Habló de la seriedad de estos candidatos, enemigos de los vicios
de la vieja política electorera; censuró estos últimos tiempos de
política desastrosa, especialmente la burla que supone haber
utilizado al obrero como escalón para alcanzar los escaños de
diputados y los magníficos autos oficiales; el desastre de la reforma
agraria, y tantos otros proyectos que han venido a desacreditar a los
profesionales de una política que lleva a España a la ruina.
Expone sus teorías sobre el parlamentarismo y los propósitos que
le animan. Y al hablar de sus esperanzas para el porvenir de una
España grande, el público no le deja terminar el párrafo,
interrumpiéndolo con aplausos y vivas a España y a Primo de Rivera.
Diario de Jerez, 10 de noviembre de 1933.