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El apoyo a Italia y a Alemania había sido
mayoritario dentro del régimen de Franco y un grado de colaboración
mayor fue el que pretendía la FET. No resultó desaprovechada la coyuntura
porque las presiones alemanas para que España se involucrara más en el
conflicto mundial iban a ser mínimamente satisfechas, de tal forma que esta mítica
unidad militar, la División Azul haya sido valorada como el pago de la deuda
contraída por el Régimen en su agradecimiento hacia la Alemania de Hitler. Una
salida airosa para no comprometerse de forma más terminante.
Tampoco hay que considerar desdeñable
la dedicación del ímpetu falangista a menesteres distintos a los de la política
interior española. Se satisfacía de alguna manera al sector pronazi de la FET
y a los falangistas conspiradores. Los que se estaban viendo defraudados porque
la revolución tardaba en llegar tenían, también, donde enjugar sus
frustraciones.
La decisión tomada habría que ponerla comienzo en la
noche del 22 al 23 de Noviembre de 1940 cuando el gobierno de España desechaba
la sugerencia de Ribbentrop de declarar la guerra a Rusia y autorizaba el envío
de voluntarios, pero habría que salvar ciertos problemas. Los militares españoles
se manifestaban contrarios a que dentro de la Wehrmacht hubiera una división
con mandos propios y ese temor se justificaba en base a un posible intento de
reconstrucción de las milicias falangistas. Algo que resultaba intolerable en
altos medios castrenses. La postura intermedia de combatientes falangistas y
mandos militares fue la defendida por Franco y la que se impuso finalmente. En la gestación de aquella empresa se entralazaron
intrigas políticas y diplomáticas,
tanto internas como externas. Así se puede hacer mención a la conspiración de
Hitler con falangistas partidarios del Eje y generales españoles para derribar
a Franco o las conjuras
infructuosas del falangismo descontento personalizadas, por algún historiador,
en Eduardo Ezquer y Gerardo
Salvador Merino, estériles y
coincidentes con posibles deseos de Ribbentrop en el 41 por derribar a Franco y
situar en su lugar a peones más decididos, entre los que, hay quien opina, barajaba a Muñoz
Grandes, Yagüe y Arrese. El 24 de Junio de 1941 se encontraban presentes en el emblemático edificio de la Secretaría General de la FET, en la calle de Alcalá. tanto el Presidente de la Junta Política, Ramón Serrano Suñer, como el Ministro Secretario, José Luis Arrese. Si nos fiamos de las palabras del primero, un sentimiento dubitativo, pusilánime por parte de Arrese hizo que fuera el Presidente de la Junta Política quien se dirigiera a los numerosos falangistas concentrados en la calle de Alcalá. Aquella arenga centrada en esencia en la responsabilidad de Rusia en la guerra española y en la muerte del líder falangista, Primo de Rivera, se resumía en el grito "¡Rusia es culpable! Enfervorecidas las masas se dispusieron a la recluta voluntaria para acudir a luchar contra el comunismo soviético. De esta afluencia masiva de voluntarios falangistas, se
dieron casos de
veto de algunos de los apuntados como el ocurrido con Carlos Alonso del
Real, propuesto para Jefe de Estudios de la Academia Nacional de Instructores o
Rafael Olivares, Secretario Político del Ministerio de Marina. Ambos fueron
reclamados por José Antonio Elola Olaso para el montaje de su Delegación
Nacional del Frente de Juventudes . La organización de la División fue controlada en el
aspecto orgánico por los militares. Todos los mandos de empleo superior al de
alférez eran militares profesionales del Ejército español. En este apartado
fue decisiva la intervención del general Varela, de marcada tendencia contraria
a la Falange, quien además logró
que de Barcelona y Lérida fueran soldados de reemplazo quienes acudieran como
voluntarios a la División. El
