Camaradas:
Quien lleva sobre sí la responsabilidad de los destinos de la Falange reclama en estas
horas, con más solemnidad que nunca, la completa confianza vuestra. En unas semanas puede
iniciarse un auge insólito o una terrible temporada de depresión para nuestro
Movimiento. Si sólo fueran a decidir de su suerte nuestros valores y nuestras fuerzas,
nuestra unión y nuestra disciplina, no habría que pensar sino en seguir cultivándolas
sin innovación, como ayer y como mañana. Seríamos islotes sostenidos por su propia
sustancia en medio de un mundo regido por leyes ajenas. Pero el destino de la Falange,
como todos en el mundo, pende también del juego combinado de otras muchas fuerzas que no
está en su mano regir y que fuera desvarío querer ignorar. De las peripecias políticas
españolas, hoy tan confusas como de ordinario, quizá dependa el porvenir próximo de la
Falange, su capacidad de propaganda y de crecimiento, la libertad y hasta la vida de
muchos de sus militantes más ardorosos. Todas las circunstancias capaces de influir en
nuestra suerte no pueden ser conocidas de todos. Algunas son oscuras y sutiles; para
valorarlas se requiere una información minuciosa y puntual de la que muy pocos disponen.
Estos pocos son, naturalmente, aquellos que tienen su sitio en los órganos más sensibles
del Movimiento: la Junta Política y la Jefatura Nacional.
Es, pues, indispensable que todos, en todo momento, depositéis entera confianza en los
consejos de la Junta Política y en las decisiones del jefe. Y pensad en esto: es fácil
otorgar la confianza cuando lo que el mando decide se ajusta exactamente a nuestra
inclinación; lo difícil es permanecer en la misma lealtad externa e interna cuando lo
que se nos manda no es aquello que esperábamos que se nos mandara o resulta oscuro de
entender.
Para lo que pase, sean cuales sean las maniobras que exija la difícil navegación de
las semanas que ahora empiezan, estad seguros de que, más firme que ninguna actitud
táctica, permanece la fidelidad inconmovible de nuestros camaradas de la primera
jerarquía a lo que es esencia irrenunciable de la Falange y previsión segura de su
última meta. No puede ser negada esa total confianza a quienes desde la primera hora se
la han ganado con su permanencia leal en los sitios de mayor pesadumbre.
Monte cada cual una guardia interior en estos días contra la inclinación al
desaliento. Ya veréis cómo, se haga lo que se haga, os vienen desde fuera a soplar al
oído insinuaciones hipócritas contra vuestros jefes. Veréis cómo gentes de fuera se
afanan estos días, sin que sepáis por qué, por aparecer a vuestros ojos como más
fervientes defensores que vosotros mismos de nuestra integridad doctrinal. Cuando os
vengan con estas cosas, comparad simplemente los servicios de aquellos mentores con los de
los jefes a quienes os invitan a descalificar. Pensad si los servicios y los sacrificios
soportados durante dos años en apretada hermandad con vuestros jefes no han ganado para
éstos vuestra entera fe. Y confiad no sólo en su lealtad, sino también en su destreza.
Una temporada peligrosa y oscura desembocará, si los seguís sin titubeo, en un ancho
periodo de esplendor para la Falange, a la que no sujetará ninguna ligadura, ni
disminuirá ningún compromiso, ni entorpecerá ninguna confusión, para manifestarse
limpia, libre y entera en el cumplimiento de su destino.
¡Arriba España!
(Arriba, núm. 27, 9 de enero de 1936)