|
Los
sectores en donde mayormente podía significarse un grupo político eran el
obrero y el estudiantil, ambos frentes constituyeron la franja de vanguardia en
la lucha contra el régimen, y por supuesto una opción transformadora, dinámica,
había por fuerza de dirigir sus invectivas contra el inmovilismo institucional
y muy en particular contra la antigualla del Partido único, al que
interpretaban como falsificador de la Falange. El
movimiento obrero Fue en 1963 cuando Ceferino
Maestú publicaba un folleto de título La Falange y los Sindicatos
obreros" en donde, tras repasar el sindicalismo falangista republicano,
hacía una llamada a la esperanza (1). Se desempolvaban los rancios sabores, ya
olvidados, del obrerismo jonsista, se apostaba por conseguir un estado
de justicia social alejado de posturas acomodaticias, y se expresaba la
voluntad de competir revolucionariamente con otros movimientos obreros. Si en la historia reciente tales presupuestos se habían dado ¿por
qué no ahora? La estructura económica del país
era capitalista sin paliativos. El régimen había ido abandonando en el camino
lo que de sindicalismo falangista pudiera haber tenido. Persistían tan sólo
ciertos substratos legales y un vocabulario tópico.
Los tiempos de las
movilizaciones sindicales por parte de la Falange quedaban lejos, no atravesaban
el umbral de los años inmediatos de
posguerra con los intentos del falangista Salvador Merino que asustó a
empresarios, Ejército e Iglesia y que fue convenientemente purgado, a pesar de
lo cual resulta curioso que esta alternativa falangista no reivindicara la
figura del antiguo Delegado de Sindicatos. No se establecieron nunca
puentes de entendimiento con
ningún ministro falangista que hubiera desempeñado jefatura en los sindicatos
del régimen, parcela tradicionalmente considerada del dominio azul. El FES juzgaba mala la situación
de los trabajadores. Su participación en la renta nacional había descendido.
La realidad agraria merecía el calificativo de "desesperada" para
algunas zonas. Constituían los factores más degradantes un paro que afectaba a
600.000 personas y dos millones de emigrantes. Junto a esta realidad, y viviendo
de ella, estaba el capitalismo y por la Falange, que multiplicaba sus beneficios
sin mejorar siquiera las condiciones de vida de sus trabajadores. Se efectuaba una crítica
que perfectamente podía haber sido asumida por cualquier integrante de la
oposición de izquierdas. No existía el mínimo alborozo por las realizaciones
del régimen por parte de esta Falange que intentaba conseguir prestigio entre
las filas de los trabajadores. Las menciones al obrerismo jonsista-falangista
servían de autoconvencimiento, de generadoras de ilusiones, aunque bien sabían
estos utópicos falangistas la
escasa fuerza real que entre los obreros había tenido la Falange. Sin la parafernalia al uso, pero
de claro contenido falangista en su sustancia era la revista Sindicalismo,
del año 64, obra de Maestú, con tan solo cinco números publicados, que era
repartido en núcleos obreros y en bocas del metro madrileño. Su distribución
en la zona obrera de Villaverde fue juzgada por la organización de éxito
al haberse vendido 1500 ejemplares en un par de horas. Si bien era Maestú
el ideólogo de la publicación, no cabe duda que allí se expresaba el
contenido sindical de aquel incipiente núcleo falangista. Las diez cartas de Hillers,
Carmena e Izquierdo dirigidas a mandos de la OJE, mostraban una acusada
sensibilidad sindical en las críticas que se ejercían a los ministros de
Trabajo o Comercio y en la necesidad imperiosa de que surgieran sindicatos
falangistas (2). Fue también el año 64 quien presenció la creación, en dependencias del Movimiento, del Centro Social Manuel Mateo. Allí se reunían Camacho, Ariza y otros militantes del PCE en esta primera etapa de Comisiones Obreras, ocultando su identidad bajo la de socialdemócratas. También frecuentaban el local falangistas disidentes como Maestú, Perales o Fernando Pérez Garijo. Primitivos contactos quedaron rotos a propósito de los distintos criterios sindicales en torno a un grupo de jurados de empresa; esta fue la causa inmediata. Las ideologías, tan dispares entre unos y otros fue la raíz del desacuerdo. Ceferino Maestú había acudido con la siglas UTS (Unión de Trabajadores Sindicalistas) a la creación de la Comisión de los 16. Había una gran esperanza en canalizar la lucha obrera por cauces falangistas, pero pronto cundió el desánimo. Maestú abandonará el movimiento falangista, posiblemente convencido de que era inútil una "oposición falangista". El relevo en el incipiente obrerismo se hará con las siglas FNT y como inspirador de ese Frente Nacional de Trabajadores actuará el histórico falangista disidente Narciso Perales Herrero.
