Madrid, 10 de febrero.– Escucho ahora una figura política de la
España de hoy –el más joven y de mayor porvenir–, "por la
acción directa" que desarrolla en estos confusos momentos
agitando con el entusiasmo de su patriotismo la bandera antisoviética
en pro del "bien común" nacional.
Refiérome al abogado José Antonio Primo de Rivera, marqués de
Estella, título que heredó de su padre, que es el jefe de Falange
Española, núcleo bastante numeroso de estudiantes universitarios, de
oficinistas y de campesinos que, en los últimos tres años y
mayormente desde la revolución comunista de Asturias, en octubre de
1934, vienen afirmando su tenaz audacia y su alto espíritu de
sacrificio en el combate sin tregua a la revolución marxista.
Y España conoce a estos muchachos –más de 80.000– que, con
sus camisas azules y sus insignias, se baten valerosamente, en
arriesgados cuerpo a cuerpo en plena calle, enfrentando al adversario.
En las refriegas van quedando muchos de ellos, unos después de otros,
pero el Movimiento prosigue su marcha como un ejército en el campo de
batalla, reforzando, hora a hora, sus contingentes.
José Antonio, a quien me liga un entrañable recuerdo de su padre
–cuyo último retrato me ofreció en las vísperas de la caída de
la Dictadura, y que conservo, así como unas amables líneas escritas
en París, ocho días antes de su misteriosa muerte – es un hombre
joven, distinguido abogado, parlamentario vigoroso, que se consagró a
la política con el respetable propósito, que mucho le honra, de
desagravio a la memoria, tantas veces injustamente juzgada, del que
fue su progenitor y Dictador de España. Y si otras razones no hubiese
tenido, ésta –¡ya hoy tan rara!– bastaría para ganar mi
consideración y mi estima.
El nacionalsindicalismo español es, por su organización un
atrayente movimiento de rebeldía juvenil contra el liberalismo
político y económico del siglo XIX. En línea de los movimientos
autoritarios que alumbran la primera mitad del presente siglo,
preconiza la Revolución del Orden contra la Revolución del desorden.
En lo político, defiende la unidad nacional de España "cabeza
de un Imperio". En lo económico, concibe a España, "como
gigantesco sindicato de productores", que actúan organizados en
sociedades corporativas por un sistema de Sindicatos verticales
(principio de la revolución concebida de arriba para abajo),
distribuidos por los diferentes ramos de producción. En este
capítulo, el económico, repudia el sistema capitalista existente, el
cual "no atiende a las necesidades populares, deshumaniza la
propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas informes
propicias a la miseria y a la rebelión". Combate, por tanto, el
marxismo, que viene a ser su consecuencia. Propicia elevar el nivel de
vida del campo, "vivero permanente de España", y para eso
aboga en la necesidad de una reforma económica y social de la
agricultura, reforma tendente, en el plano económico, a enriquecer al
productor agrícola, asegurando a todos los productores de la tierra
un precio mínimo remunerador; haciendo posible que retorne al campo
gran parte de la población apta que hoy absorben las grandes
ciudades; organizando un verdadero crédito agrícola que permita
facilitar dinero a bajos intereses, de tal suerte que el labrador
pueda redimiese de la usura y del caciquismo político; difundiendo y
enseñando nuevos procedimientos agrícolas; racionalizando la
explotación de las unidades de cultivo con el fin de suprimir los
enormes latifundios despreciados, sin caer en la trampa de los
minifundios antieconómicos por su exiguo rendimiento. En lo social:
redistribución de las áreas cultivables para instituir la propiedad
familiar y estimular enérgicamente la sindicalización de los
labradores, liberar de la miseria en que viven a las enormes masas
campesinas, que hoy se extenúan y malogran sus esfuerzos arañando
suelos estériles y a las cuales es menester trasladarlas a nuevas
tierras cultivables; expropiar, por parte del estado, las tierras cuya
propiedad haya sido adquirida y disfrutada ilegítimamente;
reconstruir los patrimonios comunales de los pueblos, etc.
