El
presente artículo se organiza en dos partes: en la primera se hace una
reflexión sobre la producción bibliográfica acerca del
nacionalsindicalismo; en la segunda se someten a un comentario seis obras
significativas sobre el mundo de la Falange, ninguna de ellas elaborada
desde las filas de los falangistas, más bien todo lo contrario. Obras
criticas, aunque alguna pudo mostrar empatías con algún tiempo y algún
personaje del mundo de la Falange. Se han seleccionado tres "clásicos":
la obra de Ricardo Chueca, la pionera de Payne y la síntesis de Ellwood
en un primer bloque; y quedan para un segundo otras tres de más reciente
aparición, dos de José Luis Rodríguez Jiménez y la Joan Mª Thomas.
Han
pasado ya muchos años en que un folleto recopilador sobre la bibliografía
falangista, preparado por Javier Onrubia, presentaba quinientas quince
obras con una clara dicotomía entre los textos elogiosos y detractores
acerca del mundo azul. Había existido un exceso de pasión de por medio
al redactar esas obras. Si nos fijamos en aquellos textos que puedan ser
calificados de históricos y en otros de más reciente aparición sobre
aspectos parciales de la FET, observamos un denominador común: el de que
se parte de supuestos que en ningún caso se desvirtúan a la hora de
extraer las consecuencias.
Los
textos elogiosos, con evidentes preocupaciones de ejemplarización y
justificación, promocionados por la propia FET durante su existencia a
través de sus servicios de publicaciones, llegaron a convertirse en
rutinarios y se dedicaron mucho más a tratar los tiempos de la Falange
histórica 1933-36 y de sus líderes que a acometer estudios sobre el
tiempo siguiente. Los hubo, incluso, como la Historia
de la Falange de Francisco Bravo que tuvieron que crear un final
forzado para evitar entrar en tiempos espinosos. Algunos otros salvaron la
mediocridad y sirvan de ejemplo el de David Jato sobre el SEU (La rebelión de los estudiantes) que, por críticas que reciba,
siempre aparece de referente para el estudio del sindicato falangista y
del entorno de época o Un pensador
para un pueblo, ensayo filosófico de Adolfo Muñoz Alonso con
desnivel de tratamiento en cuanto a los temas, pero de una altura
intelectual fuera de dudas. Muchas obras, rituales y de obligada publicación
salían de un semisótano de la calle Gaztambide, en el barrio de Argüelles,
donde oficiaba un perpetuo recopilador, Agustín del Río Cisneros, cita
obligada en las portadas de las ediciones del Movimiento, una especie de
San Pablo difusor embutido tras los fuertes cristales de sus gafas. Pero
hay quien dice que este polígrafo de la azulvisión llegó a confesar, en
tiempos de chatarrería y desguace, herrumbre y óxido, almoneda del régimen,
no ser más que un profesional, un funcionario, un "profesional"
a fin de cuentas, que se ganaba el pan de aquellas formas como bien pudo
llevar una habilitación de clases pasivas o un negociado en cualquier
ministerio. Y fue San Pedro, que no San Pablo, el que negó tres veces.
De
la legión de detractores los hay que participan también de la crítica
rutinaria y del vicio del encasillamiento en donde a modo de una receta
esquematizan ejemplarmente la historia: Cójase un filosofo, pensador o ensayista, colóquense en su sistema los
acontecimientos, incluso encajándolos a la fuerza, señálense algunas
excepciones y todo listo para ser digerido. De tal forma que hay
quienes consiguen sumergirse en el entramado y quienes se conforman con
aspectos superficiales, producto de una indagación periférica, muy
alejada de la observación del fenómeno. También están, los "incapacitados
psicológicamente", así titulados por H. Southworth, y aunque
calificaba de esta forma a quienes estaban anímicamente muy dentro del
espíritu falangista, ocurre (y él es un claro exponente en su
interpretación del "imperialismo" de la Falange) que ese
etiquetado encaja perfectamente con los que tienen su ánimo muy afuera.
En
el exterior de España durante el régimen del general Franco, algunos
estudios discrepantes, incluso con valoraciones contradictorias entre
ellos, aportaron la necesaria inquietud para acometer cualquier tipo de
investigación. La editorial Ruedo
Ibérico, con toda su carga de sistemática oposición, en ocasiones
panfletaria, contribuyó a mantener vivo algo que por estos pagos era difícil
de encontrar: sacar a la luz acontecimientos ocultos y efectuar análisis
divergentes de los que aquí se daban por buenos. Muy certero se expresaba
el prologuista y traductor de la obra pionera de Payne (Falange. Historia del fascismo español), publicada en esa
editorial, para quien la Falange era más conocida fuera de España que
dentro y mejor por los que no eran falangistas que por los que si
ostentaban tal condición. Tan ajustado juicio por parte del prologuista
no podía ser ajeno a un pasado azul cubierto de compromiso y abandonado a
la vera del camino.
