Afirma que en la revolución de
octubre, no venció ni el Estado español, escéptico en su destino y mohoso en sus
instrumentos, ni el orden burgués capitalista, al que le falta para poder ser heroico la
conciencia de su justicia interior. Venció la vena heroica permanente de España,
revelada en sus magníficos soldados y en el temple de aquellos como tantos de
nuestros camaradas que colaboraron con ellos.
Pero ni los soldados de España ni quienes corrieron su peligro defendían el orden
burgués; defendían la permanencia de España, amenazada por el separatismo y por el
marxismo internacional, y todo un sentido occidental, cristiano, de la civilización,
puesto en peligro por quienes incendiaban la Catedral y la Universidad.
Sin embargo, después del triunfo, los partidos conservadores han querido escamotear el
aspecto antinacional de la revolución para insistir en su aspecto antisocial; y así han
querido interpretar el resultado victorioso, no como un triunfo de lo nacional contra lo
antinacional, sino del orden burgués existente contra un propósito subversivo. Así, en
vez de dar satisfacción de justicia a los valores nacionales profundos puestos en
peligro, han empezado a cobrarse el botín en forma de política conservadora; con ellos,
en vez de remover las justificaciones internas de la revolución, se están suministrando
argumentos para la revolución nueva.
Sólo se evitará esto haciendo la revolución voluntariamente, en todo lo que tiene de
justo, con lo que imponga de otro modo, se hundirán en el general hundimiento. Hay que
evitar que multitudes españolas sigan llevando una vida miserable, algunas habitando bajo
tierra, igual que alimañas, como las que hemos visto al venir hacia Oviedo.
La revolución nacional la haremos nosotros, sólo nosotros, camaradas de las camisas
azules, y la haremos por un móvil espiritual, que es por lo único que se muere. Los
mineros de Asturias, equivocados, pero valerosos, no hicieron la revolución por ellos,
que ganan los mejores jornales de España, sino por los trabajadores hambrientos de
Andalucía. Nosotros tampoco haremos nuestra revolución para nosotros, sino para España.
Ya veréis cómo acaban por entendemos los mismos mineros de octubre, a los que podremos
decir: "No empleéis vuestro magnífico coraje para luchas estériles. Haced que os
depare, además de la justicia ,y el pan, una Patria digna de vuestros padres y de
vuestros hijos".
(Arriba, núm. 11, 30 de mayo de 1935)