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Se me ha pedido, hace ya algún tiempo, materializar en
unas cuantas páginas el apunte biográfico de un arquitecto, un arquitecto
vasco: José Manuel Aizpúrua, un arquitecto del cual una editorial (Nueva
Forma, 1969) ya señalaba como "…nuestro más grande arquitecto
racionalista,… y quizás, el más importante arquitecto vasco de toda nuestra
historia". Me voy a referir en buena parte a datos y testimonios recogidos
en la revista de arquitectura antes mencionada, por representar en su contenido
monográfico la mejor y mayor aportación historiográfica de José Manuel Aizpúrua. Nació en San Sebastián en el año 1904, allí cursó
sus estudios primarios y de bachiller hasta su ingreso en la Escuela de
Arquitectura de Madrid en 1921, finalizando la carrera en junio de 1927. Por
supuesto, esta fecha de terminación de 1927, es mera casualidad, sin embargo
como amigo personal de Federico García Lorca, y, sobre todo por méritos
propios, como excelente creador, se le puede y se le debe incorporar
a la generación del segundo siglo de Oro,-o del siglo de Plata, como se
prefiera-, de las artes y las letras españolas, a ese renacimiento español del
primer cuarto de esta centuria. La vida profesional de J.M. Aizpúrua fue fugaz, pero
luminosa y atractiva, de 1927 a 1936. Sólo nueve años de ejercicio
profesional, pues su vida fue triste y trágicamente
truncada en San Sebastián, en las tapias del cementerio, el 6 de
septiembre de 1936. José Manuel Aizpúrua pertenecía a la Junta Nacional de
Falange Española desde el año 1934, como delegado nacional de Prensa y
Propaganda cargo del que cesaría en marzo de 1936; fue seguramente el autor del
diseño de la cabecera del periódico Arriba ,
por encargo directo de José Antonio durante uno de los Consejos
Nacionales a los que asistió. Y esta filiación, a él le costó la vida, y a
los demás -a nosotros -la pérdida de un genial arquitecto. Más adelante
iremos corroborando esta afirmación, que pudiera parecer en principio gratuita,
a través de diversos testimonios de reconocidos y prestigiosos artistas
(arquitectos, escultores, pintores y escritores). Alguien se ha preguntado de J.M. Aizpúrua: "¿Cómo
es posible desdoblar la personalidad de tal forma que su gestión humana
arquitectónica esté en evidente contradicción
con su concepción política?… y sin embargo ¿es posible discutir la
humanidad que manifiestan las obras
de Aizpúrua?" . A esta
pregunta el inquisidor parece encontrar la clave: "Aizpúrua no llegará a
tener consciencia del cambio que la propia praxis arquitectónica ha ejercido en
su conciencia primitiva, me refiero a la conciencia heredada de un ambiente histórico
y cultural deplorable, decadente o regresivo…Aizpúrua no podrá desprenderse
esta herencia, no es consciente de ello, ensimismado en una actividad
unidireccional en la que testimoniará ejemplarmente la crítica, el humanismo y
la libertad de sus normas…Sus obras sí subsistirán y emanarán una visión
del mundo por sí mismas y por encima de la conciencia conocida de su
autor". No cabe duda que es bastante compleja la argumentación que emplea
el autor de la pregunta para hacer entender algo que, él ya en un principio, ha
testimoniado como evidente. ¿Acaso se insinúa una doble personalidad?¿ No será
que la contradicción es más apariencia que realidad? ¿No es más un juicio
extremadamente subjetivo, extraarquitectónico incluso, que un razonamiento
inteligible? ¿Qué apoyatura lógica se emplea
para poder afirmar que las ideologías suponen "per se" un
lastre o una dependencia estética? Pero, como diría Cela allá cada cual, y
que el lector juzgue, También un arquitecto, un buen arquitecto y un buen
profesor como Juan Daniel Fullaondo, desvela el aspecto aparentemente
contradictorio de la personalidad de nuestro protagonista, sin embargo no
intenta juegos malabares para discernir si es o no es: " y de esta labor
fascinante de reconstitución de una personalidad, a base de conversaciones con
sus amigos de entonces, con Joaquín Labayen, con Fernando Mercadal, con Felipe
López Delgado, con los testimonios de Gabriel Celaya, de Eduardo Olasagasti, de
Eugenio Aguinaga y Carlos de Miguel, surge esta extraña y contradictoria figura
de hombre, tan difícil de entender con nuestra mentalidad de hoy, políticamente
afecto a una ideología de derechas, fundador y arquitecto del Club Euzko-Pizkunde,
amigo personal de García Lorca, defensor a ultranza de una cultura vasca,
presentador en España de la obra de Pablo Picasso y Juan Gris…Es difícil a
treinta años vista poder comprender el misterio de una personalidad semejante.
