La extensión
falangista en las Filipinas durante la guerra civil española
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-Francisco Blanco- |
Filipinas
figuraba entre los restos coloniales españoles perdidos en 1898. La
situación hegemónica de los americanos en el archipiélago se había
consolidado a partir de aquella fecha El protectorado que ejercían fijaba
para 1946 la completa independencia del territorio, pero la situación
internacional en el extremo oriente hacía que los sectores conservadores,
tanto de USA como de Filipinas, estuvieran por revisar el compromiso de
independencia, mientras que los elementos más progresistas se pronunciaban
a favor del cumplimiento total de lo pactado.
Estallada
la guerra civil española, una ley de neutralidad vigente en Filipinas
impedía el reconocimiento del Gobierno de la España rebelde, atemperado
por cierta simpatía del Alto Comisionado americano Mr. Mac Nut, quien
mantenía amistades con algunos miembros nacionalistas de la colonia
española.
De
estimable importancia fue el núcleo falangista filipino, tanto por su
vinculación, a pesar de la lejanía, como por la dinámica interna que
generaba. Sus comienzos se remontan a Septiembre del 36, cuando el capitán
de Aviación Joaquín Jiménez con un grupo de amigos fundó la Falange de
Manila contando entre sus principales propagadores con los Padres
Agustinos Recoletos. Aunque entre la colonia de 4000 españoles se conocía
con vaguedad la doctrina del nacional sindicalismo una gran parte de ella
se sumó a la filas de la Falange.
El 19 de
Agosto de 1937, a poco de reorganizarse la Delegación de Exterior, del
Castaño, propuso como dirigentes de aquella Falange a Gonzalo Callejas
para Jefe Provincial, a José Fernández de la Vara para Secretario Político
y a Felipe Fernández como Jefe de Prensa y Propaganda. Los tres personajes
se encontraban recomendados por el diplomático y falangista considerado
entonces, Miguel Espinos y por el también diplomático Andrés Soriano. Esta
propuesta fue en principio aceptada por el Secretariado Político de la FET
pero no debió cobrar vigencia y, siguiendo los deseos de que desde España
se enviara al responsable político, se prefirió mandar a Martín Pou.
Imbuido
de aquel sentido totalizador de algunos falangistas, confundidos por una
Unificación que pensaban les había dado el monopolio político, este jefe
falangista ordenó a todos los españoles residentes afiliarse a la Falange.
Aquella medida fue rechazada desde Salamanca en Noviembre del 37 por la
conflictiva situación que podría plantearse La premonición de conflicto
abierto en el interior de la colonia iba a ser suficientemente confirmada
en los meses siguientes.
La
organización con que se encontró Pou era un resumen de advenedizos que no
tenía la más remota idea de qué era la Falange y con ese bagaje, las
primitivas fichas de ingreso en la organización se hacían con el nombre de
Federación Nacional Socialista, y las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional
Sindicalista) por su parte, se habían visto convertidas en Juventudes
Obreras Nacional Socialistas.
El
trabajo de Pou desde su llegada hasta su marcha en el otoño de 1938,
consistió en vertebrar la organización dotándola de una infraestructura
material y tejiendo la red de servicios provinciales en donde el Auxilio
Social y Prensa y Propaganda resultaban del mayor interés. La primera de
las Delegaciones con Carmen Díaz Moreno al frente, (encargada también del
Auxilio en los núcleos de China) creó un Hogar de atención a emigrantes
españoles y colaboró decididamente en las tareas recaudatorias para el
gobierno nacionalista
La
Falange filipina obtuvo representantes en sociedades españolas allí
radicadas tales como las Juntas del Hospital y el Casino Español, aunque
no en suficiente número como para impedir el predominio de otros sectores
del nacionalismo no falangista.
