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PRÓLOGO,
por Agustín del Río Cisneros
Estas Obras completas de José Antonio Primo de Rivera –de las
cuales he tenido el honor de ser recopilador– se publican ahora por
el Instituto de Estudios Políticos en ofrenda de la memoria de José
Antonio en el XL Aniversario de su muerte en Alicante y en servicio
permanente del pueblo español.
Esta edición reúne todos los textos de José Antonio recogidos
hasta la fecha, después de largos años de búsqueda e
identificación. Incluye todos los elementos incorporados en las
diversas y sucesivas recopilaciones que he venido realizando al correr
del tiempo. Refunde la edición de Obras de José Antonio, que
viene publicando durante los últimos años la Delegación Nacional de
la Sección Femenina y el volumen de José Antonio íntimo.–Textos
biográficos y Epistolario, que hice con la colaboración
recopiladora de Enrique Pavón Pereyra y que publicó Ediciones del
Movimiento en 1968, en que se agrupaban los textos hasta entonces
considerados como inéditos. Se añaden ahora también las piezas
fundamentales de la defensa de José Antonio en el Proceso de Alicante
y otros hallazgos que pudimos identificar recientemente.
La colaboración de Enrique Pavón Pereyra ha merecido justamente
los mejores y más cálidos elogios, a los que añado en estos
momentos mi personal gratitud. Me complazco en dejar aquí constancia
y recuerdo de una etapa de nuestro común afán y trabajo, impulsados
por análoga devoción a la figura de José Antonio, y que fraguó
además nuestra cordial y buena amistad. La común labor realizada en
la búsqueda y salvación de textos inéditos fue recogida en las
publicaciones de 1956 y 1958, fusionados en el citado libro
"José Antonio íntimo, Textos biográficos y epistolario"
aparecido en 1964 y reeditado en 1968, que ahora se integra en esta
edición cronológica de Obras Completas. En la sucinta historia de
las ediciones joseantonianas que va –como nota independiente–
después de este prólogo, me refiero con más precisión y detalle a
esta valiosa colaboración, que vino a unirse en 1956 a la línea de
recopilación y al proceso editorial que inicié en 1937 y continué,
en forma ininterrumpida y en progresivo perfeccionamiento, hasta 1976.
Esta obra contiene lo siguiente:
1. La sucesión cronológica de los textos de José Antonio desde
1922 hasta el 18 de noviembre de 1936, que recoge sus discursos,
conferencias, alocuciones, entrevistas, declaraciones, ensayos,
artículos periodísticos, notas, hojas, circulares, manifiestos,
escritos y piezas varias, sus intervenciones de defensa ante el
Tribunal de Alicante y su testamento, redactado en vísperas de su
muerte.
Se divide esta compilación en dos partes: anterior y posterior a
la creación de la Falange.
2. El Epistolario de José Antonio, que ofrece una serie de ciento
treinta y tantas cartas, ordenadas también cronológicamente, que van
desde el año 1921 al 19 de noviembre de 1936, incluidas las que
redactó en la Prisión Provincial de Alicante antes del Proceso y las
últimas que escribió el día anterior a su muerte.
3. Varios Escritos Poéticos.
4. Un apéndice, que comprende el Acta de Constitución de Falange
Española y unas referencias informativas sobre la religiosidad de
José Antonio y el plan de lecturas de José Antonio en las cárceles
de Madrid y Alicante.
+ + +
El pensamiento y la acción política de José Antonio se proyecta
sobre un marco histórico, configurado por la sucesión de
acontecimientos políticos que determinan o suscitan su actitud, su
reflexión y su decisión en cada momento.
A fin de esclarecer ante el lector este cañamazo histórico de
fondo, la ordenación cronológica de los textos va separada por
portadillas que marcan las fechas y los hechos de mayor relieve en la
sucesión del tiempo y a los cuales responde José Antonio en cada
época y circunstancia, dando así una visión dinámica de su
concepción política y, a la vez, un trazo biográfico de su
compromiso y emplazamiento personal ante el destino colectivo del
pueblo español.
Este cuadro o marco histórico, que señala el devenir político de
la intervención de José Antonio en la vida pública española, y que
resume las referidas fechas fundamentales y acontecimientos decisivos
de una época que va de 1923 a 1936, se coloca como perspectiva
general o como introducción esquemática a la recopilación de los
textos que componen esta edición.