Permanece el hecho señalado la advertencia de esa rarísima, trascendental
dimensión poética, "el batir de las alas del ángel"
, que me decía un día Olasagasti, refiriéndose a esa filiación
sentimental entre José Manuel Aizpúrua y Eduardo Chillida ". Si antes he señalado como escaso el periodo de su
trayectoria profesional, no se puede decir lo mismo de su producción durante
dicho periodo. Sólo dos años después de terminar su carrera 1929-30 construirá
la obra maestra del racionalismo español, el Club Náutico de San Sebastián.
Antes, algún concurso como el monumento a la Civilización (1927) o el Ateneo
Mercantil de Valencia (1929). Después alguna casa de pisos construida, como en
Fuenterrabía, y otras sin construir; el diseño de los cafés Madrid, Yacaré y
Sácha; y multitud de concursos con incluso primeros premios que nunca llegaron
a construirse: Museo de Arte Moderno en Madrid (1933), Grupo Escolar (1930) y
viviendas Económicas en Bilbao; y muy destacables, el Instituto de Segunda Enseñanza
en Cartagena (1932), primer premio, el Nuevo Hospital y el ensanche de Amara
(1935) en San Sebastián y el también primer premio de la Escuela de Ingenieros
de Montes en Madrid (1935). Como también sobresaliente su estudio, compartido
con Labayen, en la planta baja de la calle Prim de San Sebastián. De este
estudio comentará Jorge de Oteiza; "…para nosotros Aizpúrua hombre en
vanguardia de los arquitectos de España, para el grupo de artistas vascos que
acudimos a su estudio de la calle Prim, yo no iba mucho, no podía, mi
desastrosa situación eocnómica, pero creo recordar que con el pintor Juanito
Cabanas en ese estudio de Aizpúrua y Labayen vi pro primera vez un Cahier d¨Àrt
y abrí los ojos a lo que pasaba en París…" A partir de ahora dejemos que sean otros los que
testimonien la inquietante personalidad que recomponemos, algunos se limitarán
a describir prosaicamente, otros - la mayoría- sentimentalmente, con cierta
dosis de melancolía, y algunos incluso poéticamente. Empecemos con Gaya Nuño (1984) en el libro Arte Vasco
editado por el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, refiriéndose
al Club Náutico: "Era y es una maravilla absoluta, con su traza de barco
anclado. No se trata de un mero deseo de simbolizar, sino de adaptar las formas
dinámicas de una embarcación, presumida veloz, a una estructura tectónica,
precisamente al borde del mar, lo que hacía participar al felicísimo hallazgo
de dos talantes, el de navío anclado y de pabellón en tierra firme. Y no hay
que olvidar el verdadero refinamiento de que se revistió cada detalle…" Continuamos con otro critico de arte, Santiago Amón
(1969) "Aizpúrua es uno de los arquitectos contemporáneos que ha plasmado
con mayor lucidez un lenguaje verdaderamente arquitectónico, fundamentado
necesariamente en el pensamiento y en la abstracción…Un edificio de Aizpúrua
es, ciertamente, bello de ver y amable de habitar: la elegancia del trazo
manifiesto…La simple contemplación de un diseño de Aizpúrua es verdadero
espectáculo de unidad y de lucidez. Todo allí se torna claridad, armonía y
coherencia…José Manuel Aizpúrua es el príncipe del racionalismo de la
arquitectura española y la mengua de su universalidad sólo es imputable a su
prematura y trágica desaparición…"
Y es precisamente Santiago Amón quien le dedica a Aizpúrua los
siguientes versos: Aún se habla hoy y se hablará en el tiempo Y siguiendo esta línea de emocionadas testimonios
oigamos al escultor vasco y también donostiarra Jorge de Oteiza (1969)
contemporáneo de Aizpúrua -algo más joven-, precursor como él del movimiento
racionalista y comprometido con él hasta nuestros días: "El 33 en el
Kursaal de San Sebastián exponían Artistas Ibéricos, Aizpúrua y Cabanas me
