Bastantes amigos, y otros que lo
son menos, nos han reprochado el tono demasiado débil y literario del primer número de F.
E. Echaban de menos en sus páginas dureza de tono y agresividad.
Como primera justificación contra tales reproches debemos recordar que el primer
número de F. E., como éste, se publicó en estado de prevención. Era inútil
intentar los excesos de pluma cuando las galeradas iban a pasar por varios tamices
vigilantes.
Pero, sobre todo, otra razón nos vedaba el tono agresivo. Aparecer en el mundo
profiriendo enormidades, cuando aún no se ha tenido ocasión de ser ofendido, más parece
bravata de enano de la venta que digna actitud de quien se sabe sereno y fuerte. Aunque la
influencia de no pocos periódicos, totalmente ignorantes de su deber, haya implantado
como costumbre el desgarro de lenguaje, nosotros entendemos que la fuerza de un estilo no
reside en el desenfado de la expresión, sino en la firmeza doctrinal de lo que se
escribe. En cuanto a esto, nadie podrá señalar la más mínima vacilación en el primer
número de F. E.
No se espere, pues, en nuestras páginas y sirva ello de tranquilidad para el
señor fiscal ningún género de procacidades. Firmeza sí, y aun toda la dureza que
haga falta. Pero conservando siempre el decoro. La inflexible moral de nuestros principios
nos exige la disciplina más severa en toda manifestación, aunque acaso por ella
perdamos, de momento, el éxito fácil que obtendríamos halagando al mal gusto. F. E. no
será nunca una competidora del Heraldo ni de Mundo Obrero.
(F.E., núm. 2, 11 de enero de 1934)