Esta misma relación de fechas y hechos históricos indica la
evolución de los acontecimientos políticos y vale como pauta
temporal en la sucesión de las palabras y de los escritos de José
Antonio en esta Obra. Y sirve como referencia en la ordenación de los
textos del Índice Cronológico General.
Dada la extensión de la obra, ésta ha tenido que fraccionarse en
dos tomos de volúmenes semejantes: el Tomo primero, con los Textos
correspondientes a los Discursos y Escritos políticos que van de 1922
al 7 de abril de 1935 y el Tomo segundo, con los textos de Discursos y
Escritos Políticos que van del 9 de abril de 1935 al 19 de noviembre
de 1936, el Epistolario, los Escritos Poéticos y el Apéndice.
El tomo segundo comienza con el discurso pronunciado el 9 de abril
de 1935 en el Circulo de la Unión Mercantil de Madrid sobre el tema
"Ante una encrucijada en la historia política y económica del
mundo" y se cierra con los Índices de la Obra: índice de
sistematización, según el esquema de clasificación de textos de las
primeras ediciones publicadas en la postguerra civil española; Índice
topográfico(1) e Índice
cronológico general, según el criterio finalmente establecido en las
últimas ediciones de la Obra joseantoniana.
_________
(1) En esta edición electrónica no
se incluye este último índice topográfico, lo que puede suplirse
con la utilidad de BÚSQUEDA
I. LOS TEXTOS DE JOSÉ
ANTONIO Y SU REFLEJO BIOGRÁFICO
En 1951, con motivo de la presentación de la primera edición
cronológica, hice un bosquejo biográfico de José Antonio que ahora
transcribo y amplío a fin de reseñar, aunque sea esquemáticamente,
todo el ciclo político de su vida, ya que también se ha extendido el
tiempo abarcado por la recopilación.
Al ordenarse cronológicamente los textos de José Antonio Primo de
Rivera, siguiendo su proceso biográfico y político, puede verse
claramente el desarrollo de su personalidad y la generación de sus
ideas sobre el cañamazo histórico de situaciones y circunstancias
sucesivas de la política española.
A través de sus palabras y escritos se trasluce la vida de José
Antonio, llena de intención y de finalidad al servicio de España. Su
clara inteligencia, su vibración moral permanente y su resuelta
voluntad se manifiestan en actitudes enteras: lúcidas, limpias y
valientes, caracterizando su heroica y fecunda vida. La interna
explicación de su pensamiento y la autenticidad de su conducta se
revelan seductoramente en estas páginas –los viejos textos
familiares– y flotan en el aire de España como incitantes de la
acción política y como recuerdos de promesas inesquivables. Son la
ausencia y la trascendencia de José Antonio operando sobre varias
generaciones españolas que, de uno u otro modo le conocieron: unos,
los más veteranos, física y personalmente; otros, los más jóvenes,
moral e intelectualmente, por la estela de su vida legendaria y por su
mensaje doctrinal.
Esta figura de José Antonio –perfilada y animada por su propia
palabra– se ofrece ante nosotros aleccionadora, dinámica y
sugestiva, rica en matices, capaz del diálogo íntimo: del consejo,
del estímulo y del reproche; se acerca con su bella prosa al alma del
lector –en trance sincero y honrado– y le transmite su noble
mensaje de hermandad y de esperanza.
Sabemos que hay que rendir tributo admirativo –y que es de
corazones leales hacerlo– a la memoria de los hombres señeros que
ejercieron el bien para su Patria, y José Antonio lo hizo
genialmente. Cabe, pues, el canto épico a su heroica existencia y la
eterna elegía a su gloriosa muerte, pero no alejemos su magnífica y
humana figura de nuestra tarea común en el diario quehacer,
imaginando su consejo, adivinando cuál sería su norma, para que
fructifique la semilla de su ideal.
+ + +
La obra joseantoniana se divide en dos partes:
I. Etapa anterior a la creación de la Falange, que alcanza de 1922
a octubre de 1933, y
II. Etapa falangista, que comprende desde el 29 de octubre de 1933,
en que se funda públicamente Falange Española con el acto del teatro
de la Comedia, en Madrid, hasta el 18 de noviembre de 1936, fecha en
que escribe José Antonio su testamento en Alicante, la víspera de su
muerte.
Esta segunda etapa se subdivide a su vez en dos períodos:
A) Falange Española, del 29 de octubre de 1933 hasta el 13 de
febrero de 1934.
B) Fusión de la Falange Española y de las J.O.N.S., 13 de febrero
de 1934 hasta el 18 de noviembre de 1936.