invitaron para que llevara la obra que tuviese, pero yo lo único que tenía lo
estaba exponiendo en el Casino en el Concurso de Artistas noveles
guipuzcoanos…Quisiera decir algo pero no puedo, no sé cómo hacerlo, no creo
que se pueda con palabras,
solamente nos quedan las palabras… José Manuel Aizpúrua, presente, y aquí
en su querida Guipúzcoa sin Escuela de Arquitectura… Para su Sebastián que
él quería tanto y al que dejó, con escándalo y sin agradecimiento, el único
edificio decente y anticipado…" Pero sigamos adelante, evidenciando esa reveladora
personalidad que parece tener un enigmático atractivo, al menos entre aquellos
que le conocieron. Escuchemos al
arquitecto Eduardo Olasagasti (1969), hermano de Jesús Olasagasti, pintor que
trabajaba en el estudio de Aizpúrua y Labayen : "Le interesaba
principalmente el Urbanismo y el sentido sociológico de la arquitectura, no
hablaba de casas ni de casitas sino de cómo debería vivir la gente, de volúmenes,
de colores, de materiales… Era elemento muy activo en el G.A.T.E.P.A.C. que
intentaba romper moldes y molduras de escayola y le interesaba más el problema
de llevar la gente al campo los domingos… Le horrorizaba el desarrollo urbano
y disparatado de San Sebastián. Fundó el Club "GU" heterogéneo,
mitad cultural y gastronómico, donde un poco al modo de los "Maestros
Cantores" he visto polemizar sin violencia, a pesar de la tensión de los años
treinta, a Picasso con José Antonio Primo de Rivera, a Pío Baroja y su hermano
Ricardo con Rafael Sánchez Mazas y a otros muchos en tertulias y cenas
inolvidables." Dejemos ahora al arquitecto Fernando García Mercadal
(1969) que describa el trabajo, la trayectoria y la personalidad de Aizpúrua
tal y como él los vivió en aquella época fecunda de la arquitectura española:
"Nuestro conocimiento debió ser poco después de mi regreso a Madrid, tras
la reunión del Castillo de la Sarraz (Suiza), en Junio de 1928… El
aglutinante de todo aquel movimiento, que convocó Congresos y reuniones
inernacionales era Le Corbusier, mejor dicho aún sus ideas, expuestas primero
en la revisit "L`Exprit Nouveau" , más tarde recogidas en su libro
"Vers Une Architecture", que tanto impacto produjeron en las mentes de
los jóvenes Arquitectos de aquella época, entre ellas en la Aizpúrua,
apasionado lecorbuseriano. Mi compromiso en La Sarraz de crear un grupo español del
CIRPAC me obligó a buscar adeptos y encontrarlos en Madrid, Barcelona, Bilbao y
San Sebastián, con los que fundamos el GATEPAC, del que fue Aizpúrua uno de
los más entusiastas miembros, organizando en 1930 la Exposición de Pintura y
Arquitectura Moderna en San Sebastián. Aizpúrua, Vallejo y yo asistimos al CIAM II (1929) en
Frankfurt y al CIAM III en Bruselas, al año siguiente. Con Labayen, concurre al Concurso por mi convocado sobre
viviendas mínimas, de acuerdo con las direcciones del CIAMII, trabajos que
figuraron en la Exposición de Berlín "Die Wohnung fur das Existence
Minimun". Data pues seguramente de 1929 mi amistad y trato
constante desde entonces con Aizpúrua, encontrando por esa misma fecha al grupo
entusiasta de jóvenes Arquitectos catalanes, Sert, Torres Clavé, Rodríguez
Arias, Subirana, etc., con los que fundamos la revista "A.C.", que
estos regentaron principalmente, y
que duró por algún tiempo, en la que Aizpúrua y Labayen publicaron sus obras
y proyectos, clasificados entonces de vanguardia o cubiertas… Aizpúrua era, cien por cien, donostiarra de San Sebastián,
la boina le iba bien, aunque él, al mismo tiempo, sentíase muy europeo
curioso, inquieto y displicente viajero…En una palabra, podía responder a mi
frase, consejo o máximo: "amigo, no de todo el mundo, enemigo de
nadie". Era sociable y huraño al mismo tiempo, cordial y simpátíco con
