A TODOS LOS AFILIADOS A
FALANGE ESPAÑOLA DE LAS J.0.N.S.
Cumplido el circunstancial deber de contribuir con nuestras fuerzas a la derrota del
movimiento antiespañol, ya casi vencido, es de vida o muerte para nosotros salvar a todo
trance, de entre la turbiedad que amenaza, el rigor de un estilo y una doctrina. Urge,
pues, que todos los afiliados a nuestro Movimiento se apliquen desde ahora, con entusiasmo
y diligencia máximos, a divulgar por todas partes la afirmación rotunda de las
disposiciones siguientes:
1 Contra la confusión.
La victoria sobre un movimiento separatista puede llenar de jugo histórico y
nacional un período de medio siglo. Pero ello necesita que las manos victoriosas sean
capaces de extraer ese jugo y que la mente de los vencedores albergue, inequívoco, el
sentido profundo de otra España. No confiamos en que eso ocurra. El estilo más que
trasnochado de quienes gobiernan, el tono conservador, egoísta y antiheroico de los
partidos hoy agrupados en el Poder, justifican la previsión de que todo se desperdicie.
La fecha del 7 de octubre, que pudo ser inaugural, se perderá en la espera mezcolanza de
otras fechas mediocres. Populistas, radicales demócratas y agrarios se las ingeniarán
para no deducir del instante ninguna consecuencia heroica. El tesoro del sentido español
que encierra la victoria sobre el separatismo se gastará en la calderilla de las
"sesiones patrióticas", de las acciones de gracias al Gobierno y de las
afianzas de las gentes de orden. Nuestra juventud, terminantemente, se abstendrá de
participar en tales mojigangas. En el altivo aislamiento de ayer y de siempre, guardará
intacta la virtud espiritual de la reconquista para cuando llegue, ni mediatizada ni
compartida, la total victoria.
2. "Contra el orden". iAviso!
Ya se barrunta que la primera consecuencia apetecible de lo ocurrido es, para las
gentes llamadas de derechas, "el restablecimiento del orden". Ninguno de
nuestros militantes, pasados los momentos de lucha, participará en semejante empresa.
Nosotros queremos el orden, pero "otro orden" diferente hasta la raíz. El
régimen social imperante, que es, por de pronto, lo que se ha salvado de la revolución,
nos parece ESENCIALMENTE INJUSTO. Hemos estado contra la revolución por lo que tenía de
marxista y antiespañola; pero no vamos a ocultar que en la desesperación de las masas
socialistas, sindicalistas y anarquistas hay una profunda razón en que participamos del
todo. Nadie supera nuestra ira y nuestro asco contra un orden social conservador del
hambre de masas enormes y tolerante con la dorada ociosidad de unos pocos. Todos nuestros
afiliados lo proclamarán en todas partes y ajustarán su conducta a esta norma estricta:
tras del silencio del último fusil de la revuelta, toda cooperación con los
"elementos de orden" queda expresamente prohibida. Nadie que pertenezca a la
Falange podrá intervenir en "agrupaciones ciudadanas", "comités de
enlace" ni ninguna otra cosa de ese estilo.
3. Contra la componenda.
Ya se barrunta y ello no es sino nota específica dentro de la general
tendencia a la confusión que los sucesos revolucionarios van a carecer del final
neto y escueto ineludible.
Empiezan al mismo tiempo los preparativos de impunidad para los directores de la
revolución, las seguridades de pervivencia para el Estatuto de Cataluña y las
negociaciones de arreglo con los Sindicatos socialistas, a los que el Gobierno confía en
"amaestrar" gracias a la mediación del profesor Besteiro.
Ni uno solo de nuestros militantes se considerará exento del deber de hacer campaña
contra tales cosas. Exigimos penas decisivas para los verdaderos jefes políticos del
movimiento; hay cosas que sólo pueden terminar decorosamente en tragedia y que se
ensucian y envilecen desenlazadas en pantomima. Exigimos la derogación total del Estatuto
de Cataluña: una Cataluña purgada de propósitos separatistas podrá aspirar, como las
otras regiones de España, a ciertas reformas descentralizadoras; pero la breve
experiencia del Estatuto lo ha acreditado como estufa para el cultivo del separatismo;
conservarlo después de semejante demostración sólo puede ser obra de traidores.
Exigimos, por último, al mismo tiempo que una revolución completa en lo social y
económico, la disección implacable de cuantos fondos turbios esconden la U.G.T. y el
partido socialista; nos parece indecente escamotear esa implacable fiscalización tras una
contrata de la tranquilidad pública con los socialistas moderados.
4. Contra el sacrificio de las fuerzas armadas.
Con mucha más unción de la que cabe en los "homenajes públicos" en
cierne, nosotros hemos de compartir en estos días la emoción orgullosa y silenciosa de
nuestro Ejército, de nuestra Marina, de nuestra Guardia Civil, de nuestra Guardia de
Asalto, de nuestros Carabineros, de nuestras fuerzas de Vigilancia y Seguridad. Ellas han
soportado las consecuencias de una necia política que permite formar tempestades para que
descarguen, al fin, siempre sobre los mismos hombros sufridos. Nuestras fuerzas armadas se
han clareado de mártires en estos días. Han sufrido, además, el espectáculo horrendo
de sus mujeres y de sus hijos atormentados. Ni el terror, ni la debilidad, ni la
indisciplina hallaron albergue, no obstante, bajo los uniformes. La sangre militar se ha
derrochado en desagravio a España por las culpas y las traiciones de los otros.
Las armas de España necesitan más que elogios verbales y ceremonias. Necesitan
justicia. Ya los Tribunales de Guerra vuelven, como siempre, su severidad contra los que
flaquearon o traicionaron en las propias filas marciales. Ahora, que no queden impunes los
culpables verdaderos, los políticos, que por sustanciar sus despechos o lograr sus
codicias, desataron el caudal irreparable de tanta y tan buena sangre española. Sea la
FALANGE ESPAÑOLA DE LAS J.0.N.S. la que con voz más recia y sincera supla, en demanda de
justicia, la voz, enmudecida por el deber, de los Institutos armados.
Estas consignas serán dadas a conocer urgentemente por las Jefaturas territoriales,
provinciales y de las J.0.N.S. a todos los afiliados del Movimiento, con instrucción
terminante de que las conserven y divulguen. Los jefes vigilarán la exacta sumisión a
ellas por parte de todos, y comunicarán a esta Jefatura los nombres de los infractores,
si los hubiera, para la adopción de las medidas oportunas.
¡Arriba España!
El jefe,
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA
Madrid, 13 de octubre de 1934