nombre División Española de Voluntarios fue la denominación oficial de la
unidad, pero resultó transformada y conocida ya para siempre como División
Azul. Los primeros momentos en la vida de la unidad registraron
entre los divisionarios un ambiente con ciertas dosis de tensión. La agrupación
de falangistas por amistades fue desbaratada inmediatamente por los mandos del
Ejército aunque la existencia entre la oficialidad de militares considerados
falangistas supuso una inyección de ánimo para los que iban a salir, pero
pronto empezaron los rumores sobre ciertas instrucciones que se impartía
a los destinados a unidades artilleras en el sentido de que no eran
"voluntarios falangistas" sino "voluntarios artilleros",
esta apreciación semántica con la connotación que suponía para la recluta se
agravaba por no disponerse de las camisas azules y únicamente estar en
preparación la parda del Ejército. Afortunadamente para los falangistas
divisionarios, la Jefatura Provincial de Madrid envió
dos camiones repletos de camisas azules que levantaron el ánimo. El nuevo roce con la muerte era una evidencia, hubo
quienes vieron en aquella salida bélica de España la más que probable pérdida
de elementos valiosos. Hubo también, quienes, desde su retórico ardor
guerrero, prefirieron mantenerlo en sus despachos. La preocupación ante un
riesgo a todas luces cierto y en donde la muerte rondaría con seguridad
el quehacer de la División llevaba al Jefe Provincial de la Falange de
Valencia, Rincón de Arellano, a solicitar que en el reemplazo que se iba a
realizar fueron los primeros en volver los miembros del SEU y justificaba su
petición en la pérdida de exámenes y en la labor de dirección que les
correspondía en un futuro próximo en España. Los funcionarios de las
distintas delegaciones del Partido entendieron que era un deber el alistarse en
aquella convocatoria contra el "enemigo asiático", pero hubo también
quien intentó escudarse de aquel riesgo pretextando otro tipo de servicios.
Esta última actitud fue contundentemente respondida en algunos casos
y por ello los falangistas Tibor Reves Delrez y Miguel Moya Huertas que
ocupaban cargos de responsabilidad en la Delegación de
Exterior fueron separados de ella . La salida por tren de la División Azul en un ambiente
enfervorizado servía para detectar también el estado de ánimo de los
divisionarios y su relación, no precisamente buena, con los militares
profesionales. La cúpula del falangismo había
preparado un donativo reconfortante de despedida: una entrega de tabaco
consistente en 2500 cajetillas de Platers y 500 de Philips Morris junto a 862
frascos de coñac Romate (con un gasto superior a las 16.000 ptas. de entonces. En la expedición era visible la presencia de jerarquías
del Partido: Dionisio Ridruejo, Agustín Aznar, José Miguel Guitarte, Eduardo
de Rojas (consejeros nacionales) José María Gutiérrez del Castillo
(Secretario Nacional) Carlos Pinilla, Vicente Navarro Vergara, Luis Julve
Ceperuelo, Alberto Martín Gamero y Ramón Laporta Girón (Jefes Provinciales).
Hasta cierto punto resulta sorprendente que frente a la actitud de los
anteriores, en época ya tardía (Febrero del 43) destacados dirigentes como
Sanz Orrio y sus secretarios Pedro Zabalo Saldaña y Luis Pérez de Ahedo
rellenaran sus papeletas de voluntarios para la DA) Las largas marchas a pie por carecer de transporte
disponible y ciertos actos anarquizantes por parte de los divisionarios que
contrastaban con la idiosincrasia marcial
y prusiana de la Wehrmacht iban a crear una aureola legendaria de la División. En Noviembre del 41 se recibían noticias que ayudaban a
tejer la leyenda de la División como era la actitud heroica del Capitán Muñoz
en Posad (21).En aquella acción fueron heridos Agustín Aznar y Dionisio
Ridruejo y encontraron la muerte Enrique Sotomayor y Quique Ruiz Vernacci.