Con
el cambio de régimen comenzaron una serie de publicaciones que más
correspondían a las convulsiones propias del momento postdictatorial que
a líneas coherentes de investigación histórica. Lo que con gran acierto
Ángel Llorente ha calificado, tras entenderlo como inevitable fatalismo,
de "...una amalgama impúdica
entre el rigor historiográfico y los efectos de una compulsión
antifascista militante"(2).
Las
mil y una publicaciones que aparecieron en prensa desvelando pactos,
represiones y toda una gama de historia oculta de nulo valor, no puede
hacer olvidar estudios rigurosos como el que hizo el profesor Viñas sobre
los intentos de rescate de José Antonio (3) (vendido con histrionismo
editorial) y otros que daban cierta luz a interrogantes aunque, todo hay
que decirlo, desde una óptica apasionada, apasionadamente contraria a lo
que acababa de pasar.
Si
en 1976 Luis Álvarez Gutiérrez señalaba lagunas en torno a la Falange
republicana, aun hoy las sigue habiendo. Es verdad que de aquella época o
de la siguiente ha habido fuerte producción, pero espacios de vacío
continúan sin llenarse y baúles repletos de información que amenazaban
con abrirse, aparecieron como nubes pasajeras que se perdían por el
horizonte sin dejar agua. Caídas estas, poquitas, algunas gotas tienen el
interés de presentar la figura de José Antonio Primo de Rivera con más
ricos matices, aun a riesgo de no gustar a los ortodoxos, que la
linealidad percibida de siempre (4). Hay también estudios rigurosos con
mayor simpatía hacia el fundador de la Falange y a su discurso como es el
texto de Argaya (5) o utilizando de una neutralidad académica erudita,
respetuosa y veraz como lo es el de Gil Pecharromán (6). Hay también
quien, aprovechando tiempos de eclosión sobre temas falangistas, utilizó
la mendacidad y la provocación porque es la única forma de hacer oír
sus ecos. Tarea infecunda porque sabemos distinguir los ecos de las voces
en esa producción de caos, ceguera o perversión "que
es la negación o inversión de los valores", es decir, el
resentimiento, que magistralmente estudió Max Scheler" (7). Fue César
Vidal, aunque ya con la distancia de por medio más podríamos hablar de
la conveniente vacunación a expensas de Primo de Rivera, pensada y
premeditada, para defender más tarde, (una vez reconocido su
"valor" al derribar al mito) cuestiones espinosas, aportando la
cordura divergente ante tanto memo clónico, en donde su manifestación
con tesis contrarias - y certeras- a la mentalidad dominante, al
borreguismo informativo, puede resultar elogiable.
En
los estudios generales o síntesis sobre el franquismo se ha diluido en
exceso el papel de la FET haciendo menciones de pasada sobre el desarrollo
del falangismo. También en obras que abordan específicamente el tema hay
un olvido manifiesto de ciertas parcelas de actuación. Un riesgo común
de los estudios generales estriba en la generalidad unificadora otorgada a
la FET que no observa los profundos matices diferenciadores aun cuando
estos llegaron a ser de suficiente importancia.
Por
ello se puede afirmar, todavía hoy, la poca cuantía de trabajos de síntesis
adecuados. En tanto que existe un variado número de obras sobre la
Falange en el periodo 1933-37 o generales acerca del franquismo, son
escasas las que historien la Falange Española Tradicionalista y de las
JONS a pesar de ser una importantísima pieza para el análisis. Cuatro décadas
de partido único con numerosos matices y con una conducta de acrisolada
fidelidad al general Franco.
