Con estas palabras se puede definir la semana pasada en la
política española.
En el Parlamento se han tratado, o se están tratando, tres problema,; fundamentales:
presupuestos, paro obrero y repoblación forestal.
A pesar de ello, o, mejor dicho, a causa de estos asuntos, la sala del Congreso ha
estado desanimada, pues no sienten, ni les interesan, los grandes problemas a los partidos
políticos.
En cambio, los pasillos, el bar, las salas de conferencias, han estado animadísimos,
pues se susurraba y se comentaba con fruición, en sabrosas y esperanzadas conversaciones,
próximas maniobras políticas, jugarretas y zancadillas, y esto sí que es interesante,
divertido, democrático y liberal. ¿Cómo se va a comparar el molestarse seriamente,
estudiando profundamente problemas aburridos, dedicar, con el calor que hace, el tiempo a
pensar, reflexionar y trabajar para conseguir que el Estado funcione y cumpla con sus
deberes y sus fines, los españoles coman y, sobre todo, convencerles que es hermoso
sacrificarse por sus hijos, dejándoles una patria mejor que la que nos dejaron nuestros
padres? No. Los diputados no están para eso; ellos tienen un fin, y este fin es el
conseguir que sus caciques amigos manden en sus pueblos; es el conseguir que sus
pandillas, necesarias para mantener su eficacia electoral, estén contentas, viviendo del
presupuesto del Estado o a costa del mismo, y ellos puedan seguir preparando nuevas e
inéditas jugarretas y zancadillas.
LOS PRESUPUESTOS
Se están discutiendo sin estudio y sin discusión; nunca ha habido en la sala más
de cien diputados. La mayoría no asiste porque no le interesa; los monárquicos hacen que
hacen, y las oposiciones sólo piensan en el momento de la aprobación de los
presupuestos, pues infieren que en este momento puede tener lugar la gran sorpresa; por
ejemplo: Maura y Sánchez Román en el Poder. Nadie podría negar que esto sería precioso
y, además, democrático y liberal.
El Gobierno presenta unos presupuestos diciendo que son malos, pues por premura de
tiempo no ha podido preparar uno bueno; pero promete que para octubre lo hará.
Como existe un déficit, se han comprimido las cifras en los distintos departamentos;
como a los gastos de personal no se puede tocar, se han quitado del material,
disminuyendo, por tanto, eficacia a los organismos.
La preocupación de todos los economistas, al discutir y criticar los sucesivos
presupuestos que se van presentando, es el déficit, cada vez mayor, que éstos tienen;
pero, en cambio, a lo vital, o sea, a la eficacia del Estado no se le presta mayor
atención. Pero nosotros, en cambio, tenemos que mirar primero a la eficacia del Estado, a
que éste cumpla con sus misiones. El déficit verdadero es mucho mayor que las cifras
resultantes, pues a éstas hay que añadirle el coste de los urbanismos ineficaces y así
se encontraría que el déficit verdadero sería mayor de dos millares de millones.
Pero la transformación necesaria del Estado no puede ni quiere hacerla ningún partido
político. Sólo la haremos nosotros con la revolución nacional.
Se ha aprobado una ley contra el paro, la cual
es un balbuceo; desde luego, se puede asegurar que el paro seguirá. Y sucede lo mismo que
en todos los problemas fundamentales, cuya resolución de los mismos es cuestión de
decisión y de estilo. Para luchar contra el paro hay que tener bien a la vista lo
siguiente:
¿En España hay cosas para hacer y reconstruir suficientes para dar trabajo y vida a
los españoles? Sabemos todos que sí; que están casi todas las cosas por hacer; que el
80 por 100 de los españoles vive en casas de malas condiciones; que nuestras tierras
están sedientas, nuestros montes pelados, etc., que la única manera de remediarlo es por
medio del trabajo. Pero todos los partidos españoles, desde el socialista hasta
los monárquicos, adoran al mito oro y sacrifican a este dios judío la suerte de los
españoles y de España. Para terminar con el paro es preciso derribar este ídolo: tened
la seguridad, camaradas, que el Estado nacionalsindicalista se apoyará en el trabajo, y a
base del mismo crearemos la verdadera riqueza, el utillaje nacional, y que sólo entonces
será España un pueblo de trabajadores alegres y entusiastas.
Jóvenes de España, que soñáis con un imperio
español: grabad en vuestra mente este nombre. Es el ministro de Relaciones Exteriores de
la Argentina. Es un español de la gran España, de los tiempos que España daba al mundo
un Cisneros. Este hombre consiguió que Norteamérica suprimiese la Enmienda Platt en
Cuba, ha conseguido la sincera amistad entre Brasil y Argentina y ha terminado la guerra
en el Chaco por medio de una paz a la española, con tedéum e himnos, paz alegre y
generosa. Este hombre trabaja por la caridad espiritual de Hispanoamérica. Trabaja por la
formación del imperio espiritual antiguo. Hoy, desde nuestra modestia, le damos las
gracias. Mañana contribuiremos a su labor.
Saavedra Lamas: en nombre de la juventud heroica de España, gracias.
(Arriba, núm. 14, 24 de junio de 1935)