Comenzó diciendo que el lenguaje de Falange es diferente de los
demás, añadiendo que mientras en Madrid los partidos se preocupan de
unirse para asaltar el Poder, los obreros siguen sublevados ante el
surco y siendo víctimas de las disputas de los que lo utilizan como
temas de discursos.
Descubrió la vida dolorosa del trabajador español, escabel para
que los terratenientes recojan el dinero y se lo gasten alegremente.
Agrega que la situación no se puede arreglar ni con las derechas
ni con las izquierdas, mientras exista la diferencia de que unos
tengan mucho y otros carezcan hasta de un palmo de tierra donde caerse
muertos. Dice que la Falange está en pugna con las elecciones.
Con nosotros se abrirán los Sindicatos, que serán depositarios de
los intereses de los trabajadores y no tendrán que hacer antesala en
los ministerios. Habrá una Asamblea de hombres de diferentes
profesiones y oficios, donde defenderán sus intereses, y de esa forma
se quitarán los intermediarios, verdaderos explotadores de la
miseria, que con tal de mantener la irritación de los desheredados
son capaces de cultivar el acrecentamiento de todas las injusticias.
Termina diciendo que para hacer una España grande es preciso el
esfuerzo de todos.
La Nación, 18 de marzo de 1935