Las
aspiraciones del Congreso estaban en la línea del más puro retoricismo
y visto el antes y el después consistieron, en gran parte, en una magnífica
exhibición de fuegos artificiales. Cierta radicalidad en el discurso de
algunas ponencias encontró el bálsamo en las palabras
"prudentes" del Secretario General que, tras el desahogo y
subasta por ver quién era más falangista, correría a ver al Jefe
Nacional para manifestarle la inquebrantable fidelidad de quienes en un
acto de esquizofrenia o de histrionismo habían pedido un cambio radical
en la política del régimen. Dos muestras para empezar:
·
Plena
efectividad del Consejo Nacional (que como se sabe estaba con vida inútil
prácticamente desde 1938, con la preparación del Fuero del Trabajo )
·
Desaparición
de cuantos aspectos de la vida nacional conserven espíritu liberal,
capitalista y decadente de épocas anteriores (precisamente cuando el
capitalismo era lo que se iba consolidando, cada vez con mayor fuerza y
en poco tiempo sus versiones más liberales o neoliberales iban a dar la
impronta económica al régimen de Franco)
Y
curiosamente esa realidad, la no presente del Consejo Nacional y la
presente, del capitalismo autoritario se hacían en un contexto donde
pretendidamente la revolución de la Falange se había hecho. En efecto,
a la militancia un día combatiente se la pedía su encuadre en las
organizaciones de Excombatientes "…convirtiéndose
en una unidad de reserva espiritual-heroica, que represente en todo
momento la garantía de una fuerza combativa, por si un día, la
vacilación o la traición pusiera en peligro nuestra revolución"
¿Qué objetivos revolucionarios se habían conseguido en 1953 de
aquellos que se preludiaban en tiempos de la Falange histórica? Quizás,
la respuesta difícil de dar quedaba solucionada con la frase magistral
del Ministro Secretario Fernández Cuesta que lo resolvía con que
"El falangismo, que, más que
un problema concreto y como tal perecedero, es una actitud y un
entendimiento de la vida"-
Diez
fueron los temas tratados en un abanico que iba desde la consideración
de la FET como inspiradora y base del Estado español a las opiniones en
torno al sistema económico, la revolución nacional, la expansión, el
encuadramiento y disciplina interna, o la culturización y propaganda.
Al frente de cada ponencia figuras destacadas como Julián Pemartín,
Correa Véglison, Javier Martínez de Bedoya, Jesús Suevos…
La
competencia interior existente en el régimen era un reto para los
falangistas que pensaban que con una fuerte disciplina podrían suprimir
a los otros grupos políticos (y que curiosamente tenían nominalmente
presencia en el Congreso como se ha indicado más arriba) grupos y
personas "que nos distinguen
con su enemistad y con los que no hay que soslayar la lucha conducente a
eliminarlos radicalmente por medio de una total superación, con una
actividad intensa y eficaz y haciendo amplia e inteligente difusión de
nuestras aspiraciones y modos"
El
resumen de las peticiones de las ponencias fue el siguiente:
·
Definir
las competencias del Movimiento en los órganos estatales de educación
popular y ampliar la acción de cultura popular de la FET.
·
El
monopolio en la educación doctrinal de la juventud española, mediante
instituciones propias o supervisando y controlando determinadas
actuaciones de entidades privadas: "Debe
prohibirse rigurosamente la existencia de toda clase de organizaciones
juveniles dentro de las cuales no se inculquen a la juventud los
principios de nuestra Falange" (Tema VI). En clara referencia a
algunas de las organizaciones juveniles de la Iglesia.
·
Aplicación
de medidas de justicia social como el acceso a la propiedad de los
arrendatarios, la consideración de delito social el impago de salarios
o las cuotas de previsión social, la necesidad de viviendas dignas, la
supresión de limites en situaciones de larga enfermedad, la ampliación
de la seguridad social al campo, la escolarización total de los niños
españoles o la mejora académica -y política- de los maestros.
