistón"
rompiéndose toda relación con él pero atrayendo, ahora, a los falangistas
"a los que tuve también que dar
otro corte, porque un cura es un cura y el pasado estaba pasado…" Colegios
mayores, vivero de la intelectualidad, de la poca que había, una especie de
fanal luminoso en un espacio oscuro. El existencialismo español llevado al a su
representación escénica por los grupos universitarios de teatro falangistas:
"Ya estaba en tratos con un grupo del TEU que iba a dar unas
representaciones en el Colegio Mayor de unas obras de Sastre. ¿De Sartre?
-pregunté yo para que viera que sabía algo- y él se rió mucho
diciendo-"No hombre, de Sastre, Alfonso Sastre, bueno el Sartre español,
un tío valiente que dice muchas cosas…". Al
traslado terreno le siguió uno mental, una especie de liberación ante un mundo
asfixiante, repleto de viajes en condición de paisano, sin sotana distintiva,
hasta su detención por la Guardia civil al ir indocumentado en un tren que hacía
el recorrido Madrid-Salamanca. Precisamente la casualidad buscada por el autor
fuerza un encuentro en el cuartel de la Benemérita con un antiguo camarada del
Frente de Juventudes que pone al descubierto la frustración política de
aquellos a quienes inocularon unas teorías revolucionarias que se volvían
surrealista con la realidad existente:"…
Lo comprendo -dije- porque a mí me sería muy difícil ser un buen guardia, un
buen militar…o lo que sea. Someterme al uniforme, a las insignias".
"¿Pues y el Frente de Juventudes en que nos forjamos?", me preguntó.
"No es lo mismo, ya sabes, aquello era una fiesta de chavales y además...
¿dónde estará aquello? ¿Dónde estarán aquellas promesas del mañana, del
pan y la justicia? ¿Te acuerdas?". "Eso sí que es verdad, macho, que
aquí continúan mandando los de siempre y obedecemos a los que tienen guita".
"Pues eso", le dije".
Cierto.
En algún he leído una idea similar:" En
las cumbres de las montañas nevadas, con los regatos de agua acompasando
melodías imperiales, se hacía la revolución nacional. Saponarias, cantuesos,
retamas y pinos creaban el ambiente idóneo para el desarrollo de la liturgia.
Cuando los humos de la ciudad sustituían
los anteriores y los grifos de las cocinas se negaban a acompañar las melodías,
la revolución nacional se veía traicionada." La
marcada diferenciación de los grupos sociales no era patrimonio del Partido. La
sociedad entera había asimilado esa compartimentación clasista, esa escalera
donde los peldaños inferiores estaban más bajos por ser menos altos que los de
más arriba. En el propio sector de la construcción al que se dirige el Joseíto,
vanguardia del cura obrero, pionero de una situación que se repetiría años
después, reina el más absoluto de los clasismos. Sociedad de castas, sociedad
inculta, sociedad española de siempre: "Aparte
del trabajo, te mandaban a lo mejor que les limpiaras los zapatos o que les
fueras a por tabaco. El encargado nos mandó una vez al Luis y a mí que le
limpiáramos el coche. No todos eran así, los había comprensivos, pero de
cualquier manera entre un peón y un oficial existía un abismo, vaya. Rara vez, en la tasca alternaban con nosotros para beber un
chatillo." La
sangrante contradicción vuelve a aparecer cuando José Martínez Campos sufre
la muerte de un compañero. La impotencia del pobre que seguía en condiciones
miserables con la revolución pendiente, pendiente por siempre. Y los ideales
suministrados en el Frente de Juventudes ¿eran suministrados por alienígenas?