En cuanto a la educación nacional, el nacionalsindicalismo
preconiza la educación premilitar, capaz de dotar juventudes en
condiciones de incorporarse, en caso necesario, al ejército nacional;
sin descuidar la educación moral e intelectual que ha de
desarrollarse bajo la égida de la religión católica.
– Empero –manifiesta el jefe de la Falange Española– el
momento político español es tan confuso que no permite prever su
futuro... Las "derechas", está fuera de duda, ganarán las
elecciones...
– ¿También la Falange Española?
– Posiblemente no verá ninguna de sus candidaturas victoriosa. Y
esto sucederá a pesar de que sólo en Madrid tenemos 12.000 afiliados
y muchos simpatizantes.
– ¿Cómo puede ser esto?
– Es que la lucha electoral se entabla propiamente entre extrema
izquierda" y "extrema derecha"; es decir, entre
socialistas marxistas, que tienden a un comunismo integral, y los
católicos.
– La Falange no forma parte del bloque de las
"derechas"; según creo interpretar...
– Estamos contra la mentalidad y los procedimientos políticos de
las denominadas "derechas", cuya responsabilidad en la hora
es tremenda...
Y en un desahogo, exclama:
– ¡Ah! ... ¡esas derechas!...
Lo invito a proseguir la charla:
– ¿Y cuál considera entonces que será el resultado electoral
en las próximas elecciones?...
– No es fácil preverlo. Creo, con todo, que, a pesar de los
compromisos electorales de algunos partidos del bloque de las
"derechas" –que prometieron discutir en las nuevas Cortes
la legalidad o ilegalidad de la disolución de las anteriores, lo que
traería como consecuencia una mutación de escenario político
haciendo caer determinadas figuras–, será el propio señor Portela
Valladares quien será el encargado de constituir el nuevo Gobierno,
con algunos de los mismos partidos de las "derechas",
inclusive la "Ceda"...
– ¿Y siendo así?...
– Todo quedará como antes, como ahora...
– Y no aguarda una ofensiva revolucionaria de las izquierdas?
– Intentarán posiblemente sus golpes aquí y allá, pero no se
impondrán...
Insisto todavía:
– Háblase de una dictadura civil apoyada por el ejército...
– Quizá pero no para ahora.
–Y el nombre de Gil Robles...
– Es el que ofrece, de hecho, más garantías de éxito...
– A pesar de su mentalidad liberal, de su entusiasmo por el
parlamentarismo... –Insinuó.
Primo de Rivera asiente:
– Gil Robles gusta, en efecto, de la vida parlamentaria que, por
otra parte, le apasiona. Ha sido el Parlamento lo que le ha
proporcionado, en forma decisiva, sus triunfos políticos y la justa
fama y prestigio de que goza. Se siente en el Parlamento como "el
pez en el agua"...pero en el fondo y a pesar de todo, no cree en
las virtudes del régimen liberal ni en el sistema parlamentario.
–Por tanto, ¿confía usted en la acción futura del jefe de la
Ceda ... ?
–Lo juzgo capaz de ser dictador, pero no supongo que esa
dictadura resuelva definitivamente el problema política de España.
Tampoco creo que una dictadura sería capaz de resolver el problema
social o el económico, pues para eso sería necesario llevar a cabo
hasta sus últimas consecuencias la Revolución Nacional que propugna
la Falange.
La última pregunta:
– ¿En cuanto a la cuestión del régimen?
El hijo del último Dictador de la Monarquía española responde:
– ¿Para qué una restauración?... ¿Con qué monárquicos?
¿Con los que contribuyeron al derrumbamiento de las instituciones
monárquicas y, consecuentemente, a la implantación de la República,
el 14 de abril?...
Y para rematar:
– El problema no es de régimen, sino de hombres aptos. De
hombres a la altura de las responsabilidades del momento político, de
la hora que transcurre en todo el mundo. En este segundo cuartel de la
Revolución del siglo XX...
Y me despido con la convicción más absoluta que las juventudes
españolas serán llamadas, en breve, a trabajar activamente por el
futuro político de España...
Armando Boaventura: "Madrid–Moscovo. Da Ditadura á
República e á guerra civil de Espanha". Lisboa, 1937, c.
XIII, págs. 160-65.