unos, y altivo con otros. Su mundo era aunque no lo pareciese, en el fondo muy
limitado y reducido… Era intransigente profesionalmente y también en su
ideología, que yo descubrí tardíamente, pues no era amigo de confidencias, ni
proselitista." Sea ahora el arquitecto Luis Moya, quien nos muestre
otros aspectos significativos de la personalidad de José Manuel Aizpúrua:
"Se trata del ejemplo, imposible de seguir, que dio como alumno y como
arquitecto a los que tuvimos
la suerte de compartir su amistad y
sus trabajos. Vimos, sin darnos cuenta a
veces lo que es un genio…No es que sus trabajos fueran mejores que los
nuestros, sino que eran diferentes. Su idea de la vida y del mundo no era la
nuestra, pues se desarrollaba en otro espacio y en otro tiempo…Aficionado a la
música, comprendió la importancia del jazz como música propia del tiempo, al
contrario de la corriente habitual, que a lo más llegaba a Dvorak…Tan
convencidos estábamos todos del humorismo de Aizpúrua que nos sorprendió
mucho, pocos años después y ya arquitectos, cuando nos dijo que había
rechazado el encargo de un hotelito, porque el cliente
quería que fuese de estilo español. Las gentes vulgares esperábamos
que Aizpúrua lo aceptase e hiciese una versión divertida de lo que los demás
hacíamos en serio. La sorpresa fue aún mayor al ver que en Fuenterrabía
construyó por aquellas fechas un hotelito con la más perfecta técnica alemana
tradicional en toda la obra de madera, que constituía la mayor parte del pequeño
edificio, y esto después de haber terminado el Real Club Náutico de San
Sebastián…" Y por último oigamos las impresiones de un arquitecto
que no le conoció, un arquitecto que fue en 1969, el instigador de la mayor
parte de este magnífico cúmulo de
testimonios sobre la figura de Aizpúrua, Juan Daniel Fullando: "Hace unos
pocos meses intenté una presentación , razonablemente significativa del
racionalismo español. Al final de esa labor de espigueo y selección, el
resultado era aún más evidente y contrastado: la obra de José Manuel Aizpúrua
se nos revelaba como la correspondiente al más fino, sensible
y dotado temperamento creador de la aventura racionalista española. Es
curiosa, sin embargo, la falta de énfasis crítico que ha rodeado a la breve,
fulgurante gestión del arquitecto donostiarra (…) Aizpúrua reacciona ante la
metodología docente al uso y el clima oficial, teñidos de academicismo, por
medio de un instintivo gambito, realmente magistral, intentando canalizar la
obligada exigencia declamatoria, grandilocuente, a través de la única senda
que puede sublimarla, el expresionismo. Tras este interludio
expresionista-monumental, Aizpúrua planteará hasta su muerte una suerte de romántica
aproximación al hecho arquitectónico dentro de las poéticas del racionalismo
internacional. Y este "appoach" de Aizpúrua, dentro de la increíble
diversificación de problemas planteados, hospitales, escuelas, viviendas mínimas,
cafés, etc., revelará siempre y en todo momento el timbre poético, el coraje
encendido de un peregrino apasionado, (…) Y si dentro del rigor, dentro de la
renuncia, hay un lugar omnipresente para ese testimonio sutil del misterio, del
acto lírico, he ahí la personalidad del poeta español del racionalismo, José
Manuel Aizpúrua, el arquitecto que, en medio de la limpidez de sus esterotomías,
plantea y resuelve un testimonio más refinado y esquivo: la ecuación entre la
organización y el control apasionado entre la metodología
rigurosa y la trascendencia…(…) Y para Aizpúrua, para quien, por una
vez, hubiera podido coincidir su mitificación, por tantos motivos
extraarquitectónicos, con la auténtica dimensión de su trayectoria, de su
capacidad de orientación y ejemplaridad, el silencio y el olvido."