El
texto pionero de Payne, Falange. Historia del Fascismo español, importantísimo en su
momento, no puede hoy resultar satisfactorio, como tampoco la excesiva
concisión de la Historia de la Falange de Álvarez Puga. El diagnóstico sobre la Falange de Heleno Saña (8) realizaba una síntesis
muy meritoria pero sin pretensiones de profundización. Quedaba como única
obra de conjunto, casi hasta el final del milenio, la realizada por
Sheellag Ellwood, Prietas las Filas,
hábilmente tejida, muy amplia en su recorrido histórico pero que adolece
de apreciaciones evidentes de animadversión, de falta de profundización
en secciones de la FET y de algo tan fundamental como la utilización de
fuentes documentales primarias (9). Para Ellwood, la Falange es un todo
que abarca desde los prolegómenos de las JONS en el año 31 hasta la época
testimonial y nostálgica del 83. Divide, eso sí, su trabajo en tres
grandes bloques a los que titula "La Falange creada", "La
Falange realizada" y "La Falange idealizada" como método
de ordenación.
Una
interesante aportación fue la realizada por Ricardo Chueca desde un
enfoque metodológico muy distinto en donde el derecho y el pertinaz
intento de demostración del irracionalismo filosófico de la Falange
consumen demasiadas páginas.
El
recorrido histórico varía mucho también porque la amplitud de Ellwood
abarcando más de cincuenta años queda reducida en Chueca al primer
franquismo y para el historiador americano el horizonte está en los años
cincuenta, aunque el final del ciclo se ha dado tiempo atrás "lo de
después, lo de ahora, poco a nada tiene que ver con los falangistas"
escribía a finales de esa década.
Tanto
para Chueca como para Payne el desarrollo temporal de la Falange se
acoplaba con el de los fascismos, pasando luego a ser un elemento
residual. Sin embargo, para Ellwood el apartamiento del falangismo por la
historia no impidió durante todo el régimen la presencia de los mismos
al lado del General, estando presentes en los momentos cumbres del régimen
y prestando eficaz colaboración para su perpetuación.
Tanto
Payne como Ellwod utilizaron ampliamente las entrevistas. Muy justificadas
en el primero tanto por la inaccesibilidad de otras fuentes como por la
facilidad del testimonio y por la enorme cantidad de testigos vivos
dispuestos a contar. Más valor aún el dado por Ellwood a esa forma
investigadora, para quien las entrevistas personales "han
sido la materia viva del estudio y su testimonio ha sido parte
indispensable de las investigaciones realizadas". Algunos de
los entrevistados por Payne ya no vivían cuando Ellwod realizó su
trabajo y en cuanto a la filiación de los entrevistados, salvando a Von
Knobloch y a Abad de Santillán, todos los demás encuestados
pertenecieron a los mundos de la Falange.
Mientras
que los dos autores extranjeros se situaron en las coordenadas de la
historia narrativa, Chueca utiliza coordenadas de neomarxismo (utilizando
el término de Stone para este tipo de historiadores) incidiendo muy
especialmente en el papel de la ideología irracionalista de la Falange.
Englobando
a la Falange en la galaxia de la extrema derecha, José Luis Rodríguez
hace un recorrido que, si no profundo por la amplitud de formaciones y por
el espacio temporal abarcado, supone una buena síntesis en donde además
de lo ya conocido, introduce elementos novedosos en la historia de la
Falange. Casi al tiempo, en el mercado editorial apareció un nuevo libro
de Stanley G. Payne (cuyo título Franco y José Antonio despista en cierta manera) que constituye una
aportación rigurosa por más que algunas apreciaciones o algunos recursos
historiográficos utilizados puedan ser muy discutibles. Y desde luego, más
antipática, más históricamente ortodoxa que su aportación pionera.
No
hay, como bien puede suponerse, obra sobre el franquismo que de una u otra
forma no haga referencia a la Falange. El primerizo y arriesgado texto de
Ramón Tamames, los de De la Cierva, Payne, Fusi, Preston o cualquier otro
que historie en conjunto o por tramos el franquismo forzosamente han de
referirse a la Falange. Merece la pena detenerse en uno de los
historiadores que más producción bibliográfica posee acerca del
franquismo, Javier Tusell. Una lectura atenta de sus textos forzosamente
concluye en que los falangistas como fuerza interna al régimen fueron lo
peor de lo peor. Esta animadversión se puede detectar con claridad en su
sempiterna creación de antinomias internas del régimen franquista, donde
el que no es Falange sale relativamente bien parado. El victimismo
carlista tras la unificación del 37, la postura en cierto modo
antifalangista de Martín Artajo o el cortar alas a los intentos
falangistas del Almirante Carrero cuentan con la benevolencia (o cuanto
menos con cierta comprensión) por parte del profesor Tusell. Naturalmente
las posturas contrarias a cualquiera de estos casi pertenecen a seres
abyectos (10).
