En
mi mano hay cinco espigas florecidas,
que han brotado por los campos de mi España
al conjuro de mi voz, estremecida
con mis cantos de justicia y esperanza.
La
armadura de mi fe, que fue velada
en el patio de un castillo medieval,
en el yunque del estudio, remozada,
más batallas otra vez quiere ganar.
Servir, servir a un ideal;
morir por una Patria azul;
sembrar de nuevo la verdad;
amar a nuestra juventud.
Si en mi tierra hay mil molinos juveniles,
que no muelen las harinas de la Patria,
seré el viento que a sus aspas dé la vida,
seré el canto que remueve sus entrañas.
Y los trigos amarillos de sus venas,
con las flechas de mi pecho entrelazada
alzarán el horizonte del Imperio
las gigantes juventudes de mi España.