Vosotros sois la verdadera
España; la España vieja y entrañable, sufrida y segura, que conserva durante siglos la
labranza, los usos familiares y comunales, la continuidad entre antepasados y
descendientes. De vosotros salieron también duros, callados y sufridos los que hicieron
el Imperio de España. Pero sobre vosotros, oprimiéndoos, deformando la España verdadera
que constituís, hay otra, artificial, infecunda, ruidosa, formada por los partidos
políticos, por el Parlamento, por la vida parasitaria de las ciudades.
Hemos vivido tiempos gloriosos cuando la verdadera España, profunda, ha sido más
fuerte que su costra; vivimos como ahora tiempos miserables cuando la costra
ahoga a las entrañas eternas.
¿Cómo la podremos romper? ¿Confiando en los mismos partidos, en la misma máquina
política que la constituye? No; ni los que se dicen de derecha ni los que se dicen de
izquierda pueden quererlo con sinceridad: primero, porque ese sistema es su razón de
existir; después, porque ven en España desde un lado derecho o izquierdo, no
es su armoniosa integridad; quieren siempre un interés parcial, no el interés total de
España.
Por eso hace falta dar con gentes desligadas de toda mira de grupo; dispuestas a lograr
un sistema en el que individualmente salgan perdiendo, pero que les depare la
compensación espiritual de una vida más alta. Así somos nosotros; ¿creéis que estos
labriegos, que aquellos estudiantes, que estos camaradas, firmes en sus camisas azules,
van defendiendo una ventaja personal? ¿Y nosotros? ¿Creéis que nos sería tan difícil
de llegar en poco tiempo, por el camino llano de hacernos radicales o de Acción Popular,
a los sillones de los ministros?
Hace un breve esquema de lo que será el orden político y económico de la Falange, y
acaba diciendo: "Muchos habrán venido a prometemos cosas que no cumplieron jamás.
Yo os digo esto: nosotros somos jóvenes; pronto lo veréis tendremos ocasión
de cumplir o incumplir lo que predicamos ahora."
Pues bien: si os engañamos, alguna soga hallaréis en vuestros desvanes y algún
árbol quedará en vuestra llanura; ahorcadnos sin misericordia; la última orden que yo
daré a mis camisas azules será que nos tiren de los pies, para justicia y escarmiento. (Grandes
aplausos.)
(Arriba, núm. 12, 6 de junio de 1935)