Se resolvió la crisis, si es que a esto que ha ocurrido puede
llamarse resolución de nada. En efecto, después de muchas visitas y comunicaciones
telefónicas, de algunas de las cuales dio noticia la Prensa y de otras no; después de
fracasar diversos intentos, el señor Lerroux recibió y cumplió el encargo de formar
Gobierno como pudiese. Varios diputados del partido radical se dijeron con júbilo:
"Esta sí que es la nuestra: se acabaron las concentraciones; ahora el Poder es para
nosotros íntegro, y habrá carteras para todos". ¡Oh emoción contenida del señor
Rey Mora y del señor Alvarez Mendizábal ante el barrunto de la poltrona entrevista! Pero
el señor Lerroux, que conoce a su gente, no ha tenido más remedio a falta de
Legaciones y de Embajadas con que alejarlos que contrariar las legítimas
aspiraciones de varios de sus conspicuos y rellenar el Gabinete con técnicos y
progresistas. Nadie se pregunte qué representan los progresistas en la vida española y a
qué se debe su nutrida presencia en el nuevo Gobierno; es recomendable no hacer preguntas
que no se pueden contestar.
Pero, aparte todo comentario alegre ¡para alegrías estamos!, el Gabinete
que acaba de constituirse es vivo ejemplo de lo que desde tiempo atrás venimos afirmando
v reiterando: el Estado español no existe; es pura ficción, y porque lo es no puede
apenas vivir más que negando a diario con subterfugios sus propios fundamentos. Así, en
régimen parlamentario, dicen que un Gobierno necesita dos confianzas: la del jefe del
Estado y la del Parlamento. Pues bien: el nuevo equipo del señor Lerroux está tan seguro
de contar con esta segunda confianza que, por si acaso, no se presenta al Parlamento.
Aprovecha un resquicio constitucional para cerrar las Cortes hasta mayo, y entonces ya
veremos.
Si en alguna hora no era permisible interrumpir la vida del más importante órgano
constitucional, era en la hora presente. La fuerza parlamentaria ha venido demorando días
y meses el estudio de innumerables cosas sin espera: paro, alcohol, remolacha..., e
incumpliendo su deber constitucional de elaborar un nuevo presupuesto, ya que el que rige
va en camino de liquidarse con mil millones de déficit. Pues bien, cuando todo eso
apremia, el Gobierno vuelve a cerrar las Cortes. Si las mantiene abiertas no puede
gobernar; si las cierra no se legisla; cualquiera de las dos soluciones representa un
colapso; el Gobierno ha elegido, entre los dos colapsos, el menos ingrato para él. Pero
¿y para España? España está condenada a vivir media vida, como los paralíticos desde
la cintura, porque en el orden constitucional no se la deja vivir entera. Pero,
preguntará algún ingenuo, ¿no es más importante España que el orden constitucional?
¿No es el orden constitucional el que debe sacrificarse? ¡Ah! Eso ya lo venimos diciendo
nosotros hace mucho tiempo, pero...
GIL ROBLES
Medio en broma, en el segundo número de Arriba se publicó un "reportaje
posible" titulado ¿Se da de baja el señor Gil Robles en Acción Popular? Podemos
ufanamos de haber puesto el dedo en la llaga, porque lo que aquí llamábamos Acción
Popular bien claro estaba el texto era la influencia helada, cauta, sinuosa y
escurridiza de don Angel Herrera. Entre los poderes ocultos que rigen en Acción Popular
veníamos a decir y el temperamento enérgico del señor Gil Robles, va
mareándose por días una incompatibilidad que acabará en ruptura. Y, por el bien del
señor Gil Robles, deseábamos que esa ruptura sobreviniera.
Ya ha sobrevenido. El señor Gil Robles, antes de aventurarse a tamaña decisión, ha
tenido que vacilar y contenerse. Nos hubiera gustado más y acaso al señor Gil
Robles también que la disidencia con el Gobierno del señor Lerroux se hubiera
planteado en ocasión más lucida que la del indulto de González Peña. Pero no todo sale
cuando se quiere, y más vale tarde que nunca.
La cosa ha tenido un sentido bien claro, que más de un periódico se ha apresurado a
recoger: la ruptura no ha sido entre el señor Gil Robles y el señor Lerroux, sino entre
el señor Gil Robles y El Debate, con todo lo que El Debate oculta. También
en el lado de la derecha hay poderes internacionales y masonerías más o menos blancas. Y
el señor Gil Robles (seguido hasta ahora de toda la Acción Popular, aunque no tardarán
en sobrevenir algunos desgajamientos) se ha emancipado.
Nosotros, incompatibles con Acción Popular por otras muchas cosas, de tono, de ritmo,
de entendimiento de la historia, de concepción económica y social, no podemos, sin
embargo, dejar de ver con buenos ojos esta liberación de unas fuerzas, estén donde
estén, que se rebelan contra mediatizaciones y que recobran en lo que pueden lenguaje y
apostura nacionales.
(Arriba, núm. 4, 11 de abril de 1935)