I. En la primera etapa se registra el inicio político de
José Antonio. Un noble sentimiento filial promueve sus
intervenciones. El 28 de enero de 1930 se produce la dimisión del
General Primo de Rivera. Es encargado de formar Gobierno el General
Dámaso Berenguer, el cual queda constituido el 30 de enero de 1930.
La caída de la Dictadura del general Primo de Rivera fue aprovechada
aviesamente por la licencia crítica, y José Antonio sale con su
valentía –que le viene de estirpe– a defender el nombre de su
padre y su gestión histórica al frente de los destinos de España.
Es el momento que José Antonio denomina irónicamente "la hora
de los enanos".
La muerte de su padre en París –16 de marzo de 1930– tiñe de
dulce y serena melancolía el alma de José Antonio, pero enciende al
mismo tiempo su ánimo y su mente en el sentido nacional. El problema
personal del mando del general Primo de Rivera se transforma enseguida
en el análisis histórico de España. La función de la inteligencia
política, la misión del Poder y la psicología del pueblo español,
desfilan ante su aguda y penetrante mirada, ya no para zanjar
retrospectivamente, con justicia, el hecho de la pasada Dictadura,
sino como temas atractivos y necesarios de estudio para una nueva
solución del problema político y social de España. En la defensa
que José Antonio hizo de don Galo Ponte, ante el Tribunal de
Responsabilidades Políticas de la Dictadura, hay, junto a su
ejercicio de buen abogado, mucha sustancia política proyectada al
futuro como interpretación de la realidad social española y como
diseño de una importante tarea de gobierno. Ya no es el juicio
procesal de un régimen, o de un grupo de hombres, lo que ventila
José Antonio, sino el juicio íntimo de la reciente historia
española y el apunte de una nueva época política. Lo mismo puede
verse en los escritos que dedica al tema de los intelectuales en
relación con la Dictadura.
El 4 de abril de 1930 se hace público el manifiesto político de
la Unión Monárquica Nacional y José Antonio asume la
Vicesecretaría de esta entidad el 2 de mayo de 1930. Su dedicación
política con este motivo queda registrada en esta publicación con
las reseñas de una serie de actos celebrados en diversos lugares de
España durante el curso de 1930 y comienzos de 1931.
El 18 de febrero de 1931 el Almirante Don Juan B. Aznar sucede en
el Gobierno al General Berenguer, ante un panorama general de crisis
de la Monarquía.
El 12 de abril del mismo año se celebran elecciones Municipales y
el día 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República
Española.
El 28 de junio de 1931 se convocan elecciones constituyentes, que
se llevan a efecto el 4 de octubre de 1931. José Antonio presenta su
candidatura por Madrid. Su manifiesto electoral del 29 de septiembre
de dicho año, bajo el título "Por una sagrada memoria hay que
oír a los acusados", explica bien su propósito. No consiguió
ser elegido en aquella ocasión, pero evidenció la gran simpatía y
adhesión que suscitaba su persona. Después de las elecciones, José
Antonio expresó su gratitud, con su característica gentileza, a los
veintinueve mil electores que habían votado su candidatura en Madrid,
publicando un artículo en el diario "La Nación", que va
incorporado en esta obra.
Desfilan ante la mirada penetrante de José Antonio hechos de
transcendencia histórica, como el establecimiento y caída de la
Dictadura del General Primo de Rivera, el derrumbe de la Monarquía
española y la proclamación de la Il República española en 1931,
seguidos de un proceso de inestabilidad, confusión y anarquía.
Confluían factores de decadencia histórica, de descomposición
social y de irrupción subversiva, con predominante signo marxista. El
futuro se ofrecía como un enigma lleno de incertidumbres y riesgos
para la comunidad española. Se ofrecía a la contemplación de José
Antonio un tiempo de transición histórica en que habría de
realizarse una nueva configuración política, de renovación
institucional y de experiencia democrática. José Antonio había
dicho el 16 de enero de 1931, en la conferencia pronunciada en Madrid
sobre "La forma y el contenido de la Democracia", que
"la aspiración a una vida democrática, libre y apacible será
siempre el punto de mira de la ciencia política, por encima de toda
moda", distinguiendo entre la forma y el contenido de
la democracia. Habría que diferenciar, pues, el fracaso de las formas
democráticas en su adaptación a las características sociales de
cada época, del valor permanente del contenido democrático. Y
concluía "No prevalecerán los intentos de negar derechos
individuales ganados con siglos de sacrificios. Lo que ocurre es que
la ciencia tendrá que buscar, mediante construcciones de
"contenido", el resultado democrático que una
"forma" no ha sabido depararle. Ya sabemos que no hay que ir
por el camino equivocado; busquemos, pues, otro camino, pero no
mediante improvisaciones".
