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UNA JORNADA MEMORABLE EN EL CINE MADRID, EL
INMENSO ANTIGUO FRONTÓN, SE CONGREGARON MÁS DE 10.000 ENTUSIASTAS DE LA FALANGE.EN
NÚMERO Y EN RITO, EL ACTO SUPERÓ A TODAS LAS ASAMBLEAS POLíTICAS.UN
ESPECTÁCULO DE EMOCIÓN, DE ATRIBUTOS Y BANDERAS. EL "¡PRESENTE!" DE LOS
CAÍDOS
¡ARRIBA ESPAÑA!
Nuestro mitin del domingo pasado ha llenado a Madrid de resonancia. Resulta
increíble que un Movimiento nacido hace dos años y rodeado de todas las dificultades
desde su nacimiento haya conseguido alcanzar la tensión, la muchedumbre, la calidad y el
estilo de la Falange Española de las J.0.N.S.
La preparación externa del acto se redujo a unas circulares dirigidas a las Jefaturas
Provinciales, unas notas enviadas a los periódicos que la mayor parte de ellos,
como de costumbre, no publicó y unos modestos carteles pegados por las calles. El
resto lo hizo la pujanza de nuestra organización interna, contra la que nada pueden ya
los silencios. Como a través de una red nerviosa, todos los órganos de las J.0.N.S. de
Madrid Jefaturas de distrito, de barrio, de grupo, hicieron llegar a cada
afiliado puntualmente citaciones y consignas. Y así, a las diez de la mañana el inmenso
frontón de la plaza del Carmen, que visto vacío parecía imposible de llenar, fue
poblándose, hinchándose, de una multitud entusiasmada, ante el pasmo y probablemente, en
algunos, la contrariedad de los espectadores ajenos a nuestras filas.
Se ha ganado una nueva magnífica posición. El acto del "cine" Madrid ha
valido por el de la Comedia, multiplicado por diez. En esta progresión geométrica
seguirá nuestra marcha hasta el triunfo.
PREPARATIVOS
Los camaradas encargados de disponer el local no durmieron en la noche anterior al
mitin. Todo fue trajín aquella noche: martilleo en la tribuna presidencial, pruebas de
luces y altavoces... Hubo un momento solemne: aquel en que se izó el enorme telón del
fondo. El actual "cine" Madrid tiene la pantalla en lo que fue pared de bote.
Había que cubrir por entero su superficie, de más de doscientos metros cuadrados, y a
ese efecto se construyó un inmenso telón negro, con nuestro emblema en rojo, de cinco
metros de altura, y los nombres de nuestros camaradas caídos, en grandes letras de oro.
Como el telón tenía de ancho dieciocho metros, hubo que izarlo lentamente, tirando por
igual de las varias cuerdas de que pendía, para que no rompiese la larguísima vara de
madera que lo armaba. No fue operación corta. Pero cuando, al fin, la imponente
superficie negra, con el yugo y las flechas y los nombres de los mártires cubrió el
extremo del frontón vacío, nuestros camaradas no pudieron menos de experimentar una
sacudida. Ya clareaba el amanecer.
PEREGRINACIÓN
Desde las siete de la mañana empezaron a llegar
a nuestro Centro expediciones de provincias. Han venido unos mil quinientos camaradas,
cifra asombrosa si se tiene en cuenta que la organización central no ha podido auxiliar
con un céntimo a las organizaciones locales, y que cada militante, en esta época de
dificultades económicas, ha tenido que sufragarse sus propios gastos. Muchos vinieron a
pie; los más, en autobuses. La cuesta de Santo Domingo y la plaza inmediata parecían un
campamento de concentración de los grandes vehículos. Unos tras otros iban volcando a la
puerta del Centro su carga alegre de militantes. Todos se parecían entre sí, como
miembros de una gran familia. Dentro de nuestra casa, las Comisiones encargadas de atender
a los de fuera les iban procurando, con incansable exactitud, informes y facilidades para
el mitin.
EL LOCAL, DESBORDANTE
No hay fantasías: el "cine" Madrid
es, como se sabe, uno de los más grandes frontones de España. Al habilitarlo para
cinematógrafo se desperdició, naturalmente, la mayor parte del local, puesto que no
había manera de poner localidades sino de frente al extremo donde hoy está la pantalla.
