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Doce
años después de finalizada la guerra y asentado el régimen de Franco, más
ahora que veía luz después de atravesar el túnel, se produjo la que se ha
considerado primera manifestación popular de rebeldía contra el franquismo. Al
finalizar la década de los cuarenta no se atisbaban mejoras de vida de los
trabajadores tras un periodo ya largo de duras condiciones económicas. En
muchas zonas de España los umbrales de la miseria y del hambre estaban más que
rebasados. En Febrero de 1949 el Delegado Nacional de Sindicatos, Fermín Sanz
Orrio, le pedía a Raimundo Fernández Cuesta su personal mediación en el
Consejo de Ministros para remediar situaciones pésimas como las que se estaban
dando en Galicia. Al
descontento de los trabajadores se iba a unir el de los patronos que presagiaban
una brusca subida de precios y las consiguientes peticiones de mejoras de
salarios. En Agosto de 1950 más de doscientos diez mil españoles se
encontraban en paro con fuertes aumentos en los tiempos inmediatos anteriores.
Este contingente de parados se acumulaban en Madrid y en Andalucía. En esta última
región Jaén se llevaba el triste primer puesto en cuanto a situación
angustiosa: el 22% de las muertes en España por enfermedades carenciales se
originaban en aquella provincia. El
encarecimiento de la vida llevó a la creación de un plus salarial compensador
que aliviara en algo la situación, pero esa cantidad se percibía con retraso
lo que aumentaba el malestar de los trabajadores. En algunas localidades españoles
los propios Jefes de las Secciones sociales de los Sindicatos instaban a éstos
a mantener una actitud de bajo rendimiento e, incluso, se hablaba de recurrir a
la huelga si persistía la demora en recibir el plus compensador. El
Sindicato Nacional del Metal resultaba especialmente afectado en este tiempo.
Empresas de este sector como La Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona o
Torrás Herrería y Construcciones de Barcelona vivían tensiones por el no
conseguido plus compensatorio. Altos Hornos de Vizcaya vivía una situación
similar y desde el Sindicato del Metal y desde el Ministerio de Trabajo con José
Antonio Girón al frente se pedía el Consejo de Ministros un urgente acuerdo
para evitar el estallido laboral. Las
restricciones de energía eran causa del repliegue industrial y del consiguiente
engorde del paro. Esta lacra, que vulneraba aquellos principios esenciales
expuestos en el Fuero del Trabajo (carta magna de escaso cumplimiento) mostraba
oscilaciones considerables en periodos corto de tiempo, lo que era muestra de la
existencia de gran cantidad de empleo precario sujeto a la falta de solidez en
la estructura de muchas empresas. Barcelona,
como núcleo fundamental de la industria española, exigía de un seguimiento
preferente. Preocupaba a la Delegación Nacional de Sindicatos la escasez de
materias primas por la repercusión en la producción y sus efectos en las
condiciones laborales. Para completar el tenebroso panorama el abastecimiento en
la capital catalana era deficiente y el nivel de consumo bajo. El aumento del
costo de la vida y los problemas de suministro eléctrico en el otoño de 1950
daban un panorama nada halagüeño. Se estaban perfilando las condiciones
favorables para un movimiento de protesta. El
30 de Octubre de 1950, el Delegado Nacional de Sindicatos comunicaba a Raimundo
Fernández Cuesta lo siguiente: "…De
todo lo anteriormente expuesto, se desprende que existe un un fuerte malestar
social como consecuencia de la inseguridad laboral y carestía de la vida, por
lo que sería impopular y extemporáneo que, en estas circunstancias, se
autorizara cualquier aumento en las tarifas de los tranvías y demás medios de
transporte urbano como parece que se va a llevar a cabo por las correspondientes
empresas, previa autorización municipal". El
sindicato vertical y el Gobierno eran perfectamente conocedores de la
posibilidad de un estallidos social ante las lamentables condiciones de vida.