Efectivamente, el silencio y el olvido durante estos más de cincuenta años son la nota dominante que ha caracterizado la trascendencia de este hombre. Genial arquitecto, entusiasmado donostiarra y falangista militante son las tres más destacadas dimensiones de esta radiante personalidad que no se agota tampoco ahí, Era un hombre precursor, intelectual, vanguardista, liberal, todo ello en la línea, por ejemplo, de su participación como socio fundador de la Sociedad de Artistas Ibéricos de 1931 donde se encuentra su firma al lado de un Victorio Macho, Vázquez Díaz, Oscar Esplá o Federico García Lorca. Como también en esa línea su manifiesto, Cuando habrá Arquitectura publicado en 1930.
Sin embargo, y a pesar de todo ello, su militancia política
le acarreó la principio muchos sinsabores, más tarde intransigencia e
incomprensión, y finalmente le costó la vida. Es, por supuesto, uno más de
aquellos hombres y mujeres españoles que siendo relevantes dentro de las artes
y las letras pagaron un alto precio por simpatizar o haber simpatizado con unos
o con otros, cuando aún quizás ni unos ni otros eran la radicalización casi
irreversible que originó la contienda civil, cuando aún quizás, ni unos ni
otros imaginaban la barbarie que se alcanzaría
en ambos bandos. Para corroborar en cierta forma este planteamiento
quiero reflejar en estas páginas, una muy interesante y sorprendente anécdota
histórica, un testimonio inapreciable de un gran poeta donostiarra, que fue
galardonado con el Premio Nacional de Literatura: Gabriel Celaya. En su libro
POESÍA Y VERDAD- publicado en
1979- nos relata lo siguiente : "Aquel 8 de marzo de 1936 a que me vengo
refiriendo, último día en que disfruté de Federico…, él me citó por teléfono
en el Hotel Biarritz de San Sebastián, donde paraba. Mi sorpresa, cuando llegué
allí, fue que Federico había citado también a José Manuel Aizpúrua. Faltó
poco para que rasgara mis vestiduras porque siempre he pecado de violento y
entonces, además, era joven. Compréndanlo. José Manuel Aizpúrua era
un arquitecto muy avanzado e inteligente. A su iniciativa se debió que una
ciudad tan obtusa como mi San Sebastián se montaran exposiciones con Picassos,
Mirós, Picabias, Max Ernst, etc. Era, además, todo hay que decirlo, un gran
propulsor de la nueva poesía, y, en general, como se decía en aquellos tiempos
"un vanguardista". Pero también era el fundador de la Falange de San
Sebastián, y yo le había negado el saludo, aunque nos conocíamos desde niños. Federico le hablaba a José Manuel, me hablaba a mí, y
los dos le contestábamos, pero no conseguía que José Manuel y yo nos habláramos.
¿Por qué? Porque la guerra civil estaba ya latente. Pero Federico no lo entendía:
"Los dos sois amigos míos". Era inútil. Había algo que no marchaba
(…) Aquel día cuando se marchó Aizpúrua, Federico me dijo algo terrible que
nunca me he atrevido a contar. Terrible pero a la vez hermoso porque demuestra
con que inocencia caminó hacia su muerte… Me preguntaba Federico por qué yo
no había querido saludar a José Manuel Aizpúrua, y por qué, entre los dos,
le habíamos creado una situación absurdamente tensa. Yo trataba de explicárselo
con frenesí, quizá con sectarismo, y él, incidiendo en lo humano, trataba de
explicarme que Aizpúrua era un buen chico, que tenía una gran sensibilidad,
que era uy inteligente, que admiraba mis poemas, etc. Hasta que al fin, ante mi
cada vez más violenta cerrazón, reaccionó, o quizá quiso que abriera los
ojos de sorpresa, con la confesión de lo terrible: -Es como José Antonio Primo de Rivera. Otro buen
chico. ¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Pues te lo digo. Solemos ir
juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que
le vean conmigo ni a mí me convine que me vean con él. Federico se reía. Creía que aquello no era más que una
travesura de niños. No veía nada detrás."
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