También en el campo del Derecho mercantil penetraron, a su tiempo,
los principios de la Revolución francesa. Y así las Sociedades
Anónimas, instrumentos del Estado en su origen, llegaron a ser
entidades gobernadas democráticamente por la Junta general de
accionistas. También aquí pudo promulgarse el principio: "Un
hombre, un voto", sin más que sustituir la palabra
"hombre" por la palabra "acción".
Pero a los nuevos hechos no pudo ser ajena la vida de las
sociedades anónimas. La misión de éstas, más compleja cada vez,
vino a resentirse por instantes de la ineficacia de las asambleas. Ya
en plena quiebra el principio liberal y democrático que la informó,
la sociedad anónima tiende, como en sus orígenes, a configurarse
jerárquicamente y a recobrar frente al Estado la consideración de
órgano de la economía nacional.
Joaquín Garrigues, el profesor de Derecho Mercantil en la
Universidad de Madrid, uno de los universitarios de mejor calidad,
sigue este proceso antidemocrático de las sociedades anónimas en el
breve libro cuyo título encabeza estas líneas. Breve libro donde los
hechos se recortan limpiamente, como en cristal, y donde el
pensamiento exacto sirve constantemente un lenguaje de pulcritud
perfecta.
Queremos que estas líneas sirvan de saludo al libro y a su autor,
cuya llegada se nos finge próxima, como un alegre barrunto, Joaquín
Garrigues, que tiene todas las cosas tan claras en el espíritu, sabe
ya, aunque en este libro no lo proclama directamente, cómo los mismos
principios que fueron corrosivos para la sociedad mercantil serán
bastante para acabar de disolver, si no se revisan resueltamente,
patrias e imperios.
FE, núm. 3. 18 de enero de 1934.