Faltaba el detonante, el que, como se ve era también perfectamente conocido y
el estallido llegó. Paul
Preston en su Franco "Caudillo de
España" no duda en situar al Gobernador civil de Barcelona, Eduardo
Baeza Alegría, en estado de escasa concentración ante lo que se estaba
tramando por sus paralelas ocupaciones con una artista de cabaret. El
historiador británico no duda en que la común respuesta de adjudicar el
movimiento de protesta a "agitadores
profesionales al servicio de ideologías políticas de triste memoria"
eran causas simplistas. La participación de clases medias, gentes de la HOAC y
falangistas locales fue un hecho y transcribe palabras de la embajada británica
acerca de que tenía "pruebas
irrefutables" de que la huelga había sido inicialmente planeada por
radicales del grupo de veteranos falangistas conocidos desde 1949 como la Vieja
Guardia". El
13 de Marzo de 1951 el periódico La Vanguardia informaba de los hechos ocurridos en la capital
catalana. Siguiendo la línea oficial de adjudicación de cualquier protesta a
los comunistas (Todo lo que se movía era rojo) también ésta fue organizada
por ellos. Se transcriben las frases más significativas acerca de los hechos:
Se hablaba en el prestigioso periódico barcelonés de que "los
cursantes de las octavillas (convocantes) de
inequívoca filiación", de que "La
falta de asistencia al trabajo dio lugar a que las calles se llenaran de público,
siendo aprovechada la coyuntura por agitadores profesionales…Por la calle de
Junqueras y hacia la Vía Layetana bajó igualmente una manifestación que,
entre gritos subversivos, amenazas y finalmente intentando cantar "La
Internacional" pretendía dirigirse hacia el puerto, cerrando los comercios
que hallaban al paso… A mediodía salieron a prestar servicio de orden público
las fuerzas de la Guardia Civil…Las fuerzas de la Guardia Civil se
distribuyeron en patrullas por las vías de la ciudad, manteniendo el orden más
absoluto con su sola presencia, que no en vano goza dicho Cuerpo de un prestigio
tan notorio como meritoriamente logrado" . Un
informe de las llamadas JANS (Juntas de Acción Nacional Sindicalistas) surgidas
en el seno de la milicia de FET y de las JONS, o sea, de la Guardia de Franco,
nos sirve como fuente primaria de enorme valor como testimonio de contraste. Considerada
como la primera gran huelga contra el régimen, las causas hay que buscarlas en
la crisis económica que sufría Barcelona y el detonante en el aumento de 0,50
a 0,70 ptas. en el billete de los tranvías. Octavillas "infantiles" (así definidas en informe de las JANS) y
desprovistas de color político, fueron el primer aviso. Se pasó luego a la
protesta universitaria, rotura de lunas de tranvías etc. La respuesta primera
por parte de la autoridad fue bastante pasiva, pero hubo una campaña para
soliviantar a la población hablando de heridos y muertos. En consecuencia se
registró una menor afluencia en los tranvías por protesta de unos y por miedo
de otros. El
1 de Marzo comenzaron a circular los tranvías, pero sin gentes "empezando
la huelga más original de usuarios, conocida hasta las fechas en el mundo".
Calles llenas de gentes que acuden al trabajo andando, con comentarios acerca de
"la prueba de civismo" y
"unión de un pueblo harto de abusos". Los
mandos de la Falange ordenaron, a los afiliados que subieran a los tranvías
"cometiéndose la torpeza de publicar
en dicha Cía. (en un tablón de anuncios) que no se cobrara a todos aquellos que
subieran en los vehículos y exhibieran el carnet del Partido, ya que se
interpretó que lo que se pretendía era enfrentar al Partido contra la población
general..." Hubo una negativa de los
falangistas a secundar lo ordenado y se registraron incidentes los días 3, 4 y
5 de Marzo en la Jefatura Provincial con los mandos nacionales. Ante
la falta de entusiasmo para romper la huelga de los falangistas, el gobernador
civil, y no podemos olvidar que también Jefe Provincial de la F.E.T., recurrió
sin éxito a las Cámaras, corporaciones, Organismos oficiales y Organización
Sindical. El
día 6 se bajaron los precios y los falangistas subieron a los tranvías para
"romper el hielo". Se
registró algún incidente con grupos de mujeres en las proximidades del mercado
de San Antonio que intentaban que los viajeros bajaran de los tranvías. Ese
mismo día, el Delegado Sindical y el Vicesecretario de Ordenación Social
convocaron una reunión de enlaces sindicales (dependientes orgánicamente del
Partido único), a la que acudieron tres mil de ellos. El clima estaba caliente,