Por esas fechas Franco enviaba al general Moscardó
para llevar el aguinaldo del soldado y mantener contactos con fines
deportivos con las autoridades alemanas. Muy alejada de cualquier situación de promoción o de
recreo, los divisionarios aguantaban temperaturas inhabituales para ellos y los
propios sufrimientos de la guerra. Pero no acababa ahí todo. El pago a los
divisionarios por parte de las empresas en donde estaban trabajando antes de
incorporarse al frente presentaba serios problemas a fines de ese 1941. Cuando alguna historiadora ha pretendido ver en los
integrantes de la División la búsqueda de recompensas o bicocas le falló el
olfato y la vergüenza. La deplorable situación de los heridos y el abandono al
que quedaron sometidos era tan sólo paliado por el agradecimiento del Ejército
alemán. La Delegada falangista en Berlín, Celia Jiménez, informaba
amargamente de esa situación de desamparo. Una parte del Ejército español obstaculizó la labor de
la División de maneras mezquinas. Ocupando el puesto de Ministro del Ejército
el General Varela, se legisló , en lo concerniente a recompensas militares, que
ninguna unidad superior al Regimiento pudiera ser condecorada con la Medalla
Militar colectiva, algo que hasta entonces era posible, con el único fin de impedir que la condecoración recayera
en la División Azul. En esa línea de mezquindad que dice bien poco de quien la
ejerce está la inexistencia de estudio documental riguroso alguno por parte del
Servicio Histórico Militar . Acostumbrados a una subordinación secular del estamento
civil, no salió de los mandos del Ejército convalidar la asistencia al frente
ruso con el servicio militar en España. Era el propio SEU en Abril del 42 el
que solicitaba de las autoridades militares ese tipo de medida .Mientras que
para los sargentos provisionales que acudieran, el General Asensio les aseguraba
su continuidad en el Ejército y para los reclutas apuntados por seis meses les
eximía del servicio militar, los falangistas voluntarios no obtuvieron
compensación alguna. Las medidas de socorro llegaban de la propia Alemania o
de la SGM. En Noviembre del 42 Arrese daba instrucciones al General
Moscardó para que en Irún se dispusiera de una Oficina de Información
y Ayuda para la División y en esa línea de auxilio se deben recordar ciertas
consideraciones excepcionales hechas con algún histórico caído en la URSS.
Vicente Gaceo del Pino, muerto en Rusia, redactor del primitivo Arriba y colaborador de José Antonio, seguiría figurando como
redactor del periódico y su madre conservaría de por vida el sueldo de su
hijo.
En la primavera del 42 se detectaban problemas para el
alistamiento de nuevos contingentes justificados en el comienzo de las tareas de
recolección campesina. El esfuerzo para movilizaciones por medio de los Jefes
Provinciales era encarecido por Moscardó a José Luis Arrese. Pero no debió
surtir el efecto esperado el llamamiento porque al mes siguiente, el 3 de Julio,
el héroe del Alcázar de Toledo, volvía a insistir en la necesidad de una
campaña de propaganda que saliera del insuficiente marco en que se movía la
Milicia y definía la situación como "de
extremada lentitud en el alistamiento".
Veía imposible el cubrir los cupos ordenados para el mes de Julio previstos en
1500 voluntarios. En Agosto del 42 a raíz de la caída de Mussolini, el
embajador americano Hayes pidió al
gobierno de Franco la retirada de la División. La inflexión que se empieza a
producir en España a consecuencia de los acontecimientos bélicos y de la
complicada situación internacional llevó a que NODOS y Prensa y Radio empezaran a ser neutrales en sus tareas
informativas. En Noviembre del 42 la Subsecretaría de Trabajo elaboró un
proyecto valorado de manera muy positiva desde la Secretaría General del
Movimiento con el fin de crear un órgano que asumiera el pago de haberes a los
divisionarios con el relevo ,desde comienzos del año siguiente a las empresas
de estos conceptos. El 12 de Diciembre una Orden del Ministerio de Trabajo de
acuerdo con la SGM determinaba la asistencia que había de prestar el Estado a
la División Azul. Se constituía un Fondo Nacional, alimentado por aportaciones
alícuotas de empresas
y se liberaba a estas del pago que venían ejerciendo y que disposiciones
anteriores le habían impuesto. También en Diciembre de 1942 el encargado de la Secretaría
Política Tomás Gistau agradecía en nombre del Ministro Secretario a Von
Sthorer el aguinaldo de 20.645 ptas destinadas a la División. Se unía así a
los conseguidos en España en donde la Sección Femenina se situaba en
vanguardia de quienes allegaban recursos . La capitulación de Italia el 8 de Septiembre de 1943
forzaba la neutralidad española. El distanciamiento progresivo entre el régimen
de Franco y Alemania coincidía con la teorización del Secretario General
Arrese acerca de que España no era un país totalitario lo que provocó las
airadas protestas de algunos falangistas . En esa nueva línea, a fines de ese año,
Franco y Arrese cambiaban las consignas y ordenaban a los Jefes Provinciales
volcar su esfuerzo en la paz y el trabajo .El 1 de Octubre de 1943 el embajador
español había comunicado a Ribbentrop la retirada de la División Azul.
