La
formación de las élites, de las minorías dirigentes fue uno de los
primeros empeños de las monarquías nacionales y de su entorno sustentador,
la aristocracia. En España fueron pioneros los jesuitas y sus colegios de
nobles. Instituciones privadas, pertenecientes a la Iglesia y amparadas
por el Estado eran quienes acogería a los pocos que descollaban en la
época de desarrollo del capitalismo en el siglo XIX. Pero no imaginemos,
por falso, que se daba un dualismo en donde la gran masa de la población
se incluía en niveles básicos y obligatorios y una minoría de optimates lo
hacía en los estudios superiores; tampoco estaba sobrada la instrucción
elemental y en nuestro país la primera enseñanza obligatoria llegará
tarde, con la Ley Moyano en 1857 y hasta la Ley Romanones no asumirá el
Estado los gastos, bastantes menguados por cierto, del sueldo de los
maestros.
Con
la construcción decimonónica de los estados nacionales y la aparición de
ideologías nuevas, surge la necesidad de creación de minorías selectas
para asegurar los presupuestos ideológicos del que se nutren los Estados,
ahora cada vez más en manos de la nueva clase burguesa. Se trata de una
minoría perteneciente a las elites consolidadas e históricas con origen en
esa incipiente burguesía emergente o a otras clases distinguidas por
sangre o milicia que sienten la importancia del saber como medio de
elevación social. En el escenario formador aparecen instituciones del
Estado, universidades, dedicadas también a pocos y aparición de
intenciones que se verán concretadas, no sin polémica y encontronazos, por
parte de la Iglesia católica para crear sus propios centros formadores con
pretensiones de homologación total.
Pero
ese estado nacional que se va gestando en el siglo XIX, heredero de la
Revolución francesa, va a vivir una transformación profunda al compás del
desarrollo del tiempo y de la fábrica. La nueva clase de trabajadores
industriales y la aparición de nuevas ideologías estructuradas, de unos
movimientos organizados y subvertidores va a poner en la picota al propio
Estado nacional. De la mano del principal crítico, de Carlos Marx, sabemos
que la doble naturaleza Estado-Nación va a ser puesta en entredicho. El
estado es un constructo teórico de las clases poderosas para oprimir a los
humildes y la nación es una creación ideológico- simbólica cuyo fin vuelve
a ser el sometimiento. El paso de la historia parece que va dando lógica y
fuerza a esta nueva visión de lucha destructora de los desheredados. Pero
quienes piensan en la necesidad del Estado como elemento coordinador
imprescindible de la sociedad que anule la arbitrariedad de los poderes
feudalizantes y en la nación como sustento histórico que da sentido a las
colectividades no pueden permanecer impasibles. El erradicar las
contradicciones que había visto crecer el estado-nación del liberalismo
tendría una respuesta contundente. No se trataba sólo de imponer mediante
la fuerza la desaparición de los elementos discrepantes. Bismarck lo
intentó y fracasó. En un primer momento se había tratado de imbuir un
estilo uniformador a las sociedades por el Estado liberal y, más adelante,
en profundizar y asegurar la fidelidad al Estado allí donde triunfen estos
estados nacionales no liberales y uno de los puntos clave será la
formación del sentido nacional de los ciudadanos, lo que no era,
evidentemente, ninguna novedad. Julia Varela no dudó en identificar a la
escuela nacional saliente del XIX español, propia de un régimen liberal,
como "fábrica de ciudadanos", pero se tratará con los nuevas formas
emergentes de los estados con fuerza de crear una fábrica de patriotas, de
apretar el acelerador doctrinal y de anular lo que se consideran doctrinas
nocivas y disolventes. Por otra parte, estuvo también como presupuesto
básico la formación de elites encargadas del relevo y depositarias del
saber sagrado que constituye la ideología de estos nuevos modelos
emergentes. Nuevas vestales no vírgenes que mantendrían las llamas de la
pureza.
