El ilustre primogénito del insigne y nunca bastante llorado Primo
de Rivera honra hoy las columnas de El Pueblo Manchego con su
aportación a esta encuesta, cuyo insospechado éxito proclama la
reproducción diaria con que nos vienen distinguiendo los principales
periódicos de Madrid y provincias e incluso el vasto sector de Prensa
americana servido por la "Associated Press".
José Antonio Primo de Rivera puede decirse que hace con estas
cuartillas su primera comparecencia política, de radio nacional, pues
ni los dos o tres artículos que lleva publicados en La Nación ni su
reciente discurso en Jerez de la Frontera -cuya representación
parlamentaria tiene ya asegurada plebiscitariamente-, quizá por
referirse a temas de circunstancias, han tenido la resonancia que
indudablemente habrán de alcanzar, por su serenidad y ponderación,
extrañas en un espíritu mozo, hostigado, los juicios que le sugiere
la actualidad política española.
El futuro marqués de Estella, -cuya atención agradecemos
cordialmente, es figura muy simpática en esta provincia por haber
defendido, en horas amargas, a los pueblos de Malagón, Fuente el
Fresno y Porzuna contra la expoliación que les amenazaba en el pleito
sobre los terrenos del llamado "Estado de Medinaceli".
I
Lo importante no es lo que España sea, sino lo que a España
convenga. Las naciones no pueden lanzarse a experimentos temerarios
porque lo quieran más o menos electores. La romántica superstición
de la soberanía popular va estando cada vez más cerca de ser
nuevamente sustituida por el clásico principio del bien público. Y,
con arreglo a ese principio, me parece que a España no le conviene
una República.
Ahora, que los peores enemigos de la Monarquía son los
monárquicos del estilo caciquil anterior al año 23. Esos -como ha
puesto de relieve en certeros artículos José Pemartín- no pretenden
sostener a la Monarquía, sino sostenerse de la Monarquía; descansar
en el arraigo histórico de la Monarquía para no tener que ganarse el
respeto público con su propio eficaz esfuerzo; encubrir con un
"¡viva el rey!", como los cómicos malos del siglo XIX, sus
componendas y sus desaciertos. Todo lo que se haga por destruir a los
supervivientes de tal escuela será buen servicio que se preste a la
causa monárquica.
II
Supongo que sí, pero no entiendo de esas cosas.
III
Hay dos Españas. La verdadera está próspera y sana después de
seis años de buen gobierno. Aquí no tenemos crisis del trabajo, ni
de la natalidad, ni de la moral familiar, ni graves conflictos
interiores o exteriores como los que dificultan angustiosamente la
vida de otros países. Sólo algún humor indisciplinado, que ya va
educándose. Pero tenemos, en cambio, una clase intelectual casi
completamente inepta. Los intelectuales -la otra España se sienten
despegados del pueblo, que ni los entiende ni los quiere. Y piensan
orgullosamente que su propio malestar, mezcla de soberbia y de
fracaso, es el malestar de España. De ahí que imaginen siempre vivir
instantes trágicos, y que los aprovechen para hablar, hablar, hablar
con pertinacia desalentadora, enervante. Pero la tragedia no está
más que en sus espíritus enfermizos. En vez de la revolución que
ellos consideran indispensable, a España -la nación socialmente más
sana del mundo- le basta con un poco más de traba o, de buena
administración, de cordialidad y un poco menos de pedantería.
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA
(Contestación a la encuesta del diario El Pueblo
Manchego, de Ciudad Real, publicada el 24 de julio de 1930.
Reproducida en La Nación el 25 de julio, de 1930.)