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L0S SOCIALISTAS PREDICAN OTRA VEZ LA REVOLUCIÓN SOCIAL

La gente de "orden" en España se empeña alegremente en cerrar los ojos para no ver. Como a última hora, en el terreno económico ellos van a ser las víctimas propiciatorias, allá ellos y su indiferencia. Si la revolución marxista no afectara más que al poderío económico de esta gente, era cosa de sentarse a la puerta de casa para ver su cadáver. Pero la revolución socialista, no la que harían los Prieto y compañía, que ésa no pasaría de alterar la plantilla de los Consejos de Administración de la plutocracia, sino la que haría la masa impregnada de esa literatura a la rusa, se llevaría muchas cosas que importa conservar.

Porque nos jugamos cosas tan vitales, nos subleva la actitud de toda la organización oficial. La poltronería de la musa que inspira su siesta. No tiene nada que hacer; no sabe qué hacer. Así se plantean los problemas cada día más agudos, unos detrás de otros, pasándose. Y el Gobierno no sólo no los afronta, sino que, como un vulgar aficionado, apenas les da la cara; se le encoge el corazón y se echa de cabeza tras el burladero de cualquier Comisión encargada de irlos aplazando indefinidamente hasta que se presentan otros más apremiantes.

De este abandono, que no es imputable a este u otro Gobierno, sino que es la consecuencia del sistema político vigente, se aprovechan los traficantes judíos, de una parte, y, de otra, los dirigentes socialistas. La ausencia de eficacia en el Gobierno, su impotencia para resolver los problemas económicos, la miseria cada día más extendida entre la masa popular, son factores que encienden el descontento y la desesperación. Los socialistas, a ¡os seis meses de la revolución de octubre, envalentonados y explotando el descontento, se han lanzado a predicar otra vez la insurrección. Nosotros, en la medida que nos sea posible, alertaremos a los trabajadores. No han querido ni los socialistas la revolución social. No la quisieron en octubre. Entonces, como ahora, asoman la oreja de su confabulación con cierto sector de la burguesía. Tratarán, en nombre de la revolución, de llevarlos a una solución de izquierdas. Pero con una situación de izquierdas no hay que esperar que las cosas cambien. La clave está en cambiar de régimen. Y Azaña es una criatura de la burguesía. El régimen hay que cambiarlo. Hay que organizar la economía al servicio de todos los españoles. Procuraremos hacerlo, cortando el juego sucio de los cabecillas socialistas.

(Arriba, núm. 2, 28 de marzo de 1935)


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