Tres
ejemplos muy distintos aparecen en el siglo XX en Alemania, Rusia y España
El
ejemplo alemán del nacional socialismo se materializó con la creación de
los Ordensburg, edificios educativos anclados en fortalezas que se
establecieron en Crössinsee en Prusia, Vogelsang en la cuenca del Rin y
Sonthofen en Baviera y en donde tras un año de preparación en cada uno de
los centros educativos entrarían los alumnos a formar parte de la clase
dirigente del nacionalsocialismo. El número de admisiones cada curso era
de mil personas y las edades comprendidas entre los veinte y los
veintiséis años. Tras una preparación común en las dos primeras
instituciones, era en la de Baviera donde perfilaban la vía profesional
escogida. La titulación obtenida al final era la de junkers, hasta
entonces título exclusivo de los hijos de la aristocracia, con lo que
quedaba confirmada esta nueva clase dirigente.
El
ejemplo soviético también resulta paradigmático. En el paraíso comunista
de la sociedad sin clases, resultará diáfano que "Las clases sociales
persisten, sin duda" como no vacila en afirmar el profesor García Garrido
quien siguiendo a Inkeles, distingue tres grupos: la intelligentsia,
la clase trabajadora y el campesinado que a su vez dieron lugar a diez
escalones, presididos por la "elite dirigente" y por la "intelligentsia
de nivel superior" que establecían una fortísima barrera con respecto a
los otro ocho escalones inferiores. Quienes en su día, en la lucha
universitaria no vacilamos en denunciar la opresión de la Unión Soviética
al mismo tiempo que nos enfrentábamos al régimen de Franco, no vamos
ahora, precisamente ahora, a desprestigiar todo lo que aquel régimen
imperial de hierro y frío creó. En el ámbito de la cultura fue mucho y
bueno, pero con castraciones y perversiones, con sufrimientos. Un sistema
educativo que emparentaba con la época de los grandes zares con las
debidas revisiones aplicadas por Lunacharsky y que debía no poco a la
relación con lo francés, era ese su sino académico. No vamos a entrar en
las sangrantes diferencias que a nivel de sueldos y sobre todo a nivel de
oportunidades sociales y de consumos tenía la "intelligentsia" en relación
con los demás, tan sólo nos interesa ver como allí, en la Unión Soviética
se disponía de centros especializados para minorías en donde se daba la
reproducción de la clase dirigente o pre-dirigente auspiciado en los
tiempos de Stalin y Jruschev.
Las
palabras de Voslensky transcritas por el profesor García Garrido en sus
Sistemas educativos de hoy son concluyentes sobre el tema:
"En
el momento del paso a la enseñanza superior, los hijos de los dignatarios
no tienen que temer verse mezclados a la multitud de estudiantes
ordinarios. Esta es la razón de ser de la Escuela Superior de Relaciones
internacionales del Moscú. Allí reina un elitismo de casta del que no se
encontraría probablemente mejor ejemplo que el antiguo cuerpo de la
nobleza zarista.
Existe
toda una serie de establecimientos reservados: la Escuela Superior del
Partido, adscrita al Comité Central del PCUS; la Academia diplomática del
Ministerio de Asuntos Exteriores, la Academia de Comercio Exterior, la
Escuela Central del Konsomol, que dependía del Comité Central del Konsomol;
la Academia Militar, la Escuela Superior del KGB y la Academia del
Ministerio del Interior de la Unión
Soviética. Algunos de estos establecimientos no
admiten más que a candidatos que ya hayan terminado un ciclo de estudios y
que posean una cierta experiencia del funcionamiento del Partido. Esta es
la vía seguida por los hijos de la Nomenlkatura, que se preparan para
ocupar puestos de responsabilidad en el interior de esta clase."
El
gusto por los títulos universitarios está muy extendido en esas altas
esferas, y esto es algo que se ha sabido tener en cuenta. A partir de 1947
existe en Moscú un establecimiento de enseñanza superior reservado a los
nomenklaturistas que desean obtener un doctorado. Se trata de la Academia
de Ciencias Sociales, dependiente del Comité Central del PCUS. Durante
muchos años he sido miembro del Comité científico de esa institución, y
puedo asegurar que en ninguna otra universidad se realizan tantos
esfuerzos para trasegar al futuro doctor sus páginas de tesis".