Se
reproducían instituciones de la FET española y un servicio, Hermandad
externa, inauguraba un "Hogar José Antonio" con cocina de hermandad y
futura bolsa de trabajo. Otra de las realizaciones, la Delegación de
Cultura Nacional pensaba en la formación de un "Instituto de españoles" de
cometidos culturales y patrióticos. La Delegación de Comercio preveía
actividades conforme a las orientaciones económicas del
nacionalsindicalismo y la de Prensa y Propaganda editaba la revista Yugo.
En
Febrero del 1938 el conflicto entre el grupo falangista de Pou y otros
miembros de la colonia se empezaba a destapar. Representaba a estos
últimos Adrián Got, gerente de la Compañía General de Tabacos, hombre
influyente en la colonia española y muy introducido en el Casino Español,
simpatizante con el tradicionalismo calificaba a la Falange de "turba
anárquica e indisciplinada", así lo aseguraba Martín Pou y, además, se
negaba a aceptar la unificación so pretexto de que aquel hecho había
consistido en una absorción y no en una unificación. Para neutralizar su
labor contraria a la Falange, Pou solicitó a del Castaño que desde España
se dictaran medidas conducentes a erradicar su conducta.
En los
medios políticos filipinos la actuación de la Falange era consentida y el
ámbito de tolerancia de sus actividades iba en aumento. Sin embargo, a las
guerras internas ya iniciadas, con Adrián Got, se sumaban los
encontronazos con el representante del Estado, Andrés Soriano, pese a las
disposiciones de avenencia que tanto el jefe falangista como el
representante recibían de sus superiores. A principios del 38 existió un
paréntesis de concordia en donde las relaciones de tirantez parecieron
suavizarse y donde se comenzaba una etapa de colaboración, pero pronto
volverían las desavenencias. Ahora era la acusación desde la Falange de
que la actitud conciliadora de Andrés Soriano había sido simple
apariencia. Contribuyó de forma decisiva al enfrentamiento el hecho de que
Soriano nombrara para sustituirle como representante provisional a Adrián
Got. Interpretado por la Falange como una clara provocación se llegó al
extremo de que las relaciones de la Falange con el consulado se producían,
por extraño que parezca, exclusivamente mediante comunicaciones escritas
.Martín Pou, personaje combativo respaldado y elogiado por sus jefes, preparaba su
regreso a España para el otoño de ese año. Otros dirigentes falangistas
filipinos más pusilánimes, y hacia los cuales Pou no tenía la mínima
confianza en su labor al frente de la Falange, transmitían su preocupación
y desamparo por lo que estaba sucediendo y sobre todo, por lo que
ocurriría a la marcha de Pou. El 25 de Agosto de 1938 se cursaba desde
Manila por el responsable falangista Paulino Antonio, un telegrama con el
siguiente texto: "Para Patricio Adrián propaga será nombrado Jefe
organización predica represalias punto Martín amargado y cumplida misión
regresa septiembre punto Organización desamparada desaparecerá punto
imposible lucha sin alentarnos vosotros. Paulino Antonio"
Lejos
quedaba el espejismo que reflejaban las palabras de Pou dirigidas a Del
Castaño cinco meses atrás: "En fin, tengo la seguridad de dejar esto a tu
gusto y que español y falangista sean sinónimos en Filipinas".
La lucha
estaba planteada a extremos tales que Adrián Got "destituyó" en Septiembre
(mediante un telegrama sin firma, posiblemente amañado por él mismo) a
Martín Pou de sus funciones lo que volvió a motivar la queja de la Falange
Filipina al Servicio Exterior.
A los
pocos días recibía Pou la comunicación de que su regreso a España podía
efectuarse. Su actuación se valoraba positivamente. Había tomado
participación decisiva en la creación de la Compañía Comercial Española de
Oriente para impulso del comercio nacionalista español en aquella área y
había mantenido en pie a una Falange, acosada por el elemento diplomático
y por destacados representantes de la colonia.
La
jefatura de Pou y su línea falangista habían contrariado los planes de
dominar la sucursal del Partido por parte de los hombres de poder de la
colonia. A las denuncias falangistas efectuadas contra Adrián Got por
anunciarse como futuro jefe falangista, se unía la intención de Soriano,
expresada al Secretario General Fernández Cuesta, para hacerse con el
timón de aquella provincial.
