Observo entre los asistentes a este acto gran variedad de rostros;
unos, de jóvenes que, con su natural anhelo y curiosidad, se asoman
por primera vez al terreno político que hoy asola y debate nuestra
Patria; otros, de hombres de rostros maduros en que aparecen las
primeras arrugas o empiezan a cubrirse de canas, que creen asistir a
un acto más de los numerosos que les ha deparado su existencia, y que
escuchan con el natural escepticismo a que le han conducido las
continuas promesas de los llamados partidos políticos.
A éstos he de hacerles presente que nosotros no somos un partido
más de los numerosos que hoy proliferan en el campo político
español, viviendo a expensas de una gran ilusión colectiva, porque
nosotros, precisamente, somos un antipartido.
Vosotros, campesinos de este típico pueblo rural andaluz, tan
corroídos por la usura, a pesar de las prácticas de los que han
desfilado por este escenario solicitando vuestro voto, y siempre
hartos y hastiados de esperar un resultado positivo de redención,
habéis de tener presente que, además de esa usura numeraria a que ha
aludido nuestro camarada Manuel Mateo –servidumbre tan corriente y
tan en boga en estos pueblos agrícolas–, existe otra usura que
avasalla la anterior: la usura política de las promesas incumplidas,
de las divisiones intestinas, de los llamados partidos políticos, en
una palabra; y precisamente por ello, nosotros, os he dicho y me
complazco en reiterarlo, no somos partido, sino que configuramos un
movimiento, un modo de ser, un estilo de vida.
Ahora anuncian que vamos a unas elecciones. Nosotros, sin fe ni
entusiasmo por esta parodia cívica que quiere remediar con parches
los males de la Patria, también iremos a la convocatoria. Pero
concurrimos como recurso de propaganda, con el espíritu alegre y
juvenil de la Falange. Sin preocuparnos de los resultados. Porque
estamos seguros de que triunfaremos. Y triunfaremos por las buenas o
por las malas, sin importarnos un ardite los trapicheos que pueden
asegurar un triunfo transitorio.
Y cuando sonría la primavera de nuestro triunfo se harán
efectivas nuestras promesas de redención de¡ campesino español, por
tener la seguridad de que, de resultar fallidas, vosotros tendríais
derecho a lapidarnos públicamente, arrojando contra nuestros rostros
las piedras más duras y ariscas que ofrece el campo de vuestros
sudores.
Camaradas y campesinos españoles. ¡Arriba España!
Versión del camarada Manuel Rodríguez Hens. Arriba, por su
parte, trajo una sucinta reseña. Es la siguiente: "Por la tarde
del mismo domingo se celebró otro mitin en Puente Palmera, pueblo
situado a 40 kilómetros de Córdoba, y que cuenta con más de 15.000
habitantes. El acto tuvo lugar al aire libre, en el teatro de verano,
ante un público compuesto de más de dos mil personas, en su mayoría
elemento campesino y extremista, que acogió al principio con
premeditada frialdad e indiferencia las palabras de nuestros oradores:
Velasco, Vignote, Mateo y Primo de Rivera; pero que acabó aplaudiendo
frenéticamente, sobre todo cuando José Antonio, después de decirles
que tenían razón para desconfiar de cuantos políticos pasaban por
allí en son de propaganda, les ofreció, en nombre de Falange, Pan,
Trabajo y Justicia."