España
muestra rasgos diferentes porque ciertos guiños totalitarios pronto
quedaron en la cuneta. No hubo un partido totalitario semejante al alemán,
o al soviético e incluso en los momentos de máxima "tensión patriótica"
hubo que compartir espacio con otros grupos o fuerzas, muy en especial con
la iglesia católica que también era vivero espiritual de la gran mayoría
de los "totalitarios". Por tanto, el referente aquí se convirtió en
sucedáneo Los intentos de educación de la juventud en los patrones del
nuevo estado, la de formación de formadores en redes suministradoras de la
ideología del estado nacional o la de futuros intelectuales o
profesionales, cobijados por las redes educativo asistenciales del
régimen. La universidad, pretendidamente nacionalsindicalista, pero no
debería servir para preparar a los distinguidos del nuevo Estado. La Ley
de Ordenación Universitaria del 42, pretendidamente falangista, no sirvió
precisamente para la formación de puntales de aquel estado. Y qué decir de
ciertas facultades específicas para el adoctrinamiento y perpetuación del
régimen, como la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, auténtico
semillero de la oposición estudiantil al régimen. Fueron auténticos
disparos los que le salieron al régimen por la culata y un caso evidente
es el centro destinado a la preparación opositora de los mejores, a un
Colegio Mayor “sui generis”, el César Carlos, destinado exclusivamente a
post-graduados y teórico buque insignia de la particular "intelligentsia"
hispana que rellenara en su momento los nodos clave de la "nomenklatura"
española. Baldío intento como se comprobará en seguida. No era lo único,
había otros centros del Movimiento o el caso del CSIC, calado por gente
del ámbito del Opus Dei. Pero el César Carlos una joya que al paso del
tiempo fue bisutería para el régimen. Para movilizar a la sociedad,
principalmente a la juventud, estaban los maestros instructores y los
oficiales instructores, pero en la cúspide, la materia gris rectora la
debían aportan destacados futuros intelectuales cuya incubadora se situaba
en la Moncloa madrileña.
Una
acertada descripción literaria de qué era el César Carlos la podemos
encontrar en El Cisne de Cisneros de Rodríguez Méndez:
"…El
Colegio Mayor era una especie de palacete, no muy grande,
pero imponente en el sentido de confortabilidad, apariencia y buen gusto.
Con lejanas reminiscencias renacentistas subordinadas a su estructura
funcional. Molduras sobre cristaleras hacia la crestería de la sierra. La
estatua del augusto César Carlos, el escudo de Cisneros, el cisne con los
rectángulos azules y blancos, emblemas del SEU y de una universidad
complutense que sin renunciar a su pasado, se orientaba hacia la nueva
sociedad sin clases" donde ningún talento habría de malograrse por causas
económicas. Y su campo de césped británico y el jardín, breve pero
estudiado hasta en el más mínimo detalle. Ramírez no pudo evitar- pese a
estar acorchado, ante cualquier tipo de emoción- el lanzamiento de un
suspiro ante la idea de verse huésped de un lugar tan idílico, tan
acogedor…Pero, luego del suspiro, pensó que mucho mejor hubiera sido tal
vez no haber visto semejante maravilla y poco faltó para que diera la
vuelta y huyera rápido de semejante golosina. Sólo que no iba a perder las
moneditas que se había gastado en el Metro. Así que empujó la puerta de
cristales para enfrentarse a aquel conserje, uniforme ministerial, con
aire de lacayo de palacete decimonónico, que muy amable le preguntó lo que
deseaba…
Poco
después, acomodado en el hall -a todas luces de estilo británico, con su
mullida alfombra de club londinense, sus relojitos y estatuillas- mientras
su carta caminaba al destino por mano de un conserje subordinado al
primero, observaba el ir y venir, por el pasillo central, de algún apuesto
mozarrón con atuendo deportivo, con raquetas de tenis y, también, el paso
alegre de una doncella, vestida de blanco con cofia y todo, llevando en la
bandeja el desayuno para un "colegial", y además sentía aquel calorcito
tibio- la calefacción puesta al mínimo- y el olor aquel a tostada con
mantequilla que parecía recorrer insidiosamente todos los ámbitos. Tanto
fue así que Ramírez agradeció la larga antesala a que le sometió el
director, con tal de poder disfrutar un poco de aquellos encantos.