En la
estrategia de cerco a la organización falangista Adrián Got llegó a la
expulsión del Casino Español de Antonio Ferrer, Jefe de Prensa y
Propaganda de la Falange, a la negativa a expedir el pasaporte a
falangista alguno y a la rescisión de la publicidad en Yugo por parte de
la Compañía de Tabacos con el pretexto de ser una publicación "roja". Este
último desaire movió a del Castaño a quejarse de la actuación del gerente
de la Compañía de Tabacos ante el Director de la misma, tras lo que se
consiguió la renovación de la publicidad.
Del lado
de Got se movía Augusto Martínez Gil, propietario y editor de un periódico
que con el nombre Arriba España se publicaba en Manila. Tildado de
"esbirro de Soriano" y desobediente con las órdenes de la Falange aunque
él se autoconsiderara "requeté y falangista" era uno de los pilares que
apoyaban la "persecución y violencia" (en palabras de del Castaño) que
aguantaba la Falange, habiendo llegado a calificar a ésta de "madriguera
de rojos emboscados". En correspondencia a su actuación antifalangista,
del Castaño rechazaba en las Navidades del 38 el donativo enviado por el
Arriba España reexpidiéndoselo al General Queipo de Llano.
La vuelta
de Pou a España debió animar a Adrián Got a continuar con su labor de zapa
antifalangista, ahora dirigida contra los nuevos jefes formantes de una
Junta Regional, desmoralizados por la lucha intestina que continuaba
produciéndose. La convocatoria de actos paralelos era una buena forma de
boicotear a la Falange. El 20 de Noviembre, ante el funeral organizado por
la muerte de José Antonio Primo de Rivera el cónsul organizaba otro, que
fue prohibido desde Burgos por el Conde de Jordana a instancias del
Servicio Exterior.
El
conflicto había llegado a tal envergadura que el Delegado Nacional expuso
el problema al General Franco mediante escrito dirigido al Coronel
Secretario Militar y Particular en el que adjuntaba pruebas de la
animadversión falangista de Adrián Got. Mientras tranquilizaba a la Junta
Regional anunciando el regreso del cónsul Soriano y pidiendo firmeza en la
postura de la Falange. recordaba que las Juntas Nacionalistas únicamente
tenían fines recaudadores y que el representante del Estado estaba en la
obligación de apoyar a la Falange. Proponía también a los falangistas
filipinos un reto: intentar desbancar a Got de la presidencia del Casino
Español. Pero el belicoso responsable del Casino no se amilanaba por ello.
y aunque se anunciaba la llegada de un nuevo representante, Álvaro de
Maldonado, continuaron las acciones de boicoteo. Aquella actitud se
concretaba en la negativa a ceder el casino para conferencias falangistas
o, ya en Julio del 39, a la interrupción en la Casa de España de un acto
de la Falange arremetiendo contra los presentes. Ni la comunicación
enviada por el Secretario particular del Generalísimo le había hecho
cambiar de actitud.
La
situación de la Falange en Agosto de 1939 era crítica. Los delegados
regionales Federico Pérez, el sacerdote. Padre Cubría, Francisco Ferrer y
Antonio Ferrer habían dimitido de sus cargos. El envío de una provisión de
medio millón de cigarrillos y 15.000 pares de calcetines desde las
Filipinas, al finalizar la guerra podían dar sensación de pujanza, pero no
era así y aquella recaudación no menguaba para nada el ambiente de
conflicto. Serias amenazas auguraban el fin de la Falange. La Junta
Regional sólo veía una salida, que Got fuera repatriado y que el
Secretario falangista Patricio Hermoso, asumiera plenos poderes, poniendo
fin al dunvirato existente (Adrián-Patricio).
