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CARTA A LOS MILITARES DE ESPAÑA I. ANTE LA INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS
¿Habrá todavía entre vosotros soldados, oficiales españoles de tierra, mar y
aire quien proclame la indiferencia de los militares por la política? Esto pudo y
debió decirse cuando la política se desarrollaba entre partidos. No era la espada
militar la llamada a decidir sus pugnas, por otra parte harto mediocres. Pero hoy no nos
hallamos en presencia de una pugna interior. Está en litigio la existencia misma de
España como entidad y como unidad. El riesgo de ahora es exactamente equiparable al de
una invasión extranjera. Y esto no es una figura retórica; la extranjería del
movimiento que pone cerco a España se denuncia por sus consignas, por sus gritos, por sus
propósitos, por su sentido.
Las consignas vienen de fuera, de Moscú. Ved cómo rigen exactas en diversos pueblos.
Ved cómo en Francia, conforme a las órdenes soviéticas, se ha formado el Frente Popular
sobre la misma pauta que en España. Ved cómo aquí según anunciaron los que
conocen estos manejos ha habido una tregua hasta la fecha precisa en que terminaron
las elecciones francesas, y cómo el mismo día en que los disturbios de España ya no
iban a influir en la decisión de los electores franceses se han reanudado los incendios y
las matanzas.
Los gritos los habéis escuchado por las calles: no sólo el ¡Viva Rusia!" y el
¡Rusia, sí; España, no!", sino hasta el desgarrado y monstruoso "¡Muera
España!" (Por gritar ¡Muera España!" no ha sido castigado nadie hasta ahora,
en cambio, por gritar "¡Viva España!" o "¡Arriba España!" hay
centenares de encarcelados.) Si esta espeluznante verdad no fuera del dominio de todos, se
resistiría uno a escribirla, por temor a pasar por embustero.
Los propósitos de la revolución son bien claros. La Agrupación Socialista de
Madrid, en el programa oficial que ha redactado, reclama para las regiones y las colonias
un ilimitado derecho de autodeterminación, que incluso las lleve a pronunciarse por la
independencia.
El sentido del movimiento que lanza es radicalmente antiespañol. Es enemigo de
la Patria. (Claridad, el órgano socialista, se burlaba de Indalecio Prieto porque
pronunció un discurso patriótico.) Menosprecia la honra, al fomentar la
prostitución colectiva de las jóvenes obreras en esos festejos campestres donde se
cultiva todo impudor; socava la familia suplantada en Rusia por el amor libre, por los
comedores colectivos. por la facilidad para el divorcio y para el aborto (¿no habéis
oído gritar a muchachas españolas estos días: "¡Hijos, sí; maridos, no!"?),
y reniega del honor, que informó siempre los hechos españoles, aun en los medios más
humildes; hoy se ha enseñoreado de España toda villanía; se mata a la gente
cobardemente, ciento contra uno; se falsifica la verdad por las autoridades; se injuria
desde inmundos libelos y se tapa la boca a los injuriados para que no se puedan defender;
se premian la traición y la soplonería...
¿Es esto España? ¿Es esto el pueblo de España? Se dijera que vivimos una pesadilla
o que el antiguo pueblo español (sereno, valeroso, generoso) ha sido sustituido por una
plebe frenética degenerada, drogada con folletos de literatura comunista. Sólo en los
peores momentos del siglo XIX conoció nuestro pueblo horas parecidas, sin la intensidad
de ahora. Los autores de los incendios de iglesias que están produciéndose en estos
instantes alegan como justificación la especie de que las monjas han repartido entre los
niños de obreros caramelos envenenados. ¿A qué páginas de esperpento, a qué España
pintada con chafarrinones de bermellón y de tizne hay que remontarse para hallar otra
tubra que preste acogida a semejante rumor de zoco?
II. EL EJÉRCITO, SALVAGUARDIA DE LO PERMANENTE
Sí; si sólo se disputara el predominio de este o del otro partido, el Ejército
cumpliría con su deber quedándose en sus cuarteles. Pero hoy estamos en vísperas de la
fecha, ¡pensadlo, militares españoles!, en que España puede dejar de existir.
Sencillamente: si por una adhesión a lo formulario del deber permanecéis neutrales en el
pugilato de estas horas, podréis encontramos de la noche a la mañana con que lo
sustantivo, lo permanente de España que servíais, ha desaparecido. Este es el límite de
vuestra neutralidad: la subsistencia de lo permanente, de lo esencial, de aquello que
pueda sobrevivir a la varia suerte de los partidos. Cuando lo permanente mismo peligra, ya
no tenéis derecho a ser neutrales. Entonces ha sonado la hora en que vuestras armas
tienen que entrar en juego para poner a salvo los valores fundamentales, sin los que es
vano simulacro la disciplina. Y siempre ha sido así: la última partida es siempre la
partida de las armas. A última hora ha dicho Spengler, siempre ha sido un
pelotón de soldados el que ha salvado la civilización.