·
La
reorganización de la estructura del Partido mediante la creación de
delegaciones de Información e Investigación, Prensa y Propaganda y
Deportes.
·
La
vuelta a las antiguas estructuras de control de las "circulares
totalitarias" en grandes ciudades: organización de distrito,
barrio, casa y bloque.
·
El
invertir la realidad municipal existente: "El
jefe local asumirá siempre el cargo de Alcalde Presidente del
Ayuntamiento. Si en algún caso especial no ocupase ambos cargos habrá
de ser militante y formará como consejero nato, en el Consejo Local del
Movimiento"
.
·
La
dirección de la política económica de la nación por los Sindicatos
Verticales. Se entendía que lo realizado anteriormente no era doctrina
falangista (a pesar de que había que defender la "revolución"
conseguida), pero se comprendía el desviacionismo por lo transitorio de
la situación postbélica y el bloqueo.
·
La
obligatoriedad de signos externos en los actos de carácter falangista
Las
Bases de Acción Política elaboradas por la Permanente del Congreso
resumían algunos de los puntos trabajados por las ponencias, y donde
merece la pena destacar:
·
La
exigencia del predominio político "Bajo
ningún pretexto consentiría la Falange la ilegítima actuación de
camarillas que pretendan mermarle su condición de única inspiradora
del Estado y, consiguientemente, la autoridad de su Jefe y
Caudillo".
·
La
inequívoca unión de la Falange con Franco, cuya dirección no es
puesta nunca en discusión, sino que al contrario se recurre a su
engrandecimiento
·
La
interpretación de que la política del trabajo de la Falange resume los
mandamientos de Cristo y los principios del Movimiento. Esta fusión, de
acuerdo con los cánones del nacionalcatolicismo del régimen, era la
primera referencia religiosa explícita de todo el Congreso.
·
La
Falange considerada ante todo como fuerza anticomunista para la defensa
de Europa en esta época de guerra fría y en donde se recordaba a la
División Azul con la consideración de "vanguardia
de la defensa europea"
En
el discurso que Fernández Cuesta pronunció en el paraninfo de la
Universidad de Madrid señalaba al Movimiento nacional como una realidad
más amplia que la de la propia FET, pero subordinada a ella. Tal
consideración le permitía un análisis donde las responsabilidades de
malas actuaciones, de comportamientos delictivos, fueran asumidas por
quienes integrando el Movimiento no respondían a una afiliación
falangista. En este punto citaba sin nombrar que el único caso de pena
de muerte aplicada por delitos económicos fue el de un falangista.
Ocultaba el nombre de Pérez de Cabo como distorsionaba también el
tema, pues este falangista había estado comprometido en las actividades
disidentes de la Falange auténtica y quizás por ahí pudiera
entenderse mejor la dura condena.
Para
los grupos políticos que prestaban su apoyo al régimen y que no eran
falangistas se anunciaba el interés en su desaparición. Radicalismo
verbal como se encargaría de mostrar la tozuda realidad futura, pero
resultaba curiosa la conclusión 4ª del Tema X Disciplina, estilo,
ejemplaridad y austeridad del falangista, bajo la presidencia del
Teniente General José Moscardó en donde se decía: "Sin una disciplina enérgica y bien llevada no estamos en condiciones de
suprimir otras orientaciones políticas, ya que por debajo del sistema
proclamado por nuestro Estado hay grupos políticos, más o menos
larvados, que nos distinguen con su enemistad y con los que no hay que
soslayar la lucha conducente a eliminarlos radicalmente por medio de una
total superación, con una actividad intensa y eficaz y haciendo amplia
e inteligente difusión de nuestras aspiraciones y modos"
Para
evitar malentendidos y en cumplimiento de la costumbre, el Ministro
Secretario anunciaba su veloz salida para dar testimonio de fidelidad y
lealtad al Jefe Nacional.
Dos
actos de rancia coreografía cerraron la sesión. El Consejo Provincial
de Jaén pidió la Palma de Oro para el Caudillo y el Consejo Provincial
de Vizcaya pidió guardia permanente en el sepulcro de José Antonio de
dos escuadras provinciales cada semana, una de la Vieja Guardia y otra
del Frente de Juventudes (acción que apenas duraría un año).
