No nos vayamos a parecer demasiado al Parlamento por los gritos y los
vítores, porque yo, entre otros defectos, acaso el mayor, tengo el defecto de ser
diputado. Hace poco hice un discurso en el Parlamento. Al salir, muchos compañeros que me
saben enemigo del parlamentarismo, me preguntaron: "Pero usted se desenvuelve aquí
muy bien y podría lucirse, ¿por qué es tan enemigo del parlamentarismo?" Y yo
contesté: "Si yo no pensara más que en mí, sería partidario del Parlamento,
porque teniendo como tengo y vulgarmente se dice, un poco de mano izquierda, siempre se
sale triunfante."
"Y es verdad, porque esta casa es para lucirnos solamente y para pasarlo bien los
que estamos dentro de ella."
EL CAPITALISMO Y LOS OBREROS
Pero esto tiene sus raíces en el liberalismo, cuya máquina es el Parlamento; el
liberalismo seguido siempre por los señoritingos que lo cultivaban artificiosamente, como
exclusivo de las castas superiores. El liberalismo fue así desde su principio. Nació y
lo pusieron en moda con sus doctrinas el señoritismo brillante del siglo XVIII, los
petimetres que hablaban de liberalismo y de nivelación social para entretener sus ocios
con las duquesas en los elegantes salones en sus medios artificiales. Proclamaban la
libertad del trabajo como un sarcasmo más; pero el capitalismo, mientras, acumulaba
formidables fortunas y numerosas fábricas, lanzaba a la desesperación a millones y
millones de seres cuyo fin ineludible era: o la muerte por hambre o el trabajo por jornal
mísero.
Se refiere a las leyes de este liberalismo, que mientras encumbraba a unos sumía en la
más horrenda desesperación a los obreros, que no podían llevar a su casa lo necesario
para la vida de sus familias ni lo suficiente para aquellos niños, famélicos, de aspecto
espeluznante, comidos por la anemia y la tuberculosis, y carentes en absoluto de cuanto
significa civilización. Y este estado de cosas hizo revolucionarse a los obreros, porque,
además, eran libres a los ojos de la ley.
SURGE EL SOCIALISMO
Y como esto no podía seguir, así surgió el socialismo para reivindicar al
obrero. Nosotros tenemos también de común con el socialismo el querer mejorar la suerte
del proletariado.
El socialismo era en un principio algo místico, algo sentimental, algo que suponía
una especie de renunciación espiritual. Pensaron que estos obreros hambrientos eran sus
hermanos; pero... si los primeros socialistas fueron señoritos, casi unos poetas, el
socialismo adquirió una negrura horripilante cuando apareció en él la figura de aquel
judío que se llamó Carlos Marx; y adquirió esta negrura porque él consideraba postizo
toda clase de sentimientos, incluso el amor, la religión y la Patria, no existiendo para
él más que la preponderancia de los factores económicos; y así, de este modo,
enfrentó al capitalismo con el proletariado, en una fratricida lucha. Así se sitúa
Carlos Marx, contempla este tremendo drama y deduce sus leyes fatales.
Este Marx, que algunos, ignorantemente, consideran como apóstol, cuando está en la
intimidad, en las cartas que escribía a Engels, hablando del socialismo, dice que los
obreros son la chusma y la canalla necesaria para que en los pueblos triunfe la doctrina
socialista.
FALANGE ESPAÑOLA ASPIRA A DEVOLVER A ESPAÑA LA FE EN LA EMPRESA COMÚN
De este modo el socialismo encerró a los pueblos en una tremenda desesperación,
que aumenta con la falta de amor y con la falta de sentimiento. Por otra parte, el
liberalismo ha perdido la fe hasta en las ideas; para él todo es igual, y entonces
Europa, desesperada, cuando cree llegados sus últimos momentos, se abraza a la fe; se da
cuenta de que en el corazón hay amor, hay fraternidad, hay unión, y, como entonces,
nosotros no podemos perder el tiempo y hemos de luchar para que España vuelva a recobrar
su vida. Hay quienes suponen que el movimiento nuestro es un ataque; que luchamos porque
la burguesía se encuentra en peligro y tenemos que defenderla; pero no; lo que queremos
es que todos los del pueblo participemos de nuestra Patria grande, de nuestra Patria
noble, de nuestra Patria única, y que con nuestro esfuerzo podamos sacarla a flote,
corriendo todos la misma suerte, a semejanza de los que caminan en un barco, que, si éste
naufraga, pierden todos la vida, y si alguno consiguiese llegar a puerto seguro, todos
llegarán con él a ese puerto seguro. A eso venimos nosotros. A devolveros la fe para
esta empresa común en que todos somos lo mismo.
Hay una manera de salvar a España y hacer triunfar a todos los partidos si se hace que
triunfe la unidad española, cosa que no puede conseguirse ni con palabras ni con
discursos en el Parlamento.
Italia es más pequeña que España y con más habitantes que nuestra Patria: se
encontraba totalmente deshecha y en un abandono incalculable. Pues bien: con entusiasmo,
con energía y con fe han logrado los italianos hacerla gloriosa y fuerte, llevando a los
más apartados confines del mundo las alas de sus triunfos y de sus glorias, y han logrado
esto porque están allí unidos todos bajo una mano recia y firme, que vale más que todos
los párrafos del Parlamento; una mano que tiene empuñado el haz de espigas, el haz que
significa unión, y las espigas que fueron extraídas de las marismas que hoy son
cultivadas y antes eran improductivas. Eso necesitamos nosotros; pero cuando oigamos decir
que somos imitadores responderemos que no es verdad, porque no es lo mismo imiltar que
volverse sobre sí, como ellos, porque nosotros, al volver sobre sí, nos encontramos con
nosotros mismos; porque España supo ser fuerte, sobria, austera y supo sacrificarse por
lo espiritual, sabiendo ser heroica sobre todas las cosas y hacer morir a los suyos cuando
hizo falta. España no tubo banderías mientras no perdió su fuerza. ¿Cómo os suponéis
a los radicales socialistas en tiempos de Felipe ll? Y sin banderías y sin partidos
políticos luchó gloriosamente, teniendo por escenario toda la faz de la tierra y por
enemigo nada menos que a Satanás.
A LO QUE FUE ESPAÑA A AMÉRICA
España fue a América, no por plata, sino a decirles a los indios que todos eran
hermanos, lo mismo los blancos que los negros, todos, puesto que siglos antes, en otras
tierras lejanas, un Mártir había derramado su sangre en el sacrificio para que esa
sangre estableciera el amor y la hermandad entre los hombres de la tierra.
España supo entonces lo que es la libertad. No la de ahora, que sólo sirve para
escribir líneas sucias en los periódicos. sino la libertad que corresponde a una Patria
unida y fuerte.