¿señuelos calmantes o poderosos microbios que habría que desarrollar en otros
organismos distintos al propio Partido, a la FET y de las JONS?. "Así
que puse manos a la obra y escribí a don Antonio una larga carta, una
interminable carta, yo no sé las horas que estuve escribiéndola. Le toqué
todos los puntos sensibles: le hablé de los tiempos de la Falange, cuando me
sacó del reformatorio para regenerarme con aquella vida militar y patriótica,
de las esperanzas que todos teníamos en aquello
de la justicia, el pan y la patria, de las promesas que nos había hecho
a la juventud, etc. Le expuse mi situación, los motivos que me habían
impulsado a abandonar el sacerdocio y a enfrentarme con el problema obrero. Por
último le expliqué con todo detalle la historia del pobre Luis y su terrible
muerte. Terminaba la carta con una serie de preguntas: ¿Podíamos nosotros, la
juventud forjada en la Falange, volvernos de espaldas ante un caso de tal
injusticia que clamaba al cielo y desmentía nuestros ideales? ¿Íbamos a permitir que el feroz capitalismo contra el que
lucharon nuestros hermanos en las trincheras, devorase de tal manera vidas
juveniles, de las que España no estaba sobrante?¿ Qué clase de cristianismo
era el nuestro…? Para colofón puse, con letras mayúsculas y con tres signos
de admiración un "Arriba España" que era como un grito vindicativo y
feroz". Sin
respuesta, pero como bien sabemos son a veces más significativos los silencios
que las palabras, y más cómplices y más traidores. A la juventud formada se
le dejaba en la estacada. Una burla. …Pero
lo que me había clavado un puñal en el mismo corazón era la carta de don Antonio, aquel hombre completamente ciego, ciego, como
todos, como los del colegio mayor, como los ministros, como el mismo Franco. ¿Era
esa la revolución por la que habían muerto nuestros hermanos mayores y habíamos
conquistado el imperio hacia Dios? Qué manera de pisotear nuestras ilusiones
juveniles."
Pero
la Falange poliédrica generaba caras bien distintas. Si la exaltación
revolucionaria presidía el mundo juvenil, secciones de la FET colaboraban como
cipayos para el mantenimiento del orden. Incluidos algunos, al menos en la
novela, en las "brigadillas" de la guardia civil, realizaban
actividades para-pro-policiales con una contundencia en ocasiones salvaje y con
impunidad cuasi total. Gentes que Rodríguez Méndez hace proceder no de los
sectores de formación del régimen sino curiosamente "reclutados
entre los maleantes que habían pasado a colaborar con la "bofia" y
eran temibles…Además…El Puma era un personaje en la
"Falange" y andaba siempre por los bares a la escucha, porque
él no hacía mucho que le había visto por allí, por su bar y esperaba que
cualquier día le pidiera la gratificación correspondiente"
Ramírez,
Manuel Rodríguez Gómez, un claro ejemplo de quienes ingresaban en la
"Obra predilecta del Régimen", en el Frente de Juventudes. Hijo de
viuda de un miliciano, vilipendiado por el catalanismo que le tildaba de
"charnego" y "manoseado por los favores de un prepotente fabricante textil"
estudió Filología románica y
se aprestaba ahora, a opositar para obtener plaza. Los
colegios mayores de la Moncloa destinados a los enchufados y a los hijos de
familias pudientes, para los otros estudiantes pensiones cutres y la manutención
en los comedores del SEU de la calle San Bernardo "y
confíar en la Providencia Divina, aunque a la tal ya se la conocía muy mucho,
pues consistía en ir lo primero de todo a San Bernardo (aunque más valiera
decir San Bernardino), comedor Alejandro Salazar del SEU a ver si conseguía no
