"Por fin llego a Jerez con el traje gris del camino y la
ronquera de la predicación como quien llega a su propia casa. En
todas partes me han dispensado el afecto y el honor, pero aquí, entre
vosotros, hallo caras de amigos y el calor de la casa paterna."
Hace una alusión a su padre y dice que cuando en las tropas se
pasa revista después de una acción militar y se pronuncia el nombre
de los caídos, todos los supervivientes que llevan aún el yelmo de
acero en la cabeza y las espuelas, contestan todos a una por los que
murieron: ¡Presente! (Ovación.) El párrafo que hasta aquí
ha sido pronunciado en tono conmovedor, arranca lágrimas de los ojos
del auditorio.
"Por eso esta tarde todos acudimos a pedir vuestros votos, y
cada cual con la vista fija en esa tumba que ha de informar todos los
actos de nuestra vida política. Tumba que es para nosotros una
lección y que nos hace trabajar por la fecundidad de nuestro pueblo.
Llevamos dos años y medio asistiendo a la descomposición de la
Patria, poco después de transcurridos aquellos años llamados
indignos en que todos trabajamos en paz y empezaba a vislumbrarse la
cultura, y tuvo como colofón la solución del problema de Marruecos,
no resignándonos como víctimas sino viendo cómo los barcos de
España y Francia formaban una columna de honor a las órdenes de un
mismo general..." (Ovación que impide al orador terminar el
párrafo.)
Esa España es la que teníamos cuando unos desalmados, que no
tenían más agravio que habérseles tachado por la Censura unos
párrafos, vinieron a concertar la ruina de la Patria.
Decían estos farsantes que, en efecto, teníamos paz y trabajo y
habíamos logrado grandes ventajas materiales, pero en el orden
espiritual estábamos humillados, y aquella masa, así engañada,
votó en un día nefasto contra la obra de la Dictadura y votó este
régimen salido de las logias parisinas y de la internacional de
Amsterdam.
Según ellos, ya no es católico ningún español y España ha
dejado de ser creyente, y, por tanto, si España no fuese católica
tendría que ser satánica; porque no puede hablarse de pueblos
laicos.
España ya no es una. Pronto tendremos que recorrerla con
intérpretes por la diversidad de Estatutos y lenguas; llevaremos
intérpretes, si es que nos queda dinero para pagarlos, pues todo se
lo está llevando Maciá con los traspasos de servicios. España,
pues, ya no es una, es una República cantonal.
España ya no siente la familia, pues con la ley del divorcio se ha
amparado a los que nunca supieron constituir un hogar y amparado a
esas mujeres que no hay quien las resista ni diez minutos. En Arcos
decía hace poco: vosotros, los que habéis nacido y vivido en un
hogar donde el padre era la autoridad y la madre el amor, el padre
representaba el trabajo y la madre el perdón, ¿cómo podéis ahora
comprender que vuestras hijas, después de casadas, sean abandonadas
como se deja el salón de espectáculos cuando no agrada la película?
(Muchos aplausos.)
España, un día de estos, empezará a ser zona de reclutamiento
para otro país, y el túnel del Estrecho facilitará el paso de las
tropas coloniales de la República vecina, pues los políticos
extranjeros que han venido por Barcelona y Madrid no lo han hecho tan
sólo para recoger los silbidos del pueblo, sino para concertar pactos
que permanecen en el secreto.
Por último, España ha dejado de ser una nación; ahora es una
República de trabajadores. La República no puede ser nunca el
patrimonio de una clase, pues no es una forma política, como no lo es
el Estado por mucho que se quiera.
Esta España, deshecha en pedazos, es la que tratamos de rehacer;
tal vez no lo logremos en estas Cortes. Si no lo logramos, volveremos
a vosotros a pedir vuestro calor y vuestra ayuda. Ahora nos toca
luchar para, todos unidos, ir al resurgimiento de la Patria.
Logrado esto, él logrará –termina diciendo– ese reposo que
traduce la verdadera serenidad y que ahora nos falta con la inquietud
de ver la tempestad que se desencadena actualmente contra España.
Sólo entonces logrará ese reposo que es el mejor descanso que da
Dios Nuestro Señor para los héroes que fueron mártires por los
pecados de su generación. (Grandiosa ovación que dura largo rato.)
Diario de Jerez, 18 de noviembre de 1933.