Villamartín, sin distinción de categorías, rindió en el día de
ayer un sentido homenaje a la memoria del llorado marqués de Estella,
recibiendo con todo afecto a su hijo don José Antonio Primo de
Rivera, que desde Jerez se trasladó a ésta en compañía del eximio
poeta y orador don José María Pemán y de otros distinguidos
señores, con objeto de conocer y saludar a los elementos de ésta que
siguieron la política de su malogrado padre.
Una vez en el local de la U.M.E., don José Antonio fue saludado
por cuantos afiliados se encontraban presentes, no cesando los vivas
entusiastas al ilustre apellido Primo de Rivera.
El industrial don Francisco Delgado, con la venia del señor Primo
de Rivera, leyó unos versos alusivos a la labor de su augusto padre,
que fueron muy aplaudidos.
Hecho el silencio, el señor Pemán presentó a los afiliados a don
José Primo de Rivera, teniendo un sentido recuerdo para el insigne
general, haciéndolo de la manera irreprochable que le es
característica, por lo que se le tributó una prolongada ovación.
El señor Primo de Rivera saluda a los señores que siguieron el
ideario de su padre, y dijo que, aunque nunca pensó en dedicarse a la
política, muerto aquél creía un deber formar en las filas del
partido de Unión Monárquica Nacional, para laborar por el
engrandecimiento de España. El ideario para la acción futura de los
defensores de la memoria del general Primo de Rivera es el siguiente:
1º. Unidad nacional indestructible; 2º. Supremacía del interés
de España frente a todos los intereses políticos partidistas; 3º.
Exaltación del sentimiento nacional como principio informador de
nuestra política; 4º. Reconquista de la independencia económica de
España; 5º. Establecimiento de una disciplina civil consciente,
severa y de alto espíritu patriótico; 6º. Existencia de un
Ejército y una Marina capaces de mantener en todo momento el
prestigio de España.
Ante la proximidad de las elecciones sentía que le obligaba el
deber de reclamar para el apellido de su padre el puesto que a él
hubiera correspondido.
Entre ovaciones clamorosas abandonó el local, para dar un paseo
por la población, entre el entusiasmo del público, repitiéndose las
manifestaciones de simpatía al emprender el regreso a Jerez de la
Frontera.
La Nación, 2 de julio de 1930.