una beca de comedor, que eso era imposible,
pero sí al menos que le fiaran una tarjetita para diez comidas, suponiendo que
encontrara algún
gerifalque, alguno de los hermanos" Comedor
de raciones escasas y poco nutritivas, clases particulares para ganarse unas
pesetas e intentos de contacto con los dioses del momento, en concreto con Dámaso
Alonso, "especie de pontífice de la ciencia literaria -amén de poeta y lumbrera
en la Universidad- hacia el que todo licenciado en letras, o escritor primerizo
tendía los ojos". Pero
aparte de la pormenorizada descripción del lugar y de sus aparejos, de sus
sirvientas y mobiliarias resulta de enorme significación
el análisis sociológico que realiza Rodríguez Méndez: "De
allí, de aquel viejo comedor, han salido grandes figuras
de la vida pública española de los últimos tiempos: ministros, diplomáticos,
escritores, dramaturgos, directores de cine, guerrilleros, líderes, todos ellos
se alimentaron de la sopa conventual de los viejos comedores del SEU. Es posible
que hasta algún presidente de Gobierno se sentara ante aquellos manteles." Eran
los tiempos en que el régimen de Franco establecía sus poderosos lazos con los
Estados Unidos de América del Norte. Primero la ayuda americana de leche en
polvo y queso, después la firma de un acuerdo que permitía a USA el
establecimiento de bases militares en España, El resultado de la guerra fría
de Occidente contra el comunismo y el frotar de manos del General Franco (Veis cómo
tenía razón) que apuntalaba con sólidos pilares de futuro un edificio pocos años
antes en estado de ruina inminente. Los comedores del SEU con jóvenes crecidos
en la educación de principios nacionales, veían ahora a su Patria tomada en
parte por el poderoso "amigo americano" y, para más inri, con la
aquiescencia de los poderes del régimen, empezando por su mantenedor máximo,
el Caudillo: "Pero
las conversaciones eran lentas, y había un precio: el establecimiento de bases
conjuntas de defensa, que a Ramírez se le antojaban cesiones escandalosas del
terreno patrio y, en el comedor del SEU por ejemplo, clamaba en contra y se
enardecía ante la proclividad general a aceptar la ayuda a costa de lo que
fuera." No
eran sólo los comedores las actividades sociales del SEU, desde esa organización
y amparado entre otros por esa figura desconcertante y grandiosa de la historia
reciente de España, el entonces falangista Padre Llanos, se organizaba un
Servicio Universitario de Trabajo, precursor de modelos que la izquierda
comunista instaló muchos años después en "La tierra más hermosa";
pero esta experiencia para Rodríguez Méndez volvía a mostrar una vez más, el
dualismo social en este caso entre los propios universitarios. Quienes al SUT se
apuntaban eran los desfavorecidos, los parias de aquellas sociedad española::
"Hasta se había creado un Servicio
Universitario de Trabajo, que venía a ser un turismo vergonzante, por los
predios del sudor y el destajo para quienes no gozaban de las becas de
Universidades veraniegas." La
descripción de lugares del Madrid de principios de los cincuenta es de lo más
conseguido de la obra. La pensión en donde se aloja es atalaya desde la que
describir el panorama circundante" …En
aquel año de 1952 aún aquello era Castilla y la calle de Atocha una especie de
zaguán donde se volcaban los lugareños de los pueblos limítrofes, con su pana
y sus abarcas, sus mulas, y su prole de críos subiendo la calle con ansia y bajándola
al desgaire para tomar el tren hacia la llanura manchega". Una
sociedad hambrienta, castrada culturalmente en su sectores populares y
