El señor Primo de Rivera fue ovacionado calurosamente al
adelantarse a hablar.
Agradeció las frases del señor Julián Pemartín al hacer su
presentación, diciendo que era la única vez que lo había engañado
en su vida, pues ignoraba que fuese un orador de tan altos vuelos.
Dice que el hablar en Jerez es para él todo un recuerdo y le
dejará una de las mayores emociones de su vida. Anuncia que su
conferencia no va a ser política ni piensa actuar más de esa manera,
sino en cuanto sea preciso para defender la memoria de su padre.
"Lo que me propongo es someteros mis notas de estudiante, por
si en estas notas se atisba alguna verdad que pueda luego servir a los
que tienen dotes de caudillo."
Añade que en la ciencia política, como en toda ciencia, se pasa
por épocas de fe en una verdad central, absoluta, eje y explicación
de todas las normas, y por épocas que van presididas por la duda de
Pilatos: "¿Qué es la verdad?"
"Nuestro tiempo –continúa– es el paso de una de estas
épocas a la otra. El mundo, convaleciente de la doctrina de Rousseau
y de la crítica positivista, vuelve los ojos hacia el afán de una
verdad de validez permanente, que sirva para medir Injusticia o la
injusticia de todas las normas."
En la construcción de Rousseau, el soberano (la voluntad general,
prácticamente, la mayoría) no necesitaba tener razón para que
fuesen legítimas sus decisiones.
Lo justo dejaba de ser una categoría de razón para ser en cada
instante una decisión de voluntad.
No había, por consecuencia, una norma permanente de justicia. Así
se ha podido llegar, en sistemas inspirados en la construcción
rousseauniana, a la negación de todo derecho para las minorías.
El positivismo hizo objeto al dogma de la soberanía nacional de
una crítica implacable, pero no lo sustituyó por ninguna otra norma
absoluta.
Contempló la vida social como una serie de fenómenos sin otras
leyes permanentes que las de su conservación.
"En nuestros días, el pensamiento jurídico, fatigado de
dudar y afanoso de principios invariables, busca otra vez la verdad
por el camino de la Metafísica y por el de la Teología en los nuevos
estudios escolásticos. He aquí cómo muchos que padecen burlas
porque no creen en la soberanía nacional, están mucho más a la
altura de los tiempos que los que les zahieren."
Al terminar su conferencia, el señor Primo de Rivera fue aplaudido
con gran entusiasmo. Después fue obsequiado con una comida íntima en
el hotel Los Cisnes.
Diario de Cádiz, 29 de febrero de 1932.