Con todo su aforo es de unos cuatro mil asientos. Los pasillos del patio de butacas tienen
dos metros de ancho, y las cuatro galerías, detrás de los palcos, son espaciosísimas.
Sólo en el piso bajo las superficies dedicadas a bar, vestíbulo y tránsito casi igualan
a la cancha. Pues bien: todo, desde arriba hasta abajo, los pasillos centrales, las
galerías, los palcos, el vestíbulo, las escaleras, todo absolutamente estaba, a las diez
de la mañana, lleno de un muchedumbre que se apiñaba en pie, cercando por entero a los
que lograron butacas y sillas. Dadas las dimensiones del local y el hecho de que muchos
quedaron en dependencias exteriores a la propia sala, la mayor parte de la concurrencia no
hubiera oído los discursos si no se hubiera dispuesto de una sabia instalación de
altavoces.
EL ESPECTÁCULO
Minutos antes de empezar el acto presentaba el
local un aspecto impresionante: al fondo, la pared recubierto de negro, con el emblema
inmenso en rojo y los nombres de los mártires con letras de oro, dispuestos a los lados
en dos columnas. Una larga mesa para la Junta Política. Y entre la mesa y el telón, un
zócalo de banderas sostenidas por los abanderados. En medio, el guión de Madrid; en las
dos alas, las banderas rojas y negras traídas por las organizaciones provinciales.
Delante de la tribuna, ya en el suelo, los banderines de los distintos grupos de Madrid, y
de arriba abajo del salón, en cuatro filas interminables, los muchachos de primera
línea, vestidos con camisas azules. También habían vestido la camisa azul muchísimos
de los asistentes.
Todos los pisos, las entradas, las escaleras y dependencia tenían montado un servicio
de orden impecable. En las funciones de organización interna tomaban parte varios
centenares de afiliados con brazal rojo y negro.
Focos potentísimos de luz iluminaban el fondo del salón, que surgía, allá lejos, de
la semipenumbra con su magnífico aparato de letras doradas, emblema rojo y banderas en
fila.
EL ACTO
A las once en punto, por el fondo del pasillo
central, apareció el jefe, seguido de la Junta Política, de algunos jefes de servicios y
de las J.0.N.S. de Madrid. Toda la concurrencia se puso en pie y rompió en aplausos y
vítores. El cortejo recorrió la larga distancia que hay desde el fondo hasta la tribuna
presidencial, y ocupó ésta. Se sentó en medio el jefe nacional, y a los lados los
miembros presentes de la Junta Política, el jefe de asistencia y el de las J.0.N.S. de
Madrid. El secretario general ocupó la mesa donde estaba instalado el micrófono.
Después de unas palabras del jefe, dando brevísimas instrucciones para el orden del
acto, el secretario general, Raimundo Fernández Cuesta, pronunció su discurso. Al final
dio lectura a los nombres de los caídos, que todos oyeron en pie y contestaron, unánimes
y en posición de saludo, con el grito de "¡Presente!"
Inmediatamente hablaron Manuel Valdés, Manuel Mateo, Onésimo Redondo, Julio Ruiz de
Alda y José Antonio Primo de Rivera. Todos los discursos, en su texto íntegro, se
publican en este número.
La tensión espiritual del auditorio no decayó un instante. Las ovaciones estruendosas
se sucedían. En algunos momentos como al aludir Julio Ruiz de Alda a
Gibraltar toda la concurrencia se puso en pie durante largo rato, en una tempestad
de aplausos y gritos.
Terminados los discursos, el jefe dio las tres voces de "España", que todos,
en pie y saludando, contestaron diciendo: "¡Una! ¡Grande! ¡Libre!, y como remate:
"¡Arriba España!"
Después del mitin se reunió a comer en el restaurante Casa Juan, de la Bombilla, un
millar de camaradas, aproximadamente. La comida transcurrió con una ordenada alegría. A
su final pronunció Rafael Sánchez Mazas el brindis que se publica en otro lugar de este
número. Luego, el jefe nacional dijo unas palabras sobre los deberes de obediencia,
alegría, ímpetu y silencio. Concluyó así: "Volvamos al silencio ahora. El ímpetu
de hoy nos hace dignos del silencio. Y en ese silencio volverá a germinar nuestro
ímpetu".
(Arriba, núm. 10, 23 de mayo de 1935) |
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