preocupada por aliviar la gazuza en el terreno de lo material y por simbolizar
en el deporte-rey su entresijo espiritual o no material o menos material. "Mientras
desayunaba sólo oía
las mismas conversaciones: las cosas del fútbol o cuestiones laborales. Búsqueda
ansiosa de trabajo, de horas extras, de negocios para ganar dinero, nada más
que dinero, aunque uno tuviera que morir en la contienda". La
vida, el destino, el fatum imposible de cambiar, la trama tejida por Rodríguez
Méndez lleva a Ramírez con malas compañías, con gentes de la marginalidad,
de los carriles del 50. Compañeros pasahambres de aquellos submundos que
describiera con maestría inigualable Luis Martín Santos. Y las compañías
conducen a las mazmorras, en donde como expiación del sentimiento de culpa
vuelve a retornar el mito servido en la adolescencia, José Antonio Primo de
Rivera: El
Joseíto y Ramírez coincidirán en la prisión. Sus comunes orígenes les
vuelven a la reflexión del recuerdo y se establece un diálogo significativo:
"-Ya ves dónde hemos ido a parar Joseíto. Los que íbamos a tener
justicia, pan y patria… -Y la España grande y libre que soñaba José
Antonio… Al
nombrar a José Antonio, yo me acordé de don Antonio, aquel jefazo que tanto
agasajaba al Joseíto y que apadrinó a nuestra Centuria. Le pregunté si sabía
algo de él. -No me hables de ése -me dijo- no me hables de ese cabrón… Y me
contó aquello de que cuando el accidente del chaval le escribió una carta para
que le ayudara y le contestó mandándole a hacer puñetas. "Esos son los
de las promesas, ¿sabes?" Condena de muerte para ambos. Garrote vil, a la española usanza y ejecutado por el verdugo de Badajoz. En el último momento, José Campos Márquez, resultó indultado merced a su condición de sacerdote.
El
estreno de la obra teatral tuvo lugar en 1978, sin haber pasado tres años de la
muerte del General Franco y mientras la comisión al efecto preparaba el texto
de la Constitución del 78. Fermín Cabal, miembro de los grupos de teatro
alternativo contaba con un bagaje que le colocaba en situación sobrada para
acometer una creación literaria de ese tipo. Sabía por experiencia los propios
recursos exigidos en la puesta en escena así como el significado "extrateatral",
de connotaciones sociales y políticas, críticas o ácidas, que había tenido
el teatro en el último franquismo. Por si fuera poco a esa experiencia vital
Fermín Cabal se unía el tener por padre a uno de los sempiternos procuradores
en las Cortes franquistas por el tercio familiar y
en la obra es perfectamente perceptible la traslación del estado anímico
de los francofalangistas medulares, frases, muletillas, soliloquios
o nombres impuestos a los hijos. Contó
la obra con el apoyo entusiasta de los críticos literarios. Si para Enrique
Llovet era "un estupendo y luminoso trabajo", para Angel Fernández Santos
era un excelente trabajo de introspección
y de análisis de los mecanismos de la memoria individual y colectiva".
Naturalmente esa memoria que se remitía a una historia reciente de absoluta
denostación se enmarcaba en "…una sociedad basada en la represión moral, sexual y religiosa…"
según aclaraba Lorenzo López Sancho. Los tres tenían razón, pero como la
sociedad la hacen los hombres que en ella viven, cada cual debe aceptar su alícuota
de responsabilidad. Llovet, Fernández Santos y López Sancho contribuyeron con
su trabajo intelectual a cimentar aquella sociedad de represión aunque ahora
miraran hacia arriba entonando el "pío, pío que yo no he sido". (¿Dónde
estaba yo cuando el desfile pasó?) Porque el franquismo no fue sólo Franco
y el Azor como se han empeñado en contarnos.