Ahora bien, el panorama de los hechos políticos de la II
República española muestra a José Antonio un proceso de disolución
y corrupción democrática, que lleva a la grave crisis social de
1936.
El problema político consistía, según la visión joseantoniana,
en realizar en cada época histórica de un pueblo su forma
democrática, de acuerdo con los imperativos de su tiempo y de su
proceso sociológico, a fin de salvar el contenido, real y esencial,
de sus valores populares. Y en concreto, de frente a sus
circunstancias, superar la forma liberal de la democracia, que
mostraba por un lado, su ineficacia e incapacidad de servir a la
justicia social, y por otro, su fragilidad ante el desafío
revolucionario del comunismo.
De aquí, de estas premisas, partiría después José Antonio para
formular su teoría orgánica de la sociedad y su síntesis de
reordenación política orientada a corregir los excesos del
individualismo extremo y del colectivismo absoluto.
En el fondo de la preocupación de José Antonio, en la Primavera
de 1933, está la percepción de un hecho fundamental: la crisis del
liberalismo. Entra en quiebra el liberalismo, no sólo por razones
especiales de la vida española, donde el liberalismo fue adoptado
siempre como una planta exótica y vivió precariamente, sino por
motivaciones universales. El sistema liberal, entendido y realizado
con las formas políticas del siglo XIX, no pudo superar dos factores
de perturbación: uno, económico, ligado al proceso de la sociedad,
producía la descomposición del capitalismo liberal, y otro, de
carácter político, engendraba la rebelión de las masas movilizadas
por el comunismo internacional. Después del triunfo del marxismo en
Rusia –independientemente del gusto y el criterio de cada quien–
no puede sostenerse el liberalismo en sus formas decimonónicas con
sus defectos y anacronismos. José Antonio observó esta crisis del
liberalismo, en que se conservaba un venerable respeto por la libertad
abstracta mientras prosperaba y cundía la injusticia económica, base
política que el marxismo aprovechaba hábilmente.
Hay en esta etapa anterior a la creación de la Falange una viva
curiosidad por los acontecimientos del mundo, una toma de pulso a la
modernidad, y dentro de ella con especial interés al fenómeno
político del fascismo italiano. Pero es necesario decir que ese
balbuceo de observación extranjera queda pronto replegado ante la
original personalidad de José Antonio, más inclinado a buscar en las
propias raíces españolas la fuente de su inspiración política. La
fecha de fundación de Falange Española marca un límite claro. De
ahí en adelante se perfila cada vez más la línea auténticamente
española de su pensamiento y de su acción, y avanza en
singularización y en originalidad el despliegue ideológico. La
Revolución Española se formula precisamente en función de la
necesidad y del interés de la propia sociedad española, y quedan
deslindadas las fronteras intelectuales con otros movimientos
políticos de revoluciones nacionales europeas. Muchos son los
aspectos diferenciales del ideario de José Antonio: el concepto del
Estado, subordinado a principios morales y al fin trascendente del
hombre; el sentido de la dignidad humana, la consideración de la
persona en la vida social, el respeto a la libertad, la afirmación de
los valores eternos del hombre, la inspiración católica de la
filosofía política y la estructura de la sociedad, con las unidades
naturales de convivencia y representación política: Familias,
Municipios y Sindicatos; estas notas características singularizan y
distinguen tajantemente el pensamiento de José Antonio de todas las
formas de totalitarismo, sean fascismo, nacionalsocialismo o
comunismo. José Antonio declaró textualmente, a fin de barrer
confusiones y equívocos perjudiciales al entendimiento de su
política, con fecha 19 de diciembre de 19341 lo siguiente:
"Falange Española de las J.O.N.S. no es un movimiento
fascista", declaración que, por el tiempo en que fue formulada,
era completamente ajena a todo oportunismo político.
II. A) Al fundar Falange Española, José Antonio levantó la
bandera de un Movimiento de salvación nacional. Predicó el
reencuentro de las auténticas venas de España para el cumplimiento
de su misión universal. Tradición y Revolución se fundieron en dos
afanes: ambición histórica y justicia social. Suscitó el gran
clamor español de unidad y de victoria. Su mensaje de fe puso en pie
al hombre español y levantó la conciencia nacional dándole el
temple necesario –brío, estilo y metas– para hacer frente a la
invasión comunista.