Coincidía esta medida con rumores sobre la restauración de la monarquía y la
supresión de la Falange. La retirada de la División y su sustitución por una
Legión Azul incorporada no a la Wehrmacht sino a las SS Avanzadas con el
coronel Navarro al frente, tuvo su
colofón en la presencia hasta Mayo del 45, de un batallón al mando del capitán
Ezquerra Sánchez en la defensa que 200 españoles hicieron en la cancillería
de Berlín . El balance numérico de la División lo constituyeron los
40.000 voluntarios falangistas, 6.000 muertos y 10.000 heridos frente a 49.300
bajas causadas al enemigo .Cifras que magnificaron los soviéticos a su favor
tergiversando la realidad de los acontecido. Pero hay un balance muy superior a
los fríos datos numéricos. Los habitantes de las zonas por las estuvo
estacionada la División recuerdan su paso sin temor y, dejando aparte bromas
que tuvieron que soportar, no olvidan que compartieron con ellos sus menguadas
raciones e incluso algún romance ocasional pudieron contemplar los cielos rusos
entre aquellos muchachos de latitudes meridionales y mujeres de la Europa nórdica.
Ridruejo se sacó el alma en la Carta a
mis amigos desde el cementerio de Novgorod en primavera: "Yo sé que irán
conmigo estos paisajes/ estas albas y ocasos, esta cinta del hielo/ que se va
liberando en cauce verde/ entre el roda levísimo del témpano/ cerca del
azulado fulgor de las orillas/ mientras ya se adivina las tierras con sus
muertos."
Quedaron también prisioneros españoles cuya pista fue
prácticamente perdida hasta 1954 en que comenzaba una tímida repatriación de
prisioneros de la División de tierras soviéticas. Las gestiones realizadas por
el periodista Guy Bueno desde Londres, en donde estaba de embajador Miguel Primo
de Rivera, permitieron la llegada a Berlín de 250 prisioneros .Más adelante
sería la llegada del buque griego Semíramis
quien condujera a España antiguos divisionarios, que habían sobrevivido en
condiciones infrahumanas. De este acontecimiento se haría eco el cine
y una corriente de simpatía y recuerdo tuvo la sociedad española. A los
recordatorios periodísticos se unieron actos aislados de ayuda como el de
Abril del 54 en donde Profesores del Instituto Laboral de Barbastro ponían
a disposición de los repatriados un 10% de sus haberes; pero
resultaba evidente que la derrota alemana hacía en cierta manera poco
presentable a la División fuera de nuestras fronteras. Por más que se
recordara su participación exclusivamente contra el comunismo soviético a más
de uno de sus integrantes se lo intentarían refregar más allá de los
Pirineos. En los libros de historia al uso muy pequeño es el
espacio que se dedica a la titánica labor de la División Azul. Algún
documental reciente -rara avis- o estudios especializados y muy
minoritarios han aparecido en ultimísimos tiempos. Un clásico desde la
neutralidad que se transmutó en admiración en el libro de Kleinfeld y Tambs,
la impagable obra de Fernando Vadillo, las aportaciones siempre rigurosas
del Profesor Suárez o el estudio de los intelectuales desplazados allí en la
obra Escritores en ls trincheras de
Caballero e Ibáñez. Resulta, en fin, loable y de justísima vindicación histórica
la tarea que la Fundación Don Rodrigo y Salvar
la memoria han realizado con la elaboración de un vídeo dedicado a la esta
unidad combatiente falangista.
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