Lo
del descubrimiento de América pilla lejos. Lo que no está tan lejos son
las bellaquerías de algunos sedicentes historiadores, que acaban de ser
descubiertas.
Desde
que apareció el mapa vikingo de Vinland, que la comunidad científica dio
por bueno, quedó sentado que fueron ellos, los vikingos, quienes habían
recalado en las Américas antes que Colón. Resignados, nos dijimos los
españolitos que, al fin y a la postre, descubrir era incorporar a la
Historia, y las Américas no se habían incorporado hasta el
descubrimiento colombino, por más que el Almirante tampoco tuviera mucha
idea de hasta dónde había llegado.
Pero
no, resulta que el mapa vikingo es falso.
El
mapa de Vinland lo había adquirido la Universidad de Yale en 1957. Datado
en 1440, se aprecian en él, además de las costas europeas, asiáticas y
africanas, las de Terranova, lo que hacía prueba de que fueron los cornúpetas
normandos quienes hollaron con su pie la tierra americana. ¡Todo un
acontecimiento! ¡Los rubios wasp, lejanos herederos de los
poderosos vikingos podían ya sentirse adelantados del nuevo mundo!
Y
ahora, más de cuarenta años después, se descubre que el mapa en cuestión
es una falsificación. No una burda falsificación, sino una habilidosa y
bien apañada superchería, salida de manos expertas y astutas: las de
alguien conocedor de la Historia, que ha querido amañarla en servicio de
unas aspiraciones nada difíciles de descubrir: las de preterir a los
hispanos, para atribuir a los sajones un mérito del que carecen.
Con
motivo de la preparación de la exposición sobre los vikingos que va
a celebrar en Washington la Smithsonian Institution, en la que no podía
faltar el famoso mapa, se acordó someterlo al examen de un físico
independiente, experto en mapas antiguos, en vista de las dudas que
algunos científicos albergaban. Se hizo cargo del examen el Dr. Douglas
McNaughton, y el resultado de su análisis no pudo ser más demoledor: sólo
el pergamino es auténtico. El resto es falso, empezando por la tinta, que
contiene dióxido de titanio, desconocido hasta 1920.
Y
es más: el diseño del mapa está sacado de los mapas que el cartógrafo
genovés Nicolo dibujó a principios del siglo XVI para la monarquía
lusitana, según el material secreto que traían los navegantes lusos.
O
sea que el Vinland Map es una falsificación de mapas
portugueses del Atlántico norte, sobre los que se ha añadido Terranova,
ya con material moderno.
Como
muy bien explicaba el periodista José-María Carrascal, aunque la
comunidad científica comparte las conclusiones del Dr. McNaughton, hay
quien se aferra a la autenticidad del documento. Y algunos con tal
ferocidad que parecen habérselo tomando como si en ello les fuera el
alma. Acaso sea así.
Lo
que es pena es que la campaña divulgativa y periodística que dio por
bueno el mapa no se vea ahora compensada con otra de signo contrario, que
ponga en evidencia la superchería, y –sobre todo- su intención, su
mala intención.
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