La
obra, por otra parte, responde a unos códigos temporales y espaciales muy
concretos y que al haber sido deliberadamente ocultados o silenciados en estos años
difícilmente podrían ser hoy transmisores del intento que en su día realizó
Cabal y eso aunque el transcurso del tiempo pasado sea relativamente breve. ¿Qué
referente pueden ofrecer a quienes
tienen menos de cuarenta años términos como Sindicatos, Obras Completas de José
Antonio, AIIS, Sindicato de Actividades diversas, Caudillo, camisa azul, todo
estaba atado y bien atado, Pilar, Onésima. La mirada clara y firme/ y la frente
levantada falangistas encarcelados o internados en psiquiátricos de Rusia. Blas
Piñar. Los
nombres de los personajes son ya en sí claves. El protagonista Faustino Briones
cuenta con un nombre derivado de Fausto, y la rima, mecánica, inconsciente y
casi obligada del apellido Briones nos coloca ante un irascible, un hombre de
sangre caliente, de nervio fácil. Figura entre los personajes un médico
acomodaticio que ancla su historia en la ideología del antiguo régimen, pero
que acepta el cambio por imperativo inercial es el doctor Borrego ("Aquí
todos hemos sido falangistas por la cuenta que nos traía") o la monja
contradictoria, enfermera del manicomio con el cuerpo recubierto por el hábito
y el espíritu con ansias de vuelo, de por nombre Sor Angustias. Faustino
Briones es huérfano de un soldado de la zona nacional, residuo de una etapa
histórica contemplada como postguerra toda ella ("Como
vd. sabe la postguerra dichosa ha durado tanto" ) Esa pérdida es la
causa médica que justifica una parte de su estado mental: la sensación de
perseguido, la paranoia ("En mi
opinión la figura del padre es determinante en la conducta de Briones, que
perdió al suyo cuando aún era un niño. En la actualidad Briones da muestras
de serios trastornos paranoicos", dice
el doctor Campos) Y fue la guerra la razón de ser de un régimen y la
referencia obligada, la exacta, la que
le dio legalidad al franquismo "Si
hubiéramos tenido miedo en el treinta y seis ¡quién sabe cómo nos veríamos
ahora! Muertos o encarcelados…" Y el final de la paz, de una pax
cesárea, del régimen supone la vuelta al conflicto: "La guerra se palpa en el aire. Basta que uno mire a su alrededor."
Naturalmente, para Cabal, como manifestación evidente de la paranoia que nunca
como análisis certero de la realidad circundante y cuyo ambiente que hace
imposible la posibilidad de diálogo "¡Al
carajo el diálogo! Llega un momento en que la única dialéctica posible es la
de los puños y las pistolas…" La enfermedad mental se manifiesta en
la recreación imaginada de que su jefe directo en los sindicatos, Quintanilla,
tiene tratos con su mujer. Es este jefecillo sindical uno de los muchos
funcionarios que cuajaron en el franquismo. Actualizado a las nuevas
circunstancias frente al anclaje de Briones en otros tiempos: "tú
preferías esos tiempos ¿verdad?… la camisa azul, el brazo en alto, el pelo
hacia atrás reluciente de brillantina…" pero poniendo una vela a
Dios y otra al demonio por si acaso, guardando el salvavidas, la camisa
azul:" … Pero hay que estar
preparado. Nunca se sabe lo que puede pasar". En donde Cabal sitúa el
lejano, pero nunca descartable, riesgo de involución que en aquellas fechas tenía
España. Es
la sorna el elemento utilizado para criticar pensamiento y lenguaje del
franquismo en la persona del protagonista. El
descubrimiento del enemigo, del que ya lo era o del traidor, hasta ayer
camarada: Sin
que se produzca la mala noticia que le lleva la mujer (el que la SS no se hace
cargo de su locura) es anticipado por Briones augurando su despido de los
sindicatos ("Me han despedido de Sindicatos. Le agradecemos los servicios prestados y
todo eso…
¡Canallas!") (No, si tú te habrás creído lo de que todo
estaba atado y bien atado. La
dinámica interna que se vivía en los aparatos burocráticos del Movimiento,
con un personal presto a la huida y temeroso de lo que podía venir en la
transición política. "He
visto también la traición vergonzante de la mayor parte de los que decían mis
camaradas, movidos los unos por el afán de medrar, los otros por temor a quedar
fuera de juego. Como
líderes de la vergonzante traición aparecen personajes reales, de una dimensión
política singular en aquellos tiempos, como
Rodolfo Martín Villa, a quien Briones dedicaba,
en las paredes de su oficina, pintadas
con texto "Martin Villa al paredón
por perjuro y por ladrón" o el propio Dr. Borrego "Que también usted es de los que más se arriman al sol que más
calienta" al que se le espeta la frase por haber quitado de la pared el
retrato del General Franco, incrementando la panoplia de insultos al extremo de
que "Es usted un reptil viscoso, una
rata de bodega que huye del barco cuando huele a quemado…". Como
sorna es justificar por el Dr. Borrego la indisposición mental de Briones, un
funcionario de los Sindicatos, ¡en un exceso de trabajo! La
utilización de tópicos expuestos en fraseología al uso y producto de la
cultura engendrada por el franquismo y que utiliza el protagonista contra
quienes le tienen encerrado "¡Dejadme marchar! ¡Canallas, masones, hijos de Satanás!".