O
sea que cuando apareció el "director" con la carta en la mano,
sacudiéndola en el aire con un gesto de desenfado, Ramírez le vio como al
ángel que arrojó del Paraíso a nuestros primeros padres. Por lo demás, el
muchacho, cara regordeta y gafas de gruesa montura, vestido con jersey
deportivo y pantalón de franelilla intentaba ser jovial, simpático y
camarada, cuando decía:
-Chico,
cuánto lo siento, pero este curso ya está todo completo. Pero todo. Ya ves
que esto es más bien pequeño. Te aseguro que bástete que te mande el
camarada. Pero, imposible.
-¡Qué
se le va a hacer, hombre!
-¿Tú
qué oposiciones preparas?
Cuando
Ramírez le dijo que preparaba oposiciones a "cátedra de instituto", el
otro sonrió, movió la cabeza y dijo
-Aquí,
los que estamos, preparamos "cátedra universitaria" o
"diplomacia"
-Ah,
no sabía
-Díselo
al camarada. Este colegio es para gente que prepara cátedra
de Universidad, o ingreso en la Escuela Diplomática. Por eso hay pocas
plazas y la cuota es algo más elevada que la de otros colegios…
-¿Y
becas no tenéis?
-¡Qué
va! Aquí no. Bueno hay un caso o dos. Ya te digo, esto está
muy solicitado. Yo no puedo hacer nada, chaval. Lo siento. Debes buscar
otro sitio: en el San Pablo, el Guadalupe, el José Antonio…
-Pero
¿ni remota posibilidad?
-Preparando
cátedra de instituto ni pensarlo. Ya te digo que esto se destina a
oposiciones a cátedra de Universidad o a la Escuela Diplomática. En tu
caso, en plan graduado, yo intentaría el San Pablo"
Las
palabras de Rodríguez Méndez se alejan de la realidad con olor a repollo y
privaciones de la España de aquel tiempo. Quienes se acogían en este
reducto de alfombras y relojes, atuendos deportivos, tostadas con
mantequilla, servidumbre uniformada y calor disfrutaban de una isla de
privilegio frente al común de los españolitos de a pie. Difícilmente
podían sentir las privaciones, el desasosiego, la explotación inhumana y
represora que el estado de excepción del capitalismo español de la época
aplicaba a la sociedad española. Pienso que el aserto anterior se
encuentra en los más ortodoxos cánones de la actual y única aceptada
interpretación histórica sobre ese tiempo. Hay teóricos que opinarían que
quienes de esos reductos de confort participaran no podían entender la
explotación a que era sometida la clase trabajadora, por tanto
difícilmente entenderían a la sociedad quienes se preparaban para
dirigirla o la entenderían tan perfectamente que su situación de
privilegio habrían de mantenerla después para confirmar lo existente,
perpetuar dominantes y dominados.
Por otra parte, se
ha divulgado la idea de que la única cultura y lo único válido a nivel
científico estaba en el exilio o en la oposición. La realidad no muestra
precisamente ese panorama. Junto a los consagrados, se preparaban cuadros
con que llenar el próximo futuro. Cuando en 1951 se estableció el Plan
Nacional de Formación Política del Sindicato Español Universitario, su
preámbulo indicaba "Misión primordial del Sindicato Español Universitario,
refrendado por la vigente Ley de Ordenación de la Universidad Española es
llevar a la masa estudiantil la doctrina y la inquietud de la Falange…" En
la normativa del Plan:"1.-Toda la actividad del Sindicato debe perseguir
la triple finalidad de captación, selección y formación de los
universitarios".