La mayor tristeza en la historia reciente del Ejército ruso se escribió el día en
que sus oficiales se presentaron, cada cual con un lacito rojo, a las autoridades
revolucionarias. Poco después, cada oficial era mediatizado, al frente de sus tropas, por
un "delegado político" comunista y muchos, algo más tarde, pasados por las
armas. Por aquella claudicación de los militares moscovitas, Rusia dejó de pertenecer a
la civilización europea. ¿Queréis la misma suerte para España?
III. UNA GRAN TAREA NACIONAL
Tendríais derecho a haceros los sordos si se os llamara para que cobijaseis con
vuestra fuerza una nueva política reaccionaria. Es de esperar que no queden insensatos
todavía que aspiren a desperdiciar una nueva ocasión histórica (la última) en provecho
de mezquinos intereses. Y si los hubiera, caería sobre ellos todo vuestro rigor y nuestro
rigor. No puede invocarse al supremo honor del Ejército, ni señalar la hora trágica y
solemne de quebrantar la letra de las Ordenanzas, para que todo quedase en el
refuerzo de una organización económica en gran número de aspectos. La bandera de lo
nacional no se tremola para encubrir la mercancía del hambre. Millones de españoles la
padecen y es de primera urgencia remediarla. Para ello habrá que lanzar a toda máquina
la gran tarea de la reconstrucción nacional. Habrá que llamar a todos, orgánicamente,
ordenadamente, el goce de lo que España produce y puede producir. Ello implicará
sacrificios en la parva vida española. Pero vosotros templados en la religión del
servicio y del sacrificio y nosotros que hemos impuesto voluntariamente a
nuestra vida un sentido ascético y militar enseñaremos a todos a soportar el
sacrificio con cara alegre. Con la cara alegre del que sabe que, a costa de algunas
renuncias en lo material, salva el acervo eterno de los principios que llevó a medio
inundo, en su misión universal, España.
IV. HA SONADO LA HORA
Ojalá supieran estas palabras expresar en toda su gravedad el valor supremo de las
horas en que vivimos. Acaso no las haya pasado más graves, en lo moderno, otro pueblo
alguno, fuera de Rusia. En las demás naciones el Estado no estaba aún en manos de
traidores; en España, sí. Los actuales fiduciarios del Frente Popular, obedientes a un
plan trazado fuera, descarnan de modo sistemático cuanto en la vida española pudiera
ofrecer resistencia a la invasión de los bárbaros. Lo sabéis vosotros, soldados
españoles del Ejército, de la Marina, de la Aviación, de la Guardia Civil, de los
Cuerpos de Seguridad y Asalto, despojados de los mandos que ejercíais por sospecha de que
no ibais a prestaros a la última traición. Lo sabemos nosotros, encarcelados a millares
sin procesos y vejados en nuestras casas por el abuso de un poder policiaco desmedido que
hurgó en nuestros papeles, inquietó nuestros hogares, desorganizó nuestra existencia de
ciudadanos libres y clausuró los centros abiertos con arreglo a las leyes, según
proclama la sentencia de un Tribunal, que ha tachado la indigna censura
gubernativa. No se nos persigue por incidentes más o menos duros de la diaria lucha en
que todos vivimos: se nos persigue como a vosotros porque se sabe que estamos
dispuestos a cerrar el paso a la horda roja destinada a destruir a España. Mientras los
semiseñoritos viciosos de las milicias socialistas remedan desfiles marciales con sus
camisas rojas, nuestras camisas azules, bordadas con las flechas y el yugo de los grandes
días, son secuestradas por los esbirros de Casares y sus poncios. Se nos persigue porque
somos como vosotros los aguafiestas del regocijo con que, por orden de Moscú,
se pretende disgregar a España en repúblicas soviéticas independientes. Pero esta misma
suerte que nos une en la adversidad tiene que unimos en la gran empresa. Sin vuestra
fuerza soldados nos será titánicamente difícil triunfar en la lucha. Con
vuestra fuerza claudicante es seguro que triunfe el enemigo. Medid vuestra terrible
responsabilidad. El que España siga siendo depende de vosotros. Ved si esto no os obliga
a pasar sobre los jefes vendidos o cobardes, a sobreponemos a vacilaciones y peligros. El
enemigo, cauto, especula con vuestra indecisión. Cada día gana unos cuantos pasos.
Cuidad de que al llegar el momento inaplazable no estéis ya paralizados por la insidiosa
red que alrededor se os teje. Sacudid desde ahora mismo sus ligaduras. Formad desde
ahora mismo una unión firmísima, sin esperar a que entren en ella los vacilantes.
Jurad por vuestro honor que no dejaréis sin respuesta el toque de guerra que se avecina.
Cuando hereden vuestros hijos los uniformes que ostentáis, heredarán con ellos:
0 la vergüenza de decir: "Cuando vuestro padre ve6tía este uniforme dejó de
existir lo que fue España".
0 el orgullo de recordar: "España no se nos hundió porque mi padre y sus
hermanos de armas la salvaron en el momento decisivo". Si así lo hacéis, como dice
la fórmula antigua del juramento, que Dios os lo premie; y si no, que os lo demande.
¡ARRIBA ESPAÑA!
(Hoja clandestina escrita por José Antonio en la Cárcel Modelo de Madrid el día 4 de
mayo de 1936) |