se oyeron insultos contra el Vicesecretario de Ordenación Social ("el
cual goza de profundas antipatías por su inoperancia, despotismo inmoralidad en
su vida privada y falta de competencia y capacidad para el empeño de su
cargo"). Abucheadas las jerarquías salieron con pánico del lugar
mientras arreciaban los insultos de toda índole incluso "mueras"
al general Franco "caso inaudito y no
registrado hasta ahora en ningún lugar ni circunstancia". Los
trabajadores, dueños del local, pedían la libertad de los detenidos. Los
mandos estaban desbordados lo que, según los informantes falangistas, no
hubiera ocurrido "si en aquellos
momentos hubiera habido un auténtico falangista al mando de la C.N.S". Una
comisión de enlaces partió hacia el gobierno civil para pedir libertad de
detenidos. Algunos de ellos hablaron a la asamblea pero ésta no se dio por
satisfecha, aunque se disolvió, por agotamiento de los reunidos, hacia las tres
de la tarde, tiempo después que los mandos sindicales hubieran desaparecido
"como si se los hubiera tragado la
tierra". El
informe interno que llegó al Delegado Nacional de Sindicatos hablaba de ataques
de algunos concentrados y culpaba de ello a la Ley electoral sindical y al apoyo
prestado por el Vicesecretario de Ordenación Social, el Jefe del Departamento
de Organización y el Vicesecretario de Obras Sindicales. No se olvidaba ese
informe de destacar la actitud de Garcia Ribes y de Melchor Baixas de Balau que
definía de cobarde ya que no habían dado la cara en todo el asunto. La búsqueda
de esos culpables, bastantes e incrustados en la dirección del sindicato se hacía
para pedir su depuración y la consecuente renovación de cargos. El
informe y las conclusiones acerca de una actuación falangista en el
sindicalismo barcelonés habían sido remitidos por el consejero de las JANS de
Barcelona. De su lectura salían mal parados jerarquías sindicales y la propia
dinámica de la OS quedaba tocada por lo que al Delegado Nacional, Sanz Orrio,
también la correspondía su cuota de responsabilidad. Tales denuncias que
llegaron a poder del Delegado Nacional de Sindicatos produjeron cierta tensión
entre ese organismo y la Vieja Guardia, apaciguado por el Inspector Nacional de
esta última organización, Alberto García Ortiz, en base al consabido bien de
la Falange y a la importante subordinación que, al fin y al cabo, la donación
económica de la OS, alma mater, madre nutricia, hacia inevitable. La
situación era tremendamente delicada, el Delegado Nacional de Sindicatos,
celebró una reunión con los procuradores en Cortes de Barcelona con el fin de
que incrementasen su apoyo con las autoridades para restablecer la normalidad.
Simultáneamente enviaba con plenos poderes a José Sanz Catalán para una
actuación que el propio Delegado Nacional calificaba de "enérgica" y
cursaba órdenes al Delegado Provincial de Barcelona de la destitución de todos
los enlaces sindicales o vocales de Juntas interesados aun mínimamente en los
incidentes. Un
hecho resultaba cierto y era que desde la propia organización sindical, a través
de sus enlaces se había gestado aquella protesta. Sanz Orrio se sacudía el
muerto de encima con dos argumentos: el primero, consistía en insistir sobre la
pasividad de la autoridad gubernativa en un primer momento lo que tiene bastante
coincidencia con el vivo sin vivir en mí que señalaba Preston ; el segundo, de
una torpeza inaudita, en entender que los enlaces sindicales no eran cargos
de confianza de la OS sino representación de los obreros. Esta curiosa
afirmación realizaba el 14 de Marzo de 1951 en un escrito "urgente
y reservado" al Secretario General del Movimiento. Establecía un
divorcio en el Vertical, tan real como formalmente negado, que era peligroso
para la propia supervivencia del aparato sindical. La
táctica seguida por todo poder de minimizar los problemas arguyendo que se
trata de minorías revoltosas no podía estar ajena en la mente del Delegado
Nacional de Sindicatos que salvaba la actuación de su sindicato y culpaba del
alboroto a unos cuantos enlaces "que
son poquísimos"(97). A
la policía barcelonesa le fue entregada una nota con relación de individuos
participantes en la organización de los paros. Entre ellos José María Simón,
enlace sindical de la empresa Llavines SA, Juan Alvarez Martínez, enlace de la
Empresa industrial del Papel y Cartón S.A. Juan Fontanet Dosda enlace de la
empresa Jaime C. Carbó, Bernabé Ortega Sánchez enlace de la Obra del
Instituto Nacional de Previsión y Felipe Puigali Torres enlace de Española de
Desinfección. Además de estos enlaces figuraban el auxiliar de cocina Manuel