España estaba partida por tres clases de secesionismos: la
anarquía de los partidos políticos, la traición de los separatismos
y la violencia de la lucha de clases. José Antonio sembró la unidad
y encendió el coraje de unas juventudes lanzadas al rescate de la
Patria.
En el período de Falange Española se abren tres vías principales
para la expresión política de José Antonio:
1. Se inician los actos políticos de Falange Española, quedando
inaugurada esta serie con el discurso de la fundación del 29 de
octubre de 1933, texto al cual hay que acudir en cada vuelta del
camino.
2. Triunfa su candidatura de diputado por Cádiz el 19 de noviembre
de 1933 y comienza su tarea en el segundo Parlamento de la República
en diciembre del mismo año, donde pronunció magníficos discursos de
afirmación y de polémica que se han salvado del olvido en que yace
la mayor parte de la retórica parlamentaria.
3. Da nacimiento al semanario FE el 7 de diciembre de
1933 y publica en esta revista artículos y crónicas, maravillas de
gracia expresiva y de fino pensamiento.
Y con los primeros sacrificios de vidas jóvenes que caen
defendiendo el ser de España, mártires de la Patria, nace también
ese estilo literario sencillo y patético, con que se honra a los
camaradas caídos interpretando lealmente su sacrificio al entender la
muerte –según dijo José Antonio– como un acto de servicio.
II. B) En el período de fusión de Falange Española y las J.O.N.S.
gana en extensi6n y profundidad el Movimiento nacionalsindicalista.
José Antonio radicaliza sus posiciones políticas. Su acción es más
enérgica y su pensamiento más acerado. El sentido de la revolución
penetra las ideas y las conductas. Si al principio José Antonio
había insistido preferentemente en defender la unidad nacional frente
a los separatismos, en afirmar el espíritu español frente a las
deformaciones de la escéptica ironía izquierdista y de la vacua
grandilocuencia derechista, en comprender la Patria por encima de la
lucha de partidos y exaltar la soberanía frente a todos los
internacionalismos, en este segundo período de fusión con las
J.O.N.S. acentúa fuertemente el sentido de la justicia social frente
a todos los privilegios y arbitrariedades clasistas, proclamando una
nueva concepción económico–social.
Las dos palancas de la revolución, lo nacional y lo social,
quedaron articuladas en la dialéctica y en la táctica políticas.
Las flechas ideológicas pulían sus puntas: la ilusión de las
juventudes, en torno al ideal patrio, y la necesidad de los obreros,
hacia un mejoramiento del nivel de la vida. El trabajo en la paz y el
heroísmo en el combate se consideran así como los auténticos
títulos del verdadero patriotismo. Y las consignas del
nacionalsindicalismo circulan y vigorizan la política de la
Revolución española.
La subversión marxista y separatista en 1934 centra la polémica
de José Antonio. Analiza los ingredientes de esta rebelión y no se
conforma –como tienden siempre a hacer las derechas de turno– en
sofocar la rebeldía aplicando estrictamente los tan amados recursos
conservadores del orden público, sino que denuncia la necesidad de
dar cauce y norma al espíritu revolucionario dentro de líneas
españolas, con lealtad para los auténticos valores tradicionales,
pero con inexorable rigor en la exigencia de ambiciones sociales de
una política moderna.
El segundo bienio de la República, de 1933 a 1935, forma el
paisaje de fondo de esta lucha de la Falange a la intemperie. Victoria
sin alas fue la calificación de José Antonio al triunfo de las
derechas y realmente ese fue su signo durante los dos años. Si José
Antonio acusó en este tiempo a la izquierda, por su deslealtad con la
Patria, por falsificar el destino histórico de España, también
fustigó a la derecha por su insolidaridad colectiva, por su apego –bien
por inercia o por egoísmo– a la injusticia social, por su
insensibilidad para el dolor de los humildes, así como por la falta
de temperamento para acometer con gallardía los problemas nacionales.
