Desde la cárcel Modelo de Madrid, donde se hallaban incomunicados,
José Antonio y Miguel Primo de Rivera elevaron un escrito al juez, el
19 de agosto de 1932, en demanda de justicia. No se les había dicho
el motivo de su detención. José Antonio se hallaba desde el día 5
de agosto en San Sebastián y el día 11 se trasladó a Irún para
recibir el cadáver de la duquesa de Fernán Núñez, fallecida en
Berlín. Al regresar de la estación, la Policía le detuvo, y acto
seguido fue conducido a Madrid. Miguel se encontraba desde el 16 de
julio en Jerez de la Frontera y desde allí se había trasladado a San
Sebastián, donde, a su llegada, fue detenido. "Los autores de
estas líneas –se dice en el escrito autógrafo de José Antonio,
dirigido al Juzgado especial, que figura en el sumario instruido por
los sucesos del 10 de agosto– eran totalmente ajenos al Movimiento.
Es absurdo que, estando complicados en él, y dadas su juventud y su
significado familiar, hubieran dejado que los colegas de conspiración
arrostraran todos los peligros del combate que se desarrolló aquella
madrugada, mientras ellos gozaban de su veraneo. Por otra parte, si
les quisiera alguien suponer a tal extremo precavidos, era mucho más
lógico haber esperado noticias al otro lado de la frontera (uno pasó
a Francia la víspera del Movimiento; el otro estaba a pocos
kilómetros de Gibraltar) que no dejarse prender inocentemente
después del fracaso. Además, ni el uno iba a pasar en el tren la
noche de los acontecimientos, ni uno y otro iban a exhibirse al otro
día de frustrarse la intentona en sitios tan visibles como el hotel
Continental, de San Sebastián, y la estación de Irún durante un
traslado fúnebre muy notorio y concurrido. Por último, no dejará de
pesar en el ánimo del Juzgado esta consideración: don Fernando Primo
de Rivera, oficial aviador, hermano de los firmantes, estuvo de
guardia en el aeródromo de Getafe en la noche de los sucesos, y ha
sido públicamente ensalzado por la puntualidad con que cumplió las
órdenes superiores; y es inadmisible que una familia, unida hasta el
punto de que todos los hermanos, no obstante ser huérfanos de padre y
madre y mayores de edad, viven en la misma casa, se hubieran dividido
en dos bandos en trance tan serio como la rebelión del día 10" (1).
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(1) Joaquín Arrarás: "Historia de la
Segunda República Española", Madrid, 1956, tomo I, pág.
458 in fine. A propósito de aquella intentona monárquica,
José Antonio solía hacer estas consideraciones:
– "Yo no podía estar de acuerdo con aquello. Nosotros tenemos
que hacer las cosas por una España interpretada y sentida
revolucionariamente, por una España a la que metamos en el alma
afanes de imperio. Nuestra lucha despiadada con el marxismo y el
anarquismo nos ha enseñado a ser implacables. Y no nos pasará lo que
a ellos." Francisco Bravo: "José Antonio. El hombre, el
jefe, el camarada". Ediciones Españolas, S. A., Madrid, 1939,
págs. 188–189.