Al levantarse a hablar José Antonio Primo de Rivera es acogido con
una ovación inenarrable y vivas entusiastas. Hecho el silencio,
principió diciendo que las elecciones actuales no son un problema,
que lo que hace falta es que arriba haya aliento histórico para
llevar a España por la senda tradicional de su grandeza y corregir en
los de abajo la injusticia y la miseria, por las cuales la masa es
cautiva de los embaucadores, de los explotadores de la miseria.
Añade que el capitalismo nos dejó sus grandes miserias y que unos
cuantos detentan la riqueza, mientras capas sociales más modestas no
disfrutan de ningún privilegio y hay quienes no tienen ni una cama
para caerse muertos. Alude al triste espectáculo de los obreros
parados en las plazas de los pueblos, esperando se alquilen sus brazos
como en Abisinia se alquilan esclavos o camellos. Alude también al 14
de abril y a las esperanzas y alegrías que los españoles pusieron en
el cambio de régimen, por creer que con ello vendría una España
nueva con justicia y pan para todos, malográndose esa ocasión y
aquella certidumbre en una España regenerada porque los políticos no
están a la altura de esa labor constructiva. Habla del bienio de
Azaña y del bienio de la C.E.D.A., inaugurado en 1933, y manifiesta
que ni en aquella ni en esta ocasión se hizo nada para conjurar el
grave problema del paro y la miseria en las clases trabajadoras, y
solamente cuando estas Cortes últimas hallábanse agonizantes se
destinan unos millones para obras de construcción en Madrid, mientras
que en el resto de España continuaban los parados exhibiendo sus
necesidades y sus miserias.
En relación con los Estatutos regionales, dice que Falange
Española no va contra los Estatutos que enaltezcan la colectividad
regional dentro de la unidad indestructible de la Patria, sino contra
aquellos otros que tienden a desmembrar el territorio nacional.
Considera torpeza inmensa, cálculo erróneo y de traición a España
las contemporizaciones con los elementos separatistas, y manifiesta
que al alzarse en 1934 contra España los elementos separatistas
debió ser suspendido terminantemente aquel famoso Estatuto de
Cataluña.
Refiérese a la indefensión de España en fronteras y costas, que
haría inútil todo generoso heroísmo de nuestro Ejército en caso de
conflicto internacional. Ataca a la enseñanza marxista y separatista,
manifestando que la escuela española no debe ser refugio de
extranjerismos ni laboratorio de extravagancias.
Alude al asunto del "straperlo" y al intento de atraco al
tesoro colonial español, manifestando que las Cortes votaron contra
su propia honorabilidad al depositar sus bolas blancas en una célebre
sesión. Dice que otra vez se presenta el panorama electoral con sus
fuerzas de izquierda, en que unidos los burgueses indeseables y
marxistas dependientes de los rusos chocan contra las derechas,
reunidas por el miedo, y que es demasiado serio el porvenir, el
bienestar y la salvación de España para jugárselo todo en las
próximas elecciones.
Afirma que Falange Española está dispuesta a luchar por la
Patria, que es el orgullo alegre de vivir unidos los españoles en una
comunidad de destino, y por la Justicia y el Pan, inseparables en la
aspiración de una sindicalización vertical de productores para que
los beneficios no vayan a manos de cuatro particulares sino al general
de todos los ciudadanos. Muéstrase partidario de una profunda reforma
crediticia y de otra no menos honda Reforma Agraria que organice el
campo dentro de un Estado fuerte y único servidor de los grandes
destinos de la Patria y elaborador de nuestras futuras y augustas
grandezas.
Tras de escuchar una ovación imponente del público, el orador se
traslad6 al teatro San Ildefonso, donde oportunamente se habían
colocado altavoces para que el numerosísimo público en él
congregado oyese los discursos y en el que José Antonio Primo de
Rivera se limitó a unas breves frases de saludo y agradecimiento,
coreadas por ovaciones y vivas entusiastas.
La Epoca, 3 de febrero de 1936.