Esta derecha, tan propicia a las soluciones acomodaticias, a las
ficciones y a las apariencias formularias, pactaba con las situaciones
establecidas, aunque implicaran la injusticia y la adulteración del
sentido español. José Antonio entendió bien, como buen católico,
el principio teológico –paulino– de la caridad, sin oscurecer el
sentido político de la justicia, error o defecto en que incurrió
cierto sector del conservadurismo egoísta español. En la vida
colectiva pública la caridad debe llegar donde no alcanza la
justicia, completando y perfeccionando así la sociedad, a la cual da
su gracia moral, pero no debe utilizarse la caridad como un paliativo
prudente e insincero de una injusticia manifiesta o de una miseria
humana intolerable que requiere efectivo remedio. La afirmación
revolucionaria de José Antonio sonaba escandalosamente en los
ambientes fariseos y explica el silencio intencionado con que fue
tratado el Fundador de Falange por el derechismo del segundo bienio de
la República que, por otra parte, no encontraba reparos en aliarse
con los viejos radicales, atufados aún de su rancio anticlericalismo.
Los dos primeros Consejos Nacionales de F.E. de las J.O.N.S.
señalan momentos decisivos en el desarrollo táctico e ideológico
del Movimiento nacionalsindicalista. El primero, celebrado a
principios de octubre de 1934, coincidió con la revolución marxista
y separatista de ese año, con el llamado octubre rojo. El segundo
tuvo realización los días 15 y 16 de noviembre de 1935, ya abocados
a las últimas elecciones de la República. Ambos se desarrollaron
sobre cálidas y tensas atmósferas políticas, a las cuales
respondía la gallarda y clara decisión de José Antonio.
En el semanario Arrilba nos dejó José Antonio rica
fuente de doctrina y orientación política. Fue fundado el 21 de
marzo de 1935 y sirvió de instrumento magnífico de expresión y de
lucha. El 26 de marzo de ese mismo año nace el semanario Haz,
revista universitaria y juvenil. La Prensa nacionalsindicalista
aumenta y se extiende por España. Por la brevedad de esta reseña no
podemos citar aquí los nombres de todas estas publicaciones heroicas
del tiempo fundacional. Consignemos, sin embargo, para cerrar esta
escueta alusión, el No Importa, boletín de los días
de persecución, tiempo trágico para muchos camaradas. En las
páginas de esas publicaciones vieron la luz muchos artículos de
José Antonio que componen este libro y junto con sus discursos y
conferencias integran la vieja doctrina familiar de la Falange.
Atacado por los dos costados, la saña de la izquierda y el recelo
de la derecha, continuó la lucha esforzado de José Antonio en este
tiempo dificil hasta desembocar en las elecciones de 1936 y en el
triunfo electoral del Frente Popular, puente del comunismo para llegar
al Poder en España. Arreciaron entonces las persecuciones contra la
Falange y el odio se cebó en la persona de José Antonio. Detenido y
encarcelado en Madrid el 14 de marzo de 1936, fue conducido a la
Prisión Provincial de Alicante el 5 de junio de ese año. La consigna
de este período fue el "No Importa", bajo cuya moral se dio
la réplica a la saña roja. La sucesión de los manifiestos, las
circulares, las órdenes de mando y los escritos de José Antonio
durante esta época indican la prodigiosa lucha de un hombre
extraordinario y excepcional, que sabía ciertamente que entregaba su
vida, pero que con su sacrificio y su elevado mensaje abría el camino
para una España digna, justa y libre. Ante la invasión de los
bárbaros en su moderna forma de subversión marxista, defmió la
trágica situación española: "No nos hallamos en presencia de
una pugna interior. Está en litigio la existencia misma de España
como entidad y como unidad. El riesgo de ahora es exactamente
equiparable al de una invasión extranjera". El cerco a España
se denuncia –decía– por sus consignas, por sus propósitos, por
sus gritos, por su sentido. De Moscú partían los hilos de esta
invasión comunista. Quizá el mundo vea actualmente con más claridad
el hecho de la tragedia española a las luces de otros espectáculos
universales de la agresiva expansión del comunismo, bajo la cual
cayó víctima José Antonio Primo de Rivera.
Asume José Antonio la adversidad del último período de su vida
en la Prisión Provincial de Alicante con ejemplar serenidad, lucidez
y responsabilidad histórica. Y pone de relieve su fortaleza moral y
su esclarecida inteligencia en la defensa que hace ante el Tribunal
que le juzga en el Proceso incoado contra él, su hermano Miguel y su
cuñada Margarita Larios. Mantuvo lealmente las ideas que habían
inspirado su conducta política al fundar y conducir Falange Española
de las J.O.N.S. Y se defendió –como dejó dicho en su testamento–
con los mejores recursos de su oficio de abogado, "tan
profundamente querido y cultivado con tanta asiduidad".