El
programa de formación era preceptivo para: "1.-Los
Colegios mayores del SEU, por cuanto su sostenimiento por el Sindicato
sólo se justifica en razón de la formación falangista de sus colegiales y
residentes"
Como
pertenecientes a una elite quedaba separados de los cauces de
adoctrinamiento normales para todos los españoles y para los
específicamente voluntarios. Ellos serían los futuros configuradores del
Estado nacional sindicalista surgido de la guerra, cabezas pensantes,
aunque dada la trayectoria de muchos, ni ellos se enteraron ni el aparato
formador del régimen se daba cuenta o acaso se daba verdadera cuenta de
que la farsa necesitaba de escenarios, pero una vez acabada la
representación cada uno podía hacer de su capa un sayo. Régimen de pape
Supuesta
la teórica formación falangista de los colegiales del César Carlos, no hay
más que echar un vistazo a quienes de los ranchos del colegio comieron, de
sus becas disfrutaron y de la plataforma que utilizaron para sus
porvenires profesionales. Quizás no se acordaron ni en aquel confortable
espacio de la condición exigida para estar allí, ¡cuánto más después¡ No
fueron, en su gran mayoría, transmisores de la formación falangista tan
rimbombantemente expresada en las disposiciones legales. Es asombroso
pensar la densidad que el peso opositor al régimen estaba en aquellos que
desde el César Carlos preparaban oposiciones. El famoso estado policiaco
del franquismo demostraba su fino instinto. Y todo aquel tiempo, el ex
escolar Gil de Biedma lo retrataría con admirable adhesión a quienes
brindaban el patronazgo del colegio universitario: “Media
España ocupaba España entera / con la vulgaridad, con el desprecio total
del que es capaz, frente al vencido, / un intratable pueblo de cabreros...
Y pasaban figuras mal vestidas/ de mujeres, cruzando como sombras, /
solitarias mujeres adiestradas/ -viudas, hijas o esposas/ en los modos
peores de ganar la vida/ y suplir a sus hombres. Por la noche, /las más
hermosas sonreían/ a los más insolentes de los vencedores.”
Una
amplia nómina en donde podemos hacer relación de eminentes juristas
–algunos desaparecidos y otros trágicamente desaparecidos- historiadores,
duques consortes, poetas, escritores, médicos, técnicos, políticos activos
y diplomáticos. Podemos reseñar entre aquellos colegiales a Inocencio
Arias Llamas, Manuel Alvar López, Efrén Borrajo Dacruz,
Ramiro Campos Nordman, Manuel Fernández Álvarez, Jorge
Jordana de Pozas Fuentes, Jesús Aguirre Ortiz de Zárate,
Carlos Bousoño Prieto, Marino Barbero Santos, José Manuel
Beiras Torrado, Manuel Broseta Pons, Pío Cabanillas Gayas,
Manuel Cobo del Rosal, Elías Díaz García, Jaime García
Añoveros, José Antonio García Trevijano Fos, Jaime Gil de
Biedma y Alba, Lorenzo Martín Retortillo Baquer, Roberto
Mesa Garrido, Raul Morodo Leoncio, Mariano Nicolás García,
Jose Luis Pascual de Pobil, Juan Ramallo Massanet,
Francisco Ruiz Ramón, Gonzalo Torrente Ballester, Aurelio
Usón Calvo, Juan Luis de la Vallina Velarde... Sus currícula
escapan a la brevedad de este artículo y pueden conocerse sin excesiva
dificultad por cualquier interesado por la historia y como les será
difícil encontrar en las mismas su antigua pertenencia al César Carlos
queda ya dicha desde aquí.
Efrén Borrajo, Xosé-Manuel Beiras, Carlos Bousoño,
Inocencio Arias, Torrente Ballester, el Duque consorte de Alba:
fidelidad en algunos casos, adaptación y piruetas, en un sentido
o en otro, los colegiales de aquel semillero de intelectuales
falangistas que fue el "César Carlos" no han pasado desapercibidos en
la historia más reciente de España |
Hombre
tan querido para la izquierda de verdad como era el insoportable Louis Althusser, no dudaba en afirmar que los aparatos ideológicos del Estado
tienen como meta la reproducción de las relaciones de producción y que
cada uno de ellos “concurre a este resultado en la forma que les propia”.
El aparato ideológico escolar en sus más elevadas categorías con
implicaciones directísimas para formar élites reproductoras le salió rana
al franquismo. Muy pocos de los elegidos optaron por la reproducción
ideológica en el benéfico supuesto que la hubiera. Quizás este hermeneuta
del marxismo-leninismo tenía razón y al final los hijos no pródigos
apartándose de los presupuestos teóricos del padrefranquismo consolidaron
el afianzamiento de las relaciones de producción que ya estaban creadas y
consolidadas. La paradoja lampedusiana volvía a repetirse. |