El contacto con la Organización
Sindical quedaba descartado, a lo que no era ajeno el franquismo medular de los
falangistas allí colocados. Si se pensaba que el Movimiento y la Organización
Sindical eran las dos grandes armas de opresión de los que se servía la
plutocracia resultaba un tanto forzado cualquier intento de comprensión hacia
el sindicalismo del régimen. La negativa a integrarse
en los circuitos del sindicalismo oficial, considerado de extremada corrupción,
aun cuando se tuviera por parcela falangista, les llevó a pedir la abstención
en las elecciones sindicales de 1966 (3). Esta
petición de
boicot a
las elecciones, junto a la crítica sobre el nuevo salario
mínimo se hicieron en un panfleto de septiembre del 66 en el que ya aparece la
dextrógira, más tarde símbolo del FSR profusamente utilizado. ¿Qué pretendía el FNT?
Crear un sindicato único, libre,
representativo y obligatorio, y luchar por la desaparición del capitalismo. Se
creía en una sociedad con banca de la nación, en la que los servicios públicos
fueran lo que su nombre indicaba y donde la propiedad de tierra y empresa fueran
de los que las trabajaban. Tal declaración de intenciones suponía desde luego
compartir planteamientos izquierdistas al menos en el constructo teórico. El
grado de utopía era enorme, pero entonces aún se vislumbraban alternativas de
transformación radical al sistema capitalista. Participaron estos falangistas
en los comités de empresa de la Standard-Marconi, haciendo gala de un lenguaje
mimético del de la izquierda: "¿Por qué hemos de ser los trabajadores
los que suframos las consecuencias? !Que inviertan los millones de pesetas
repartidos como botín del robo de nuestro sudor en solucionar la crisis."
La asimilación izquierdista no sólo era en el lenguaje y fue también
utilizada, de vez en cuando, en el análisis teórico. La distinción entre
trabajo, fuerza de trabajo y remuneración, eran usadas al hablar del engorde
del capitalismo al lado de los raquíticos salarios mínimos que decretaba el
gobierno. Al examinar la
postura que manifestaban en
esta época surge la duda de si este maximalismo verbal podía amparar
situaciones conservadoras cuando no reaccionarias, pero difícilmente esto puede
ser aceptado cuando siempre hubo la negativa sistemática a
imbricarse en el sistema y, desde la extravagante trinchera de lucha
escogida, se iban condenando a convertirse en un grupo marginal. Con el nombre de Falange
Nueva se lanzó propaganda en contra de Solís, "el Delegado Nacional
de Sindicatos que no son sindicatos", a propósito de la fijación del
salario mínimo. La utilización de ese nombre, que parecía responder al sentir
de estos falangistas disidentes como contraposición a la vieja Falange del Movimiento, pronto
se dejaría de utilizar porque parecidos términos utilizaban, o con ellos se
definía, a quienes relanzaban la ideología fascista en otras partes de Europa.
El FNT cambiará su
nombre, para hacer más vendible la mercancía por el de Frente Sindicalista
Revolucionario. Según Ellwood es el 66 el año del abandono de Perales y de
otros militantes por el autoritarismo que, según decían, imponía Hillers en la organización.
Otros datos sugieren que la marcha de Perales ocurre en el 67. Fue en Abril de
ese año cuando el FNT denunciaba "a todos los estudiantes" la miseria
del convenio de la banca, la opulencia de los beneficios de los banqueros y les
convocaba a una manifestación ante el cine Carlos III de Madrid en donde se
habría de celebrar una Junta de accionistas. Consecuencia de aquella
concentración fue la detención del dirigente del FES Antonio Hermoso Trigo. Presenciaba el año 67 el
final de los escarceos de la Falange alternativa, con organización propia, en
el mundo del trabajo. No faltarán a partir de aquel año, desde las
publicaciones del FES o mediante
charlas de miembros del grupo, la crítica económica y social junto al esbozo
de soluciones. Particularmente en lo que tocaba a la promoción cultural de los
trabajadores y en el acceso a la universidad de los mismos,
en donde el FES reclamaría
al gobierno "medidas de excepción" para lograrlo. Los sucesos de Octubre del
70 en Granada, que produjeron tres muertos, contaron con la participación
falangista (que con las siglas FES acude, al haber desaparecido el sector
laboral de la organización) llegando incluso a acusar tanto al gobierno como al
PCE de reprimir la huelga general convocada para el 21 de Octubre. Fueron
precisamente los sucesos de Granada, los últimos en donde la organización
participaba como tal en
movilizaciones de trabajadores. El combate en el sector obrero era muy duro. Experiencias personales de militantes sindicalistas falangistas, víctimas de la represión empresarial, que quedaron en el más absoluto desamparo, unido al escaso eco que entre los trabajadores tenía la protesta de este signo, fueron causas que llevaron a desistir de la lucha en este frente, si bien hubo esporádicos intentos de acción sindical obrera, bajo las siglas F.T.S., Frente de Trabajadores Sindicalistas, e incluso, en Galicia, se hizo propaganda bajo el nombre de un episódico F.L.S., Frente de Labradores Sindicalistas.
Aunque se sometía a dura
crítica al sindicato vertical, complejo burocrático y controlador, no se
demandaba abiertamente la libertad para la organización de sindicatos: pesaba la
ambición de unidad sindical. Desde Resurgir se manifestaba una
postura equidistante tanto del sindicalismo oficial como de las
peticiones de libertad sindical que entonces reclamaban Tierno, Laín o Ruiz Jiménez
entre otros. NOTAS 2.- S. ELLWOOD, Ob.cit., p.
224
|