Primo de Rivera comienza diciendo: "Veo por todas partes
rótulos aconsejando votar a España, ¿a quién se ha de votar en
estos momentos?" Esa propaganda no basta, manifiesta. Porque
España no es eso, a menos que sea una falsa invocación. España es
la tradición, su historia, su destino, su gran misión; cuando
España dejó de ser todo esto vino a dar en lo que estamos
presenciando, y lo que podrá ocurrir es fácil preverlo. O somos
hermanos o somos los mismos mercaderes o, sencillamente, no formamos
una Patria. España era una nación en la que había para todos, pero
desde hace unos cuantos lustros se ha especulado con su vida, con el
afán de emancipación de su pueblo; la situación que configuraba el
feudalismo era mejor que lo de ahora.
Hay dos clases de propietarios: el que dirige, desempeñando una
función social con competencia e interés, y otro, el que sin saber
nada de la explotación agrícola sólo se preocupa de cobrar la
renta, sin misión por arriba, ni convivencia por abajo. Los demagogos
son los interesados en que esto siga para que haya desesperados. Las
derechas tampoco ponen gran interés en remediar esto.
Describe el panorama de muchos pueblos de España, donde se vive en
la mayor miseria; sólo se les lleva pan en el período electoral, a
título de una caridad fingida, que no se siente en otros momentos
más que en los presentes.
Habla del pucherazo, que sólo se realiza por ignorancia de las
pobres gentes de los pueblos, y dice que este procedimiento, a su vez,
lo utilizan las izquierdas y las derechas.
No cree en el peligro de la revolución; es el coco de todas las
campañas electorales desde el advenimiento de la República. Las
anteriores Cortes fueron regidas bajo la consigna del miedo. Hay que
devolver a España lo que propugna la Falange Española, que es
Patria, pan y justicia; por eso la Falange está sola, sin
inteligencias con nadie; ni un solo puesto se les ha ofrecido; y que
conste así para que lo sepa toda España, después de haber sido los
de Falange los que iniciaron la organización del Frente Nacional; nos
importa únicamente el reconocimiento de nuestra organización. No hay
que temer el triunfo de las izquierdas, porque el Poder no se les
entregaría, aunque se apoderasen de él, y en cuyo gesto todos
estaremos juntos, lo mismo que en octubre cuando no hubo diferencias
entre los dispuestos a salvar a España.
Cree que es mayor peligro el que vayan a las Cortes quince o veinte
partidos, con los cuales será imposible gobernar.
Terminó diciendo que no hay más lema que el de ellos en momentos
como los presentes ¡Arriba España!
Arriba, núm. 32, 13 de febrero de 1936
La Época, 12 de febrero de 1936
ABC, de Sevilla, 12 de febrero de 1936.