A propuesta del acusador privado, señor Primo de Rivera, se le
enseña una carta, que reconoce el procesado, dirigida al presidente
de la Juventud Socialista. En esa carta se queja de que sus camaradas
no le dejaban realizar un plan peligroso y que estaba dispuesto a
asumir todas las responsabilidades.
Primo de Rivera.–¿Qué plan era ése?
Procesado.–Un plan electoral. La carta quedó en borrador y
no la envié a su destino.
Hay otro papel en que se habla de una Sociedad titulada
"Vindicación", y se dice: "Se venden pistolas."
Primo de Rivera.–¿Qué Sociedad era ésa?
Procesado.–De tabaqueros, afiliados a la U.G.T.
Primo de Rivera.–Ha dicho usted que ignoraba que se vendiera
aquel día el periódico FE. ¿Por qué tenía usted en el
bolsillo otro papel conteniendo la noticia de que al jueves siguiente
se vendería el semanario FE?
Procesado.–Porque pensaba vigilar a los vendedores por si
llevaban armas.
Primo de Rivera.–¿Usted no conocía al muerto?
Procesado.–No.
Primo de Rivera.–Entonces, ¿por qué lo mató?...
Informe de la acusación privada
Don José Antonio Primo de Rivera anuncia una acusación breve.
Con sobriedad y justeza refiere el hecho.
Tello mató a traición al estudiante Matías Montero. Se le vio
disparar, se le siguió sin interrupción y quedó detenido casi en el
acto.
Las excusas del procesado son débiles y no probadas; antes al
contrario, los testigos justificaron la certeza de la tesis
acusatorio.
Justifica las tres agravantes que alega: alevosía, que caracteriza
el asesinato; premeditación y ensañamiento.
El procesado es amigo de todos los que han realizado hechos tan
cobardes como el ahora perseguido. Según él, venía a la carcel a
visitar al presunto matador del estudiante Sampol, y al hablar de su
vida pasada se refiere conocer a Tejada, acusado por la muerte de don
Vicente Pérez.
Se le escapó a Tello la afirmación de que sabía de una
organización preparada para cometer estos bárbaros atentados
organización criminal cuyos efectos viene sufriendo la sociedad
española.
Todo revela que se había formado una banda para matar a los
afiliados de Falange Española.
La circunstancia de premeditación se desprende de cuantos extremos
se han acreditado.
El ensañamiento, para apreciarlo, basta con recoger las
declaraciones técnicas de los forenses. Los últimos disparos se
hicieron ya caída en el suelo la víctima.
Antes de acabar su elocuente informe, el señor Primo de Rivera,
con honda emoción, habla de lo horrendo del delito, fría,
tranquilamente perpetrado.
La Sala ha de proceder sin contemplaciones, imponiendo al acusado
todo el peso de la Ley.
Hace una brillante apología del joven ejemplar, caballero
perfecto, estudiante modelo, amante de su Patria, don Matías Montero
y Rodríguez de Trujillo, incapaz de acción alguna impura, sino
preparado para defender el orden social, en cuyo holocausto resultó
inmolado (1).
La Nación, 19 de febrero de 1934.
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(1) Sólo por excepción asumió José Antonio las
responsabilidades de la acusación privada. En una de aquellas
ocasiones los marxistas atentaron contra su vida, el día 11 de abril
de 1934. Sucedió a la salida de la cárcel Modelo, donde José
Antonio llevó la acusación ante el Tribunal de Urgencia del
sindicalista García Guerra, que asesinó al falangista Jesús
Hernández, muchacho de quince años, en la calle de Augusto Figueroa.
La defensa corría a cargo del abogado de la C.N.T., Sánchez Roca, y
aunque el fiscal retiró la acusación, José Antonio la mantuvo. A
las tres de la tarde terminaba la sesión con la sentencia absolutorio
del procesado. José Antonio montó en su automóvil con Sarrión y
Cuerda. Al llegar a la esquina, de la calle Benito Gutiérrez, cuatro
pistoleros le arrojaron dos petardos a la vez que acribillaban el
parabrisas de su coche. José Antonio, pistola en mano, descendió de
él y persiguió a los agresores por la calle de Altamirano, con una
serenidad y una sangre fría verdaderamente pasmosas. El 2 de octubre
de 1934. Mundo Obrero, órgano central del Partido Comunista,
dedicaba estos párrafos al Jefe Nacional de la Falange: "Primo
de Rivera sabe perfectamente que mientras sus filas sólo se nutran de
paniaguados y asesinos estipendiados no pueden pensar en dar la
batalla política a la clase obrera."
Ese mismo Sánchez Roca, ya en calidad de subsecretario de Justicia
del régimen, sería el encargado de montar el artilugio
seudojurídico de Alicante, luego de apercibir al juez sumariante
Federico Enjuto y de disponer el nombramiento de un fiscal "ad
hoc", el fatídico Vidal Gil Tirado.