Otro
glorioso caído. Otro mártir que, como tal, ha sabido ofrendarlo todo, hasta su vida y su
sangre, en el altar de la España inmortal.
Otro caído en aras del amor. El supo cumplir una misión sagrada dentro de la Falange
Española de las J.0.N.S., y el plomo marxista le cercenó la vida antes de traspasar el
umbral de la Patria naciente.
Por luchar por el amor le ha matado el odio. ¡Camarada! Tu sacrificio no será en
vano: Todos los que hoy podemos aún saludar ante tu tumba con el brazo en alto,
sabemos seguir tu ejemplo magnífico. Todos estamos dispuestos a llegar, como tú, hasta
el supremo sacrificio por cumplir nuestra misión. Misión en el neto sentido de la
palabra, en el sentido religioso. España, que no es un territorio ni una fantasía
hija de calenturientas imaginaciones, sino que es una realidad intangible y suprema; que
es el esfuerzo de nuestros hermanos, las hazañas gloriosas de nuestros padres y la sangre
fecunda de nuestros abuelos, amenaza hoy morir, cobardemente abandonada. Y somos nosotros,
los nacionalsindicalistas, los llamados a correr en su auxilio, en su apoyo, en ayudarla a
levantarse. ¡Bendita sea la Falange, si ella nos lleva a morir por España! Tengamos
siempre presente que España es "una unidad de destino" en lo futuro y sepamos
demostrar, cara al mundo y al sol, con orgullo de españoles, que si somos muchachos de
edad, somos, en cambio, hombres para morir y vivir por España en el cumplimiento de un
sagrado deber.
Somos jóvenes, Demasiadas veces liemos oído repetirnos con énfasis de superioridad
que luchamos así porque nada tenemos que perder. ¿Nada? Los mismos que tal dicen
no lo sienten, no lo pueden sentir. Demasiado saben ellos, porque también fueron
jóvenes, que vale más un porvenir por hacer que uno ya hecho. Que vale más una
ilusión que una realidad.
Yo os aconsejo que cerréis los oídos para esas gentes que ahora, como siempre, se
dolerán lastimeramente por la muerte de nuestro camarada, y quizá os aconsejen extremar
las represalias. Yo os pido que les demostréis con vuestra conducta cómo sabemos
nosotros sufrirlo todo, recogiendo de entre la sangre de nuestro hermano su animoso
espíritu de esa sangre que vuelve a ser el abono fecundo en el suelo de España
para la futura cosecha para seguir imperturbables nuestra ruta.
Quizá os digan, en tono de insufrible superioridad, que no debéis permanecer en
nuestras filas, que hagáis caso a su consejo "de hombres" y os dejéis de
"locuras". Replicadles que los hombres no se miden por la estatura ni por las
palabras: que los hombres se miden y se ven en el terreno de los hechos, de la acción,
que es nuestro terreno. Y si es verdad que somos locos, ¡bendita locura la de este
amor, que nos lleva a entregar a la Patria lo más precioso que nos dio: nuestra sangre!
Hacerles ver, clara y rotundamente, cómo son los responsables directos de la
muerte de nuestros camaradas con su egoísmo, con su incapacidad y con su cobardía; que
el problema de vida o muerte que tiene España planteado no se resuelve con palabras; que
mientras ellos en sus casas, o en los cafés, "arreglan" a España, estamos
nosotros en estas calles españolas, que parecen destinadas a ser siempre regadas por la
sangre de sus hijos, cruel y cobardemente asesinados por el solo delito de tener corazón,
de tener de sobra todo el corazón que a ellos les falta, y que, en último término,
preferimos morir todos, del primero al último, antes de seguir encenagados en el
oprobio y la vergüenza.
Otra vez nos vemos precisados a rendir el póstumo homenaje al camarada caído. Vil y
cobarde, mal nacido el que ahora se retrase de la primera fila; ese no es digno de
llamarse camarada del muerto en esta hermandad suprema de la Falange.
Otra vez las Falanges. ¡Firmes! Todos en las filas de choque, en la vanguardia, ahora
más que nunca y como siempre. Hay ya uno más entre los mártires de España. José
García Vara: Todos a una, ¡Presente! ¡Arriba España!
(Arriba, núm. 4, 11 de abril de 1935)