Don José Antonio Primo de Rivera comienza su discurso con estas
palabras:
"Mi padre murió en París de soledad; soledad, por estar
lejos de los suyos; soledad, por sentir que su obra no le acompañaba.
Empezaban entonces los ataques, ahora recrudecidos por quienes durante
más de seis años toleraron calladamente la Dictadura. Apenas llegó
a París la voz de los leales; llegaba, en cambio, la algarabía de
los enemigos. Así, mi padre, que era joven cuando subió al Poder,
envejeció en seis años.
Una señora, puesta en pie, grita: "Las madres españolas
ofrecemos nuestro cariño al hijo de quien evitó que los nuestros
muriesen en Marruecos." (Grandes aplausos.)
Recordando aquellas tristezas -sigue diciendo Primo de Rivera- no
podéis imaginar cómo siento en el corazón estos aplausos. Sois los
que estabais con él, y también me alegra ver que hay aquí enemigos.
Mi padre nunca los consideraba como tales, porque era un corazón
abierto a todos. También yo quisiera hacerme oír por ellos para
convencerlos o para que me convencieran.
Se refiere después al carácter eminentemente democrático de la
Dictadura. que vivió siempre en contacto con la opinión y que
recibía los anhelos de toda España, estudiándolos y atendiéndolos.
Termina pidiendo a todos que no desfallezcan ni dejen de ayudar a
los gobernantes para desvirtuar aquella famosa frase en que se pinta a
Castilla como una madre que eleva a sus hijos y luego los abandona:
"¡Ay, Castilla, que faze los homes e los quiebras"
Una estruendoso ovación acoge estas palabras (1).
La Nación, 1 de septiembre de 1930.
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(1) En conversaciones mantenidas con Francisco Bravo, y que
en su tiempo corroboraron Rafael Sánchez Mazas y Eugenio Montes,
refiere José Antonio pormenores que clarifican y acaso justifican su
posición sentimental en la campaña que documentamos: "Después
de la caída de mi padre, el secretario del Rey dejó de felicitarme
en su nombre el día de mi cumpleaños, como venía haciendo desde
hacía varios años. Esto indicó que mis relaciones con don Alfonso
quedaban canceladas. Empero, se produjo en don Alfonso un vuelco
afectuoso con motivo de la inesperada desaparición de mi padre. Tengo
presente, sobre todo, el telegrama que me hizo llegar desde Londres en
ocasión del primer aniversario." Insistió su interlocutor:
"Tú, José Antonio, ¿habías votado por los republicanos el 12
de abril?" A lo que respondió con elegancia: "No olvides
que el voto es secreto. Permíteme que no lo quebrante."