Comenzó dando las gracias por el afectuoso recuerdo de los
concurrentes hacia su ilustre padre, que con tanto amor se había
sacrificado por España.
Demostró que los que deshonran a la Patria son los que toman su
nombre para ir a hablar mal de ella en el extranjero.
Hizo una apología de la obra de la Dictadura, fijándose en la
pacificación de Marruecos, en el restablecimiento del orden, en la
elevación de la economía española y del crédito de España, en las
carreteras, en los ferrocarriles, y terminó diciendo que todo aquello
era obra de su padre.
Al final, José Antonio recogió las alabanzas que le había
dirigido el señor Rodríguez Soto, haciendo la confesión de que no
se le había despertado la vocación política hasta que recibió en
Madrid el telegrama que le anunciaba la muerte de su padre (1).
"Este telegrama -dijo- fue la orden que me obligó a abandonar
los quehaceres de mi carrera y a salir de mi casa para impedir que
vuelva a España aquel régimen de que nos libraron los hombres de la
Dictadura."
Añadió que no ambicionaba el Poder, y sí sólo que la obra de
regeneración nacional no retroceda ni se detenga, para evitar el
oprobio que de esto nos sobrevendría.
Dedicó un poético canto a la belleza de la mujer, y un recuerdo
de afecto a los hermanos que tenemos emigrados en América, a la
Galicia de allende los mares, que constituye la moderna y más
duradera fortaleza de España, pues está edificada con materiales tan
nobles como son el trabajo, el tesón y el sacrificio abnegado de una
raza.
Terminó aconsejando a todos los españoles que nos amemos siempre
como hermanos.
La Región, Orense, 20 de noviembre de 1938.
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(1) Para muchos observadores no había pasado inadvertida
la coyuntura crucial que significaba para José Antonio la
desaparición de su padre, como mandato imperativo de acción y de
lucha. César González-Ruano anota en sus "Memorias":
"Cuando volvimos a vernos, en septiembre de 1933, y empezando a
marchar, antes de su acto oficialmente fundacional, lo que iba a ser
la Falange, recuerdo que José Antonio me preguntó:
– ¿Desde cuándo crees tú que yo pensaba en esto?
– Desde que te vi presidiendo el entierro de tu padre."
(Nota de los compiladores.)