II.
CLAVE HUMANA DE JOSÉ ANTONIO, IDEAS ESENCIALES Y EVOLUCIÓN POLÍTICA
Confluyen en José Antonio una serie de
virtudes que se armonizan muy singularmente y configuran su
personalidad. Representa un momento de plenitud humana de un noble
linaje en leal compromiso con su pueblo, en que se funden la
experiencia histórica de su estirpe con la visión renovadora de su
iluminada juventud. Hay en José Antonio –como constantes– un
grande y limpio amor a España, un dolor acuciante por el declive
histórico de nuestra Patria en la época moderna –registrado muy
especialmente durante el siglo XIX y primer tercio del XX– y una
ferviente y rotunda decisión de conseguir el renacimiento patrio,.
entregando para ello su más generosa vocación de servicio y
sacrificio. Su propósito es riguroso: recuperar un destino ascendente
para el pueblo español, mediante un gran esfuerzo y empuje colectivo.
Para ello es necesario un gran ideal, síntesis de tradición y
modernidad, capaz de impulsar la vida española, dándole la energía
precisa para la conquista de las grandes metas comunitarias, la
elevación espiritual y material de España, por las rutas fecundas de
la unidad nacional, la dignidad humana y la justicia social.
Las ideas esenciales y permanentes de su doctrina son:
- El concepto del hombre, como portador de valores eternos.
- La consideración de España, como unidad de destino en lo
universal.
- La exigencia de la justicia social, como base inexorable de la
existencia colectiva.
- La implantación del sindicalismo nacional, como sistema de
ordenación económica y vía de representación política, junto
a la familiar y municipal.
- Y la concepción del Estado, como instrumento –medio y no fin–
al servicio del hombre y de la Patria.
La nueva ordenación política habría de corregir los excesos del
individualismo anarquizante y del colectivismo totalitario, opresivo
de la personalidad humana. La imagen política de José Antonio se
configura como un Estado Social de Derecho.
Y en esto, sucintamente, ha consistido el mensaje de José Antonio
y su gran obra de salvación nacional, a cuya empresa convocó a la
juventud y a todo el pueblo español.
+ + +
José Antonio justifica claramente su empresa política. "Así
resulta que cuando nosotros –dice en el discurso de fundación de
Falange Española– los hombres de nuestra generación, abrimos los
ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral, un mundo escindido
en toda suerte de diferencias, y por lo que nos toca de cerca, nos
encontramos una España en ruina moral, una España dividida por todos
los odios y por todas las pugnas". La sociedad española se
hallaba en situación anárquica, confusa y dividida en tres
secesiones fundamentales: la pugna de los partidos políticos, la
lucha de clases y los separatismos regionales. Ante la tremenda crisis
del pueblo español, que vivía ya el último trance de su derrumbe
histórico, se precipitaba la descomposición liberal de la sociedad e
irrumpía violentamente la subversión del marxismo internacional,
procesos que fraguaron conjuntamente la hecatombe española de 1936.En
José Antonio se concilian las dos vertientes que habían operado
contradictoriamente sobre la conciencia española: la línea
tradicional y afirmativa de la unidad nacional y de los valores
históricos, y la del pensamiento crítico renovador o
regeneracionista. A tal fin, plantea una salida constructiva e
integradora de los auténticos afanes de la tradición y de la
revolución. "Entre una y otra de esas actitudes, se nos ocurrió
a algunos pensar– –dijo José Antonio– si no sería posible
lograr una síntesis de las dos cosas: de la revolución –no como
pretexto para echarlo todo a rodar, sino como ocasión quirúrgica
para volver a trazar todo con un pulso firme al servicio de una norma–
y de la tradición, no como remedio, sino como sustancia; no con
ánimo de copia de lo que hicieran los grandes antiguos, sino con
ánimo de adivinación de lo que harían en nuestras circunstancias.
Fruto de la inquietud de unos cuantos nació la Falange".
La evolución del pensamiento de José Antonio avanza, de manera
coherente, a través de sus tres años de actuación política al
frente de la Falange. Y podemos comprobar ese despliegue de ideas
comparando el discurso inicial de fundación, de 29 de octubre de
1933, con el pronunciado al clausurar el 11 Consejo Nacional de la
Falange, en el cine Madrid, el 17 de noviembre de 1935 y con el del
cinema Europa, el 2 de febrero de 1936, en que expresa la actitud de
Falange ante las elecciones convocadas ese año, en los que alcanzaba
plenitud su mensaje político de la revolución nacional.
