"España va irremediablemente hacia la dictadura de Largo
Caballero, que será peor que la de Stalin, pues éste quiere hacer un
Estado marxista y el otro ignora lo que quiere. Seremos pasto de la
horda rusa, que nos arrollará, y no tenemos más remedio que ir a la
guerra civil. Hoy no hay más fuerza nueva y sana que nosotros y los
carlistas, y nos hace falta el apoyo material, que tenemos que
buscarlo en el Ejército, al que hay que sumar a nuestro Movimiento.
Sería conveniente la formación de un Frente Nacional para evitar que
las elecciones las ganen las izquierdas, que tienen todas las
probabilidades del triunfo. Pero con todo, como la revolución de
octubre no tuvo desenlace, éste tendrá que producirse."
José Antonio habló como media hora, trazando un bosquejo, certero
y pesimista, de la situación de España. Las Cortes, incapaces y
gárrulas, eran impotentes para hacer frente a los problemas del
país. La liquidación del Octubre rojo se consumaba con toda vileza.
Y a la par, crecía la marejada izquierdista; en los medios
proletarios se abría camino la idea del Frente Popular.
Haríamos concentrar en un punto próximo a la frontera portuguesa
unos miles de nuestros hombres de Primera Línea. Allí serían
armados. Allí aparecería a su frente un general, del que se nos
ocultó el nombre. Y nos lanzaríamos a la lucha, planteando un hecho
consumado a los patriotas de corazón que no tuvieran borrado el
sentido del honor y de la vergüenza, bien por contacto con los grupos
políticos exentos de quijotismo y de virtud heroica, o por la
contaminación con las ideas antinacionales.
"No tenemos más salida que la insurrección. Hay que ir a
ella, aun cuando perezcamos todos. Y mientras llega, vamos a montar
una Primera Línea capaz de aguantar todos los ataques y las
represalias que se nos impongan. Tenemos demasiados camaradas
valientes con nosotros. Incluso me tiene intranquilo la propensión
aventurera y arriscado de docenas y docenas de "camisas
azules" que gustan del riesgo más de la cuenta. Si no los
disciplinamos, no sólo van a dar disgustos a los marxistas. Pero con
todo su ardimiento y sus defectos, ¡son tan admirables!... No iremos
a un complot si no es para una cosa seria y revolucionaria y en la
seguridad de que nuestra política, caso de triunfar, y nuestra
apetencia revolucionaria sean las que prevalezcan. En todo caso
habremos de ir sin perder el control de nuestras fuerzas, sin que se
desdibujen nuestros cuadros. Mientras no se nos den las garantías
más terminantes no haremos nada. Y ya verán cómo, al triunfar las
izquierdas, acuden a vosotros esos mismos que ahora nos desdeñan
porque tenemos pocos votos.
Las izquierdas acentuarán su sectarismo y su barbarie. Los
republicanos se verán pronto desbordados por socialistas, comunistas
y anarquistas. España irá hacia la revolución y el caos a velas
desplegadas. Ya verán cómo el peligro nos fortalece. Fracasará de
una vez y para siempre el ensayo populista. Las masas agrarias se
vendrán con nosotros. Y la clase media y una minoría obrera. La
misma necesidad nos hará perfeccionar nuestros cuadros. Todo depende
de que conservemos la disciplina y de que no haya confusionismos
peligrosos. Tengan en cuenta que únicamente las minorías son las que
hacen la Historia y las revoluciones. Entre los militares cada día
tenemos más ambiente. En Africa hay ya una organización clandestina
magnífica, que está en muy buenas manos. Sin nosotros, nadie podrá
hacer nada práctico. No podemos esperar a que las cosas se pongan a
nuestro gusto. Si hay que caer no olviden que será por España. ¿Es
que no han caído nuestros mejores? Lo que hizo Matías Montero ¿no
debo hacerlo yo, que era su jefe? ¿Y Carrión, y Pérez Almeida, y
todos los demás?"
Analizó la situación política de España, los derroteros del
Gobierno y los nuevos avances de la subversión marxista, quedando
acordado que la Falange comparecería en la futura contienda electoral
para hacer propaganda y nada más, pero, al mismo tiempo, se
orientaría incesantemente a la proyección y preparación de un
Alzamiento armado, considerado ya ineludible.
"Yo os digo que en las próximas elecciones el triunfo será
de las izquierdas y que Azaña volverá al Poder. Y entonces a
nosotros se nos plantearán días tremendos, que habremos de soportar
con la máxima entereza. Pero creo que en vez de esperar la
persecución con los brazos cruzados debemos ir al Alzamiento
contando, a ser posible, con los militares, y si no, nosotros solos.
Tengo el ofrecimiento de 10.000 fusiles y un general. Medios no nos
faltarán. Nuestro deber es ir, por consiguiente, y con todas las
consecuencias, a la guerra civil."
Se hizo recuento de fuerzas que en determinadas circunstancias
actuarían. José Antonio habló de la actitud de ciertos generales.
Indicó que el que más simpatía contaba en el país y más confianza
inspiraba era Franco. Mencionó por vez primera a Yagüe, a Moscardó,
a los activistas afiliados al Movimiento en las plazas africanas. Y se
refirió a otros, especialmente a Mola y Goded, con los que ya había
hablado en el verano de 1934.
Acordado el Movimiento armado como única solución, José Antonio
afirmó que este acuerdo debía asentarse en una gran propaganda
sindical en las bases. "Nos podremos adueñar del Poder, pero
jamás del Pueblo si no hacemos la verdadera revolución."
Por último, se acordó penetrar en el Ejército por medio de una
organización competente y responsable como era la "U.M.E."
(Unión Militar Española) (1).
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(1) De los temas tratados por José Antonio y sus camaradas en
la reunión clandestina de la Junta Política, celebrada en el Parador
de Gredos los días 1 5 y 16 de junio de 1935, dan prolija cuenta,
entre otros, Francisco Bravo: José Antonio, el hombre, el jefe y
el camarada, págs. 162 y siguientes, y Joaquín Arrarás Iribarne:
Historia de la Cruzada Española, tomo VIII, págs. 358-59. A
la reunión precitada asistieron los jefes territoriales Luna, Sancho
Dávila, Hedilla, Bassas, Suevos y Panizo, los vocales de la Junta
Política Sánchez Mazas, Raimundo, Onésimo, Alfaro, Salazar, Mateo y
su presidente, Julio Ruiz de Alda. También concurrieron los
consejeros Aizpurúa, Aguilar, Bravo, Sainz, el conde de Montarco, y
Gil Ramírez y Enrique Sáenz, que estuvieron a cargo de la custodia.