Por
otra parte, conviene tener en cuenta que géneros literarios no
propiamente históricos llegan a expresar de forma más nítida el
entramado en que se movían personajes de la FET que obras históricas que
tratan sobre el tema. Sobre éstos ya se han publicado en el Rastro de la Historia comentarios al efecto. El ambiente de la
intelectualidad falangista y la personalidad de sus integrantes en el
espacio salmantino de la guerra queda admirablemente expresado en
fragmentos de La Leyenda del Cesar
visionario; y ¿quién duda de la conveniencia del Tú
estas loco, Briones de Fermín Cabal para comprender el estado anímico
del francofalangista en la época de desguace del régimen aun con el
aporte caricaturesco que supone esa pieza teatral?
La
subjetividad acompaña a cualquier observador. Desprenderse de la carga
cultural adquirida con el tiempo es un empeño imposible. No existe la
neutralidad ni en el ordenamiento de los materiales que se estudian, ni
mucho menos en la interpretación; pero cuando un investigador se enfrenta
a un tema con presupuestos tales como los descritos por reconocidas
autoridades de la historia contemporánea (un paradigma lo tenemos en Paul
Preston (11)) difícilmente podrá entenderse aquello que se estudia,
porque el prejuicio se convertirá en motor del proceso y se hará
imposible la observación de rasgos humanos en la conducta de estas nuevas
versiones del "maligno", disfrazado para la ocasión con "camisa azul, gentil y postinera".
El
intento histórico ha de ser del todo distinto. Huir, por tanto, de lo que
podría denominarse la "metonimia histórica" que consiste en
identificar (bien de manera consciente, bien prendiendo en el ánimo de a
quien va dirigido), la parte con el todo. De buscar la anécdota o el
hecho y darle valor de ley universal como si de ciencia empírica se
tratara.
Ante
el dilema de elegir estudios locales o estudios generales por parte de los
investigadores de la Historia, menudean los primeros por encajar mucho más
en el ámbito de especialización que supone una tesis; pero conllevan un
peligro: la extrapolación del particularismo, incluso de la anécdota, a
conclusión general cuando ese estadio observado está sujeto a múltiples
condicionantes propios de los núcleos provinciales o regionales,
productos de sus particularidades, más incardinados con el secular
ejercicio del poder, con la tradicional práctica de la política, que con
una forma de poder determinada. Hay actitudes de gobiernos civiles y jefes
provinciales del Movimiento que están infinitamente más cerca de la práctica
del caciquismo de la Restauración borbónica que de la ideología que
predicara José-Antonio Primo de Rivera. Y eso hay que verlo, que decirlo
y que escribirlo.
Dentro
de los estudios sobre aspectos parciales hay reseñables varias obras.
Sobre el Frente de Juventudes se publicó un libro con contenido
testimonial escrito por José Luis Alcocer, novedoso en su momento con
buen aporte de datos, pero carente de sistematización y muy influido por
el momento político de su aparición en la época de la transición
democrática. Juan Sáez Marín un converso procedente también de los ámbitos
azules del Frente de Juventudes elaboró un texto mucho más sistemático,
pero donde numerosas hojas se nos antojan postizos de relleno. Sobre este
tema tan atractivo del falangismo juvenil hay publicado una colección de
charlas de personajes de cierto relieve vinculados a la organización
juvenil, de amena lectura y con interesantes datos (12) y la de reciente
aparición de Manuel Parra Celaya, comentada ya desde las páginas de
nuestra revista.
Estudios
sectoriales publicados (y sirvan de ejemplo el texto sobre la Sección
Femenina de María Teresa Gallego o el del Frente de Juventudes de Juan Sáez)
son aportaciones que hay que tener en cuenta pero se corre también el
riesgo de interpretar esas muestras, aisladas del contexto general de la
Falange. La Crónica de la Sección
Femenina, coordinada por el Profesor Suárez da un cuantioso aporte de
datos, pero carece de las dosis de análisis que contrarresten una visión
que parece excesivamente propagandística. De su lectura puede
desprenderse una interpretación maniquea sobre el espíritu de renuncia o
la religiosidad falangista. El sentimiento y la práctica católica de las
mujeres falangistas no debe olvidar ciertas actitudes de prevención
clerical de otras formaciones como tampoco sería correcto el resalte de
estas últimas posturas olvidando la anterior expuesta. Desde la simpatía,
no exenta del rigor y de la crítica señalamos una excelente obra, de
reciente aparición, la Falange de Arrese, del joven historiador Álvaro de Diego y también
presentada desde esta publicación.
