Dice que en la propaganda electoral no hacen los partidos
llamados de orden otra cosa que presentar a los ojos de los españoles el fantasma del
comunismo. Nosotros somos también anticomunistas, pero no porque nos arredre la
transformación de un orden económico en que hay tantos desheredados, sino porque el
comunismo es la negación del sentido occidental, cristiano y español de la existencia.
Ahora que contra la fe comunista hay que levantar otra fe; no basta una simple
negación. El hacer propaganda contra eso y contra lo otro es insuficiente. No gritemos
más "abajo" y sí gritemos, como hace siempre la Falange, "arriba".
Arriba España, como expresión entera de un contenido espiritual y humano: la Patria, el
pan y la justicia.
No tenemos Patria porque le falta un aliento nacional; porque nuestras fronteras y
nuestras costas están indefensas; porque nuestra política internacional está
mediatizada; porque la unidad nacional se nos disgrega en separatismos.
El pueblo español no tiene pan. Hay muchedumbres de parados. En los suburbios y en los
campos viven muchos hombres peor que las bestias. Hay multitudes condenadas a arañar
tierras estériles, que les dan cuatro semillas por una. De estas cuatro semillas todavía
una es para la tierra y otra para el usurero. (Grandes aplausos.) En esta misma
provincia de Avila hay pueblos que pertenecen a una sola propiedad. Los habitantes de esos
pueblos, a los que puede desahuciar el propietario en cualquier momento de mal humor,
saben que el desahucio equivale a un destierro del mundo.
Para hacer una España donde no acontezcan estas cosas queremos nuestra revolución
nacional, no para perpetuar contra la amenaza comunista una vida mediocre. Cuando llegue
la hora de la Falange, estas piedras de Avila, que llevan siglos helándose de frío,
sentirán como si las recorriera una savia vegetal ante el anuncio de las nuevas jornadas
imperiales de España.
(Arriba, núm. 28, 16 de enero de 1936)