La
movilización de falangistas para asistir el 29 de Octubre al magno acto
que se celebró conllevó 43 trenes especiales y 9 ordinarios, sumando
en total 688 unidades que transportaron a 48430 falangistas. Por
carreteras, tanto en autocares como en automóviles llegaron 51.189. De
la provincia de Madrid acudieron 8110 y de la capital en torno a los
40.000. Además 2500 mujeres de la Sección Femenina, 4000 del Frente de
Juventudes y 1500 de la Guardia de Franco. Un total en torno a los
156.000 falangistas. A ello contribuyó decisivamente el Jefe Provincial
de Madrid, Carlos Ruiz, altamente valorado por la militancia falangista,
creador de múltiples establecimientos educativos o sanitarios en la
provincia que aún hoy llevan su nombre.
Esta
cifra en torno a los ciento cincuenta mil asistentes se daba en la
prensa de Argentina y Portugal. A todas las provincias se les había
asignado un cupo variable de asistencia. Zaragoza, Toledo, Navarra y
Ciudad Real no pudieron cumplir con él, ni tampoco Guipúzcoa que se
excusó por razones de la inundación habida. El costo de los
desplazamientos supuso 5.076.924 de pesetas lo que, sumado a algunos
desperfectos en el estadio de Chamartín, impresos y demás elevaron la
cifra de gastos a 5.097.618 de ptas.
El
general Franco, con el uniforme de Jefe Nacional de la FET,. en el acto
de clausura volvió a poner las cosas en su sitio :"La
Falange está por encima de las contingencias...flanqueando y
respaldando la fuerza constituyente de nuestro ejército".
La
masiva movilización permite conocer la variopinta militancia presente
en zonas rurales venidas a Madrid y que hay que suponer como militancia
excepcional, en parte cohorte de figurantes (pero sin llegar a las
exageraciones comentadas más arriba) porque casi inmediatamente después
del Congreso había jefes provinciales que lamentaban comunicar la
inexistencia de organizaciones de la FET en muchos pueblos en 1954.
¿Puede
pensarse en una recomposición falangista? la respuesta tiene que ser
negativa, ni en cuanto a la organización ni en cuanto a los teóricos
fines políticos de la Falange. Existe constancia de los primero por
comunicaciones de los Jefes Provinciales que no pintaban precisamente un
situación boyante y también por la misma naturaleza de los presentes
en el Congreso, bastante huérfanos de doctrina, oportunistas o
cobijados. De lo segundo cabe afirmar que la Falange se desplegaba de
fuerza auxiliar del gobierno de turno. Una buena prueba de ello iban a
ser las elecciones de 1954.
El
dotar de legitimidad al régimen era la tarea fundamental que acometía
el Movimiento, utilizando, ahora sí, el marco prefijado para ella en
Abril del 37. Había que incluir la actividad política para demostrar
que el régimen podía funcionar. El instrumento del Plan de Acción Política
Provincial sería llevada a cabo por los hombres del Movimiento. Para
este Plan de 1954 que debían elaborar los Jefes Provinciales y luego
debía ser aprobados por la SGM tenían que celebrarse asambleas locales
y comarcales de afiliados al Movimiento.
Si
algunos de los acuerdos se pusieron en práctica, no iba a significar
aquello el predominio falangista. Esos acuerdos de tipo instrumental
servirían para que funcionara la maquinaria del régimen, pero apenas
en el sentido que algunos de los francofalangistas querían. Tan solo un
año antes había señalado Fernández Cuesta que era la inamovilidad lo
que definía al régimen. Quedaba presente también la preocupación
social puesta de manifiesta en el Congreso y aparece el interrogante de
qué hubiera sido el franquismo sin el aporte social de los falangistas
incrustados en él. Faltaban tres años para que en la encrucijada del
56 se evidenciara la vía por la iba a optar el franquismo.
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