La
publicación Yugo había quedado suspendida por los enfrentamientos
narrados. Al mes de terminada la guerra, por parte del Delegado de Prensa
y Propaganda se había lanzado la idea de reeditarla o cuanto menos suplir
el vacío al no existir publicación de defensa del estado franquista. El
Arriba España, había dejado de editarse al finalizar la guerra, y se
pensaba en utilizar sus procedimientos técnicos en cuanto a la transmisión
rápidas de noticias de España, pero orientado hacia el falangismo.
La
disolución de la Falange se evitó al hacerse cargo provisionalmente de la
Jefatura, el cónsul general de España, Álvaro de Maldonado hasta la
llegada del nuevo Jefe de Falange, García Albéniz, A principios de 1940 se
logró la reanudación esporádica de Yugo (supeditada a las cantidades
abonadas por los anunciantes) y se crearon las extensiones falangistas de
Batangas, Cebú, Ilagán, Bacolado además de las chinas, inmediatamente
anteriores, de Shangai y Tien Tsin.
La
situación internacional presentaba para la Falange tintes cada vez más
comprometidos. García Albéniz le relataba al falangista americano Perignat
el interrogatorio del que había sido objeto por parte de un Agente del
Departamento de Inmigración y "de juegos y martingalas para acabar con la
Falange de América". De otra, las luchas intestinas tampoco habían
desaparecido. Un folleto injurioso contra los jefes falangistas Martín Pou
y García Albéniz, en donde se mezclaban las acusaciones de marxista para
el primero y malversador y juerguista para el segundo, expresaba el sentir
de una parte de la colonia que pedía el final de aquella Falange aunque
guarnecían su conducta con elogios a la Falange de España y a su Caudillo.
Para
poner orden en todo aquello, se dispuso el relevo de García Albéniz en la
Jefatura de Falange y en el Consulado General de Filipinas y su
sustitución por el impulsor del Servicio Exterior, José del Castaño.el 21
de Septiembre del 40 Le tocaron los tiempos finales de existencia de la
Falange filipina en donde la presión internacional promovida por USA
obligaba a la supresión total de manifestaciones externas. La tradicional
simpatía hacia España, era, en opinión del cónsul del Castaño, lo único
que contrarrestaba el ambiente de hostilidad. Apoyándose como en los
comienzos en la orden religiosa de los Agustinos, las secciones juveniles,
Flechas de Manila, celebraban sus reuniones en terrenos de propiedad de
esos frailes y editaban una revista con el nombre del descubridor del
archipiélago, Legazpi. Junto a esta, aparecían en 1941 otras como la
españolista Excelsior, Hispanidad o ProCervantes. La Sección Femenina
imprimía una publicación dedicada a Santa Teresa. Mientras tanto la
revista Yugo, condicionada a las estrictas medidas de divulgación
política, únicamente tenía circulación interna para falangistas. Su
carencia de operatividad, al no poder tener una difusión más amplia, hizo
pensar en su sustitución en Agosto del 41.
Conquistadas las Filipinas por los japoneses, éstos no respetaron los
intereses españoles y llegaron incluso a la destrucción de la Universidad
de Santo Tomás de Manila y a los crueles asesinatos de monjes agustinos
españoles. En el comienzo de 1945 corrían los tiempos en donde parecía
nítido quienes iban a ser los vencedores de la guerra mundial y el régimen
de Franco por más que se impresionara ante aquellos acontecimientos jugaba
también la baza de preparar el inmediato futuro después de lo ocurrido. Se
produjo un distanciamiento creciente con el Japón, que en 1945 manifestaba
efectos difíciles de imaginar algunos años antes. El Delegado Nacional del
Servicio Exterior, Antonio Riestra del Moral, trasladaba al agregado de
Prensa de la embajada de USA para que a su vez lo hiciera llegar al
Vicerrector de la Universidad de Santo Tomás en Manila un texto del SEU
felicitándole por la entrada de tropas americanas "liberando a ese pueblo
del dominio de una potencia asiática". La prensa española clamaba contra
el hostigamiento japonés hacia españoles e incluso se vislumbró la
posibilidad de una declaración de guerra al Japón.
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