Sobre
la Organización Sindical se publicó un avance en Un
instrumento esencial del régimen franquista. La Organización sindical de
Carmen Molinero y Pere Isás (13). De sindicalismo estudiantil, sobre el
SEU, la tesis de Miguel Ángel Carnicer y sus estudios acerca del control
del profesorado por parte de los SEPES (La
Formación Política en la Universidad franquista. Falange ante profesores
y estudiantes) (14) quien ha ampliado su objeto con el trabajo
realizado sobre la situación de la FET tras la derrota del Eje en 1945: El
aparato falangista ante la caída de los fascismos FET JONS en 1945
(15)
El
mundo de la estética del falangismo muy detalladamente tratado y
criticado por Ángel Llorente Hernández en su tesis doctoral, a la que añadió
un valioso apéndice de textos y bocetos. Un resumen de sus trabajos en La
propaganda por la imagen y el arte en la posguerra. La Comisión de Estilo
en las conmemoraciones plásticas entre 1939 y 1945 (16). En formato
de libro publicó Arte e ideología
del franquismo en donde resume sus aportaciones hacia un apartado
olvidado generalmente por los historiadores.
Sobre
el control de los medios de difusión y de información ha trabajado
Benito Bermejo Sánchez
(El Estado franquista y el nacimiento de la opinión pública en España)
y en ese ámbito está también la comunicación de Pedro Pascual, muy
discutible en cuanto a sus opiniones, acerca de la Prensa del Movimiento
(17). Una aproximación a lo que significó la Delegación Nacional de
Justicia y Derecho de la FET en El
fracaso de los proyectos falangistas de organización judicial del Nuevo
Estado 1937 -1952 de Mónica Lanero Tabas (18)
Acerca
de la Delegación Nacional del Servicio Exterior existían estudios
parciales en torno a algunas de sus extensiones envueltos en una panorámica
más amplia que la de la propia Falange y circunscritos a determinadas
naciones. Así por ejemplo los del Consuelo Naranjo sobre la posición de
los españoles en Cuba o la obra de Mónica Quijada sobre las relaciones
hispanoargentinas. Avances más centrados en el propio tema de la Falange
están en la comunicación que presentaron varios investigadores en el
Congreso de Granada o comunicaciones como la de Benito Bermejo acerca de
la Falange en Francia o los estudios de Florentino Rodao sobre la Falange
en el extremo Oriente. Y sobre este particular mundo del exterior
falangista, tenemos que hacer referencia obligada al completo repaso que
se está haciendo desde estas páginas del Rastro
de la Historia
De
entre los estudios locales, los realizados por Joan Maria Thomas sobre la
Falange en Cataluña, tanto su tesis doctoral como sus comunicaciones El
régimen de Franco en Cataluña conflictos entre franquistas en la
Tarragona de los años 1939 1940 que pone de manifiesto los fuertes
encontronazos entre la Falange y los requetés o entre las autoridades
falangistas y las gubernativas. Esa lucha de poderes también en La
Jefatura Provincial de FET y de las JONS en Barcelona 1940 (19)
Otro
importante capítulo lo brindan las biografías o personalizados relatos
de lo que ocurrió por parte de sus protagonistas. Habría que incluir aquí
las realizadas por Ramón Serrano Súñer, Pilar Primo de Rivera, Dionisio
Ridruejo, José Luis de Arrese, Fernández Cuesta, Utrera Molina, Valdés
Larrañaga o José Antonio Girón. Todas aportan algo, aunque hay una
enorme diferencia entre la densidad del primero de ellos y lo ofrecido por
otros como Pilar Primo de Rivera, quizás la necesidad de justificación
de Serrano fuera infinitamente mayor que la de la hermana del fundador de
la Falange para quien la praxis del servicio falangista se alejaba de los
lugares donde se cocía la política del régimen. Un empeño queda, sin
embargo, claro en algunas de esas obras: la de demostrar la correcta
actuación del escribiente cuando era político y de paso poner de
manifiesto los errores cometidos por otros " antiguos
camaradas". Esa competencia es claramente perceptible en los textos
de Valdés y Girón de Velasco. De este último hay un párrafo que
sintetiza perfectamente el valor de este tipo de obras:"...no trato de escribir la
historia de un tiempo, sino de colaborar y hasta de animar a que se
escriba con una frialdad que a mí me sería imposible adquirir para la
empresa"(20).