"Soy un hombre al que le ha fallado la familia, el municipio y el
sindicato". O
La consideración de "Cheka" que tiene para Briones el manicomio. O
la crítica que se hizo al aperturismo religioso como es el caso de Sor
Angustias que estudia Psicología, algo mal visto por Briones que anuncia con
pedir cuentas en su día al obispo que lo ha autorizado ("Zamanillo,
Zamanillo, no me voy a olvidar de ese nombre. Algún día tendremos que exigir
responsabilidades"). La
añoranza manifestada en el culto icónico o en el recuerdo de una edad dorada
que se ha perdido. El
culto icónico. Entre los efectos personales que ha llevado Briones al manicomio
está un retrato del general Franco, que de manera significativa, Cabal lo acota
como "(Aparece un retrato del
Caudillo)". Retrato defendido físicamente por Briones ante la censura
de uno de los psiquiatras: "¿No se
da usted cuenta de que ese retrato es un elemento… cómo diría yo...
sumamente perturbador para el paciente?". Objeto de culto que
llega a personalizar en un rasgo declarado de locura. Cuando Briones se dispone
a comer se dirige al retrato "Mi general, si gusta…"). "Nunca
pensé que mi hija fuera a hacerme una cosa así…
Desde luego con Franco estas
cosas no pasaban. ¿Qué vamos a hacer?" El
sentimiento tribal de pertenencia a un grupo o a una clase ya en extinción
("El Dr.
Borrego le dará permiso con toda
seguridad…
es…
es, de los suyos,¿sabe?). La
pura verticalidad de las conductas en medio de un mundo en ruinas con la
reminiscencia a canciones idealizadores de los grupos juveniles del
francofalangismo "La mirada, clara y
firme / Y
la frente levantada…etc, etc,"). La
sorna también en los libros de lectura de Briones en donde el Dr. Campos
califica de "muy instructivo"
a las obras de José Antonio y de muy ameno El
testamento de Franco, agudizándose la mordacidad cuando Briones aclara
que de la obra de Franco sólo el prólogo es de Arias Navarro siendo el
resto del General. Sarcasmo, en suma, como elemento de descrédito.
De
las tres obras referenciadas destacaríamos: 1.-
La fecha de sus publicaciones. No es literatura clandestina sino todo lo
contrario En un tiempo de efervescencia antifranquista, lo que puede situarlas
en el oportunismo editorial. 2.-
El gran conocimiento de sus autores ante los temas que tratan. Referentes que
los tienen muy claros, son muy precisos en su conocimiento frente a las broncas
interpretaciones que suministran otros. La clave explicativo hay que buscarla en
sus propias biografías. Traspasan los umbrales del
observador por poco sutil que éste sea. 3.-
La deformación excesiva o la implacable crítica hasta llegar en algunos a la
categoría de absolutizar el mal con una desmesura que desajusta e incluso hace
poco creíble el relato. Umbral lo recubre con su poderoso lenguaje; Rodríguez Méndez
con el costumbrismo gris de una postguerra larga y cruel de la que España no
gozaba en exclusividad y Cabal con
el recurso a la locura que se torna en cordura al producirse el rompimiento de
lazos con el pasado. |