González, el acomodador del Gran Price Enrique Blesa Trompeta ("sujeto
de malos antecedentes") Martín Gelida "un
hermano suyo, y otro individuo
apellidado Puerto" y María Manubens ("separada
de su marido que está en Francia"). El
13 de Marzo, la Delegación Provincial del Sindicato remitía un informe en
donde hablaba de que la mayoría de los trabajadores se reintegraban a sus
puestos de trabajo, aunque algunos eran incitados a abandonarlos por parte de
personas dirigentes de las empresas. En la Empresa Industrias Derivadas del Azúcar
se acusaba a un excombatiente
y falangista de haber dirigido una arenga con palabras subversivas y que
consiguió el abandono del trabajo por la gran masa de trabajadores. Según
denunciaba el Delegado Provincial la agitación estaba comenzando nuevamente a
organizarse aportando el dato concreto de tres individuos que en la calle
Trafalgar recibían a los ciclistas que iban llegando y les aportaba consignas. Para
la información necesaria acerca del desenvolvimiento laboral, la Delegación de
Sindicatos contó con la colaboración de ciento sesenta falangistas de los de más
confianza que en ochenta coches servirían de informantes y que ejercerían una
labor disuasoria en aquellos que se mostraran indecisos El
14 de Marzo se reunieron vocales de la Compañía del Metro de Barcelona para
solicitar aumento de sus salarios de forma urgente (curiosamente la autoridad
gubernativa había justificado la subida de los tranvías con el argumento de la
subida de los salarios). Tal reunión que según manifestó el Jefe del
Sindicato del Transporte de Barcelona era ilegal parece ser que se celebró en
dependencias de las JANS. Mientras que los falangistas de las JANS pretendían
la reconducción del movimiento obrero, elementos afectos a la Provincial de
Barcelona prestaban servicios parapoliciales (protección a edificios públicos
(Diputación, Ayuntamiento, a locales de la Compañía Telefónica, en Correos y
en emisoras de radio y periódicos). Cuarenta escuadras se dedicaron a la
apertura de comercios y fábricas de los doce distritos y otras sesenta
escuadras para "distintos cometidos".
Trescientos hombres del Movimiento se distribuyeron entre las comisarías de policía.
Otros doscientos hicieron rondas volantes en grupos de cinco por los
pueblos y ciudades del cinturón de Barcelona. Los
edificios del Movimiento se protegieron con una centuria estacionada en la Jefatura Provincial y tres escuadras en cada uno de los doce
distritos. Cien militantes transportaron y escoltaron 100.000 kilos de carbón
desde el puerto a la fábrica de gas. Se movilizó a un total de tres mil
quinientos hombres de los hogares de los distritos y mil quinientos de la
Guardia de Franco y de la Vieja Guardia según consta en un informe con aires
exculpatorios que no conseguirían la eliminación del rebrote de militancia que
suponían las JANS. Los días de esta organización estaban contados. Estamos
ante otro más de los episodios contradictorios de la militancia falangista. En
este caso concreto se ha observado la negativa
a acatar las órdenes de los superiores por entender que se les quiere enfrentar
con la población cargada de razones para la protesta. Resultaba evidente que la
militancia de primera línea del Partido único tenían la sensación de que los
sindicatos verticales eran órganos burocráticos, una pantomima alejada de sus
presupuestos dinámicos. No desaprovecharon, tampoco, la ocasión para echar
tierra a los mandos sindicales que eran, no se olvide, mandos del Partido y se
llegó a pedir la depuración de jerarcas sindicales, algunos de gran prestigio
y de gran proyección futura dentro del Sindicalismo franquismo como Vicente
García Ribes (fundador de la Organización Sindical en Barcelona, procurador en
Cortes por el tercio sindical desde 1943, vocal del Puerto Franco de Barcelona
como representante de la CNS). Naturalmente, el final estaba anunciado. Las
altas esferas sindicales, sumisas, correa de transmisión del gobierno, con el
Delegado Nacional de Sindicatos al frente, ordenaba la destitución de enlaces,
es decir, la depuración de los rebeldes. Es
posible aceptar la entrada de algunos infiltrados en puestos de enlaces
sindicales, en esa línea se mueve la historiografía comunista, pero es seguro
que la imposibilidad de actuar, incluso lo más mínimo, en contra de las
disposiciones gubernativas, tuvo que llevar a muchos, a la fuerza, a engordar
otros sectores para la reivindicación. El régimen del general Franco,
medularmente anticomunista, ayudó, muy a su pesar, a aureolar el movimiento
comunista. |