Un
mundo, en suma, plagado de estudios críticos que a su vez exigen de una
crítica comparativa, niveladora, heterodoxa y compensadora; mundo
afortunadamente incompleto y que tiene como objeto de análisis el
franquismo en uno de sus componentes, los antecedentes de un régimen o lo
que pudo ser y no fue.
NOTAS
1.-
Onrubia Rebuelta J. Bibliografía sobre el Nacional Sindicalismo. Madrid 1987).
2.-
Llorente Hernández, Ángel. Arte e ideología del franquismo (1936-1951). Visor. Madrid 1995 p.
15
3.-
Viñas A. "Salvad a José Antonio" en Historia 16 nº1
4.-
Libro de Miguel Primo de Rivera
5.-
Argaya Roca, Miguel. Entre lo espontáneo y lo difícil. Tarfe. Oviedo 1996
6.-
Gil Pecharromán, Julio. José Antonio Primo de Rivera. Retrato de un visionario. Temas de
Hoy. Madrid, 1966.
7.-
En Marías, Julián. Tratado de lo
mejor p. 32
8.-
Saña, Heleno. "Diagnóstico sobre la Falange" en Índice
de las Artes y las Letras
9.-
Para Paul Preston, director de la investigación de Ellwood, se trata de
una "contribución única al
conocimiento de la época franquista". Valoración positiva en la
que estaba también de acuerdo el histórico falangista Narciso Perales
(manifestadas al autor de estas líneas en una entrevista de imposible
grabación) pero éste suponía que Preston había sido precisamente
quien, por su declarada hostilidad hacia la Falange, había abortado lo
que podía haber sido un buen libro.
10.-
Un botón más de muestra sobre esta actitud maniquea de a quien hoy por
hoy se le considera en la cima investigadora de la reciente historia de
España, se puede encontrar en las diferencias de trato otorgadas a
personalidades muertas y a su actuación política. El bueno, dado a un
comunista estalinista, Enrique Lister, agente de la III Internacional,
convencido defensor de los momentos más duros de la dictadura comunista
hasta su muerte y de una indudable coherencia en su discurso. Trato que
contrasta con el que dio a José Antonio Girón de Velasco y que no puede
pasar inadvertido.
11.-
"Es de esperar que los jóvenes
estudiosos españoles quieran aceptar el reto y emprendan trabajos de ámbito
regional o provincial que descubran las redes de corrupción y represión
que han constituido la realidad del Movimiento, sobre todo en sus primeros
años." Prólogo al Prietas las Filas de Sheellag Ellwood. Crítica. Barcelona 1984 p.
10. Otra
evidente muestra de animadversión (o quien sabe por qué ocultas razones)
se comprueba en la afición al retrato literario. Aunque con formas poco
conseguidas, los adjetivos le sirven para situar a diestra y siniestra los
personajes de la Historia contemporánea de España, según su particular
aprecio. Su biografía sobre Franco está plagada de esos recursos. El
general Franco recibe por ejemplo los de "bajito" y "orondo". Como parece que le gustó
el adjetivo lo continua con el general Primo de Rivera al que también le
adjudica el de "notorio fanfarrón
El Conde de Rodezno "lánguido
y cínico", Don Juan de Borbón "alto
y bondadoso" (por supuesto), Hedilla baila entre "matón
fascista" y "cándido"
o entre "obtuso" y
"crédulo", Sangróniz
vuelve a ser "orondo y astuto".
Beigbeder "alto y moreno"
o "turbio y misterioso"…
A este "gran hispanista", que ha encontrado su particular Meca
en esta Península, (intelectualmente muy barataria y papanata) no le
vendría de más, leer para retratos o descripciones a Francisco de
Quevedo a Azorín o a Luis Martín Santos
12.-
Varios Autores. 50 Aniversario del
Frente de Juventudes.
13.-
En Actas del Congreso Internacional
de oposición al franquismo UNED. T
I pp 89.
14.-
Ibidem T I 377-390
15.-
I Encuentro de investigadores del franquismo. Barcelona 1992 pp.58
16.-
En Actas del Congreso Internacional de Oposición al franquismo UNED T I
pp. 453 462.
17.-
Ibidem T I 463-484
18-.
I Encuentro... p. 39-42)
19.-
Ibidem pp. 70-72
20.-
Girón de Velasco, José Antonio. Si
la memoria no me falla. Planeta. Barcelona 1994 p. 37. |