Ni
muy aficionados ni muy aplicados
a la heráldica y a la genealogía, nos atrevemos a dar a la luz
este texto que nos envía nuestro colaborador Alejandro de
Campomanes y Moraña. Habrá a quien le interese.
¿Y
a quién le importa esta foto, a estas alturas? Una imagen
solemnemente doméstica, destinada a perdurar en el ámbito mínimo
de la familia, se convierte en trocito de la historia cuando
importa a otros. E interesa, en nuestro caso, porque esa novia
que empuña la pluma de ave sobre los papeles del Registro
Civil, con la mano firme y la mirada en el vacío, es Pilar de
Luna Azlor de Aragón y Guillamas: el primer y limpio amor de un
José-Antonio Primo de Rivera casi adolescente.
Pilar
de Luna era heredera de numerosas fincas y señoríos, entre
ellos, de Pedrola, donde Cervantes sitúa la Ínsula Barataria,
del palacio de Zarauz, en donde el padre Coloma escribió
“Boy”, y de las tierras que rodean Javier, que al cabo de
los años su dueña cedería generosamente en favor del
castillo, quedándose exclusivamente con la casa solariega.
Sus
padres, quienes, en la foto, flanquean a los novios, fueron
José Antonio Azlor de Aragón y Hurtado de Zaldívar y María
Isabel de Guillamas y Caro, marquesa de San Felices y condesa de
Villalcázar de Sirga y de Mollina.
Pilar
de Luna era heredera, por vía paterna, de los más rancios títulos
de la nobleza aragonesa: del ducado de Luna, concedido por
Fernando el Católico, en 1495, a Don Juan de Aragón, Virrey de
Nápoles y nieto de Don Juan II de Aragón; del ducado de
Villahermosa, concedido por el propio Don Juan II de Aragón a
su hijo, Don Alonso de Aragón; del ducado de Palata; del
condado del Real de Valencia; de los marquesados de Cortes, de Cábrega,
de Valdetorres, de Xavier y de Guara, de los vizcondados de
Muruzábal de Andino y de Zolina.
José-Antonio,
por su calidad de primogénito, era heredero del marquesado de
Estella, de mucho más reciente creación que aquellos otros,
con grandeza de España. Y este título, en caso de enlace
matrimonial con la heredera del ducado de Luna, prevalecería
inexorablemente sobre éste, por usos tan chocantes como
consolidados.
El
amor a sus blasones de los Luna obstaculizó una relación que,
de haberse consagrado en enlace matrimonial, hubiera preterido
la transmisión de su título nobiliario: un motivo que Felipe
Ximénez de Sandoval califica, con razón, de respetable
pero poco humano. En el corazón de la joven Pilar
cedieron las razones del corazón ante las divisas de la casta,
y el incipiente amor acabó en nada, o en la memoria dulce del
sueño de lo que pudo ser y acerba de la realidad que no fue.
Pilar
contrajo matrimonio en junio de 1935 con Mariano de Urzáiz Silva
Salazar y Carvajal, Conde del Puerto, quien, terminada la
guerra, sería uno de los primeros alentadores y directivos del
turismo español. De ese matrimonio, venturoso, nacieron cinco
hijos: Pilar, Álvaro, Javier, Luis y Alfonso Urzáiz y Azlor de
Aragón.