José Antonio examina la crisis de la sociedad moderna y responde
desde la concepción cristiana de la vida, dando soluciones válidas
en todos los planos de la convivencia: ofreció los fundamentos
espirituales de un nuevo humanismo; estableció las bases orgánicas
de una nueva sociedad y prefiguró un orden político que salvara la
dignidad humana de los extremismos que operaban antagónicamente y que
continúan haciéndolo hasta nuestros días. A José Antonio interesa
fundamentalmente la salvación de la personalidad humana, amenazada
simultáneamente por el liberalismo, que lleva por inercia a la
anarquía y a la injusticia, y por el totalitarismo, que propende a la
despótico supresión de las libertades humanas.
III. EL MENSAJE DE JOSÉ
ANTONIO
En 1964 hice un estudio sobre el mensaje de José Antonio en el que
analizaba su actitud ante la evolución ideológica de la época
moderna, poniendo de relieve su disposición abierta, crítica y
comprensiva, que le llevaba a resolver las contradicciones de su
tiempo en una síntesis superadora, con la integración de los valores
reales y efectivos de los sucesivos procesos históricos. Este trabajo
se publicó como presentación de la edición de las obras de José
Antonio en aquella fecha, reproduciéndose en las siguientes ediciones
realizadas por la Delegación Nacional de la Sección Femenina. Me
permito incorporar también estas reflexiones en este prólogo, porque
el mencionado análisis doctrinal me parece que ha salvado la prueba
del tiempo y tiene validez actualmente, y me exime, por otra parte, de
cualquier tentación de ocasional oportunismo. Y en todo caso será un
testimonio de constancia y consecuencia política en el entendimiento
con que vengo asumiendo la responsabilidad de ofrecer a las sucesivas
promociones españolas el mensaje de José Antonio.
- Movimiento abierto al futuro
- Actitud prospectiva ante la historia: comprensión y crítica
de los procesos políticos de nuestra época.
- A la conquista del tiempo nuevo.
Consideramos el pensamiento de José
Antonio como un Movimiento abierto al futuro. La clave de su
posición es la actitud revolucionaria, actitud transformadora,
dispuesta y favorable al cambio hacia un nuevo orden político–social.
José Antonio tuvo una comprensión prospectiva de la Historia,
en la cual se inserta la doctrina de la revolución española.
Precisamente este sentido de su doctrina es el que va a permitir
proyectar la revolución española con la mayor actualidad en el
panorama del tiempo nuevo. Así,
para circunscribir nuestra idea y hacerla patente, veamos cómo se
articula en su mente con lucidez todo un tiempo histórico, que va del
fin de la sociedad feudal y del Estado absoluto, pasando por el
liberalismo, el capitalismo, el socialismo y el marxismo hasta los
hechos políticos de las revoluciones nacionales de la primera
postguerra mundial: fascismo y nacionalsindicalismo, para llegar –más
allá de las conocidas formas de totalitarismos, que consideró como
estructuras transitorias e imperfectas– a un nuevo tipo de sociedad,
en donde habrían de encontrar armonía y conjugación equilibrada y
estable, un orden de libertad y un sistema de justicia, la dignidad de
la persona humana y los intereses comunes de la sociedad,
resolviéndose el duelo jurídico de los derechos individuales y de
las obligaciones sociales, sin caer viciosamente en el estatismo
absorbente o en la anárquica disolución.
Admira la exquisita honradez intelectual de José Antonio. Y no es
un criterio ecléctico, sino de selección y de amor por la verdad, lo
que le lleva a distinguir la contribución valiosa de cada proceso
histórico, de sus defectos, fracasos y motivos de caducidad. Por
ejemplo, él, que hizo la mejor y más dura crítica del sistema
liberal, poniendo de relieve su mal de origen y sus consecuencias
lamentables, el escepticismo desaforado, la lucha de los partidos, la
atomización de la sociedad y la anarquía resultante, no tiene
ningún reparo en reconocer la conquista irrenunciable del liberalismo
político, la igualdad ante la ley, y señalar la virtud de la
iniciativa humana de la magnífica época heroica del capitalismo, del
liberalismo económico, con sus dos palancas del progreso
técnico y de la explotación de las riquezas; claro es que
reconociendo que al final había de terminar en un desastre, porque la
libertