El nuevo Gobierno ha hecho concebir a muchas personas la
esperanza de poder dedicarse a dormir tranquilas. Para estas personas, la presencia en el
Gobierno de cedistas y agrarios asegura la vuelta al orden. Nosotros tenemos la misión de
alterar este orden tranquilo. No podemos aceptar que se estabilice como orden precisamente
este momento de decadencia. Estamos, en efecto, al final de un proceso de decadencia.
España perdió primero su misión imperial; perdió después, al caer la Monarquía, el
instrumento con que había realizado esta misión imperial. Hoy no tiene ninguna misión
que cumplir, ni un Estado fuerte que la realice. ¿Y va a ser precisamente ahora cuando
aspiremos a cristalizamos, a detenernos históricamente? No será esto, de seguro, lo que
apetezcáis vosotros, cordobeses; vuestros más gloriosos paisanos, Séneca, Trajano, el Gran
Capitán, supieron muy bien que ni siquiera las cosas pequeñas se conseguían sino a
través de las cosas grandes, y por eso no aspiraron a un orden pequeño para Córdoba o
para España, sino que fueron a Roma, a Europa, a empuñar las riendas del mundo. Aquellos
cordobeses sabían que, ordenando al mundo ordenaban a España; sabían ya que, en la
Historia y en la política, el camino más corto entre dos puntos es el que pasa por las
estrellas. (Ovación.)
Nosotros tenemos que volver a ordenar a España desde las estrellas; tenemos que hacer
otra vez de España una unidad de destino en lo universal. La vida española se encuentra
oprimida entre una capa de indiferencia histórica y una capa de injusticia social. Por
arriba España dimite cada día un poco más su puesto en el mundo; por abajo, soporta la
existencia de muchedumbres hambrientas y exasperadas. La política española, entre esas
dos capas, conserva un tono colonial; cada Gobierno desparrama medio centenar de
gobernadores que administran las provincias a su talante y que trazan a su capricho el
estatuto de derechos públicos de cada ciudadano.
¿Qué salidas se ofrecen para tal estado de cosas? Dos salidas: la de los partidos de
la izquierda y la de los partidos de la derecha. Los partidos de la izquierda alegan la
preocupación de lo social; pero además de que, aun en eso, son totalmente ineficaces,
porque su política desquicia un sistema económico, y no mejora en nada la suerte de los
humildes, los partidos de izquierda ejercen una política persecutoria, materialista y
antinacional. Y los de derecha, al contrario, manejan un vocabulario patriótico, pero
están llenos de mediocridad, de pesadez y les falta la decisión auténtica de remediar
las injusticias sociales.
Nuestro movimiento no es de derecha ni de izquierda. Mucho menos es del centro. Nuestro
movimiento se da cuenta de que todo eso son actitudes personales, laterales, y aspira a
cumplir la vida de España, no desde un lado, sino desde enfrente; no como parte, sino
como todo; aspira a que las cosas no se resuelvan en homenaje al interés insignificante
de un bando, sino al acatamiento al servicio total del interés patrio. Para nosotros, la
Patria no es sólo un concepto, sino una norma. El acatamiento de esta norma hay que
imponerlo con todo el rigor que haga falta, contra todos los intereses que se opongan, por
fuertes que sean. Por eso somos revolucionarios. (Grandes aplausos.)
A continuación expone el programa social y económico de la Falange en la forma ya
conocida; atacó al sistema financiero, que sobrecarga la economía, en perjuicio de
obreros y empresarios, y bosquejó el orden futuro, que va del individuo al Sindicato y
del Sindicato al Estado armónico y completo.
Pero la reforma económica añadió no es posible sin una ambición
histórica. Sólo con ella puede aceptarte un sistema económico que haga imponer muchos
sacrificios. Esa es nuestra tarea: educar a una generación para el sacrificio con tal que
las otras reciban una Patria más grande. Casi diría, no que vamos lográndolo, sino que
lo liemos logrado: no hace dos años que empezamos, y contad ya nuestros muertos, nuestros
heridos, nuestros presos... En estos días han muerto dos camaradas magníficos, uno en
Salamanca, otro en Aznalcóllar; mientras estamos aquí reunidos, trece de los nuestros
sufren cárcel en Sanlúcar la Mayor. Así todos los días, una juventud escéptica,
perezosa, se va convirtiendo en una juventud militante.
Estad seguros de que este ímpetu nuestro triunfará al cabo. Entonces veremos cuántos
alegan que nos acompañaron desde el principio. Veremos cuántos se apresuran a ponerse
camisas azules. Pero las primeras, las de las horas difíciles, no se confundirán con
estas camisas retrasadas. Aquéllas tendrán olor a pólvora y rozadura de plomo; pero
tendrán también la virtud de que les broten de los hombros alas de imperio. (Ovación.)
(Arriba, núm. 9, 16 de mayo de 1935)