Nuestro Movimiento crece por todas partes. El último domingo fue en Zamora,
en Toro, en Puebla de Sanabria, en San Adrián, donde afirmó resueltamente su presencia.
Como por milagro, contra crímenes, silencios, deformaciones y penurias, la Falange
Española de las J.0.N.S. aumenta.
Pero el crecimiento exterior no corresponde siempre ni en todas partes un acrecimiento
de la actividad interna, una movilización animosa de todos los que podrían y deberían
prestar su esfuerzo al servicio de la Falange.
Todas las tareas diarias se realizan por un grupo, siempre el mismo, de militantes
beneméritos. Ninguna gratitud para ese grupo es bastante, el jefe nacional no regateará
el manifestársela en público en la ocasión más solemne.
Pero con el leal entusiasmo de esos pocos contrasta la pereza y la viveza del mal
estilo de unos cuantos, quienes en el eludir las tareas no sólo revelan poca adhesión al
Movimiento y falta de voluntad, sino una pésima educación de vieja cuquería, llena de
ocultos estímulos malintencionados.
Es preciso a toda costa, para anegar en una corriente fuerte y ancha de entusiasmo esas
tristes excepciones, que todos redoblen la decisión de dar al Movimiento lo que el
Movimiento les pida. Un mínimo de solidaridad exige que todos pongan parte de su esfuerzo
para aliviar los hombros de quienes llevan encima pesos exorbitantes.
¡Camaradas de la Falange Española de las J.0.N.S.! Cuantos podáis prestar algún
servicio de asistencia, como médicos, para nuestros enfermos y heridos; como abogados,
para nuestros innumerables presos; como maestros, para nuestros camaradas que necesitan
instrucción; como escritores, como oradores, como dibujantes, para nuestras propagandas;
en cualquier forma, en fin, acudid hoy mismo a ofrecemos a los jefes locales.
Y hacedlo con propósito firme de no incumplir vuestros ofrecimientos. No imitéis a
algunos que en la deserción de sus tareas han demostrado, junto a su falta completa de
camaradería, una total ausencia de veracidad y de carácter.
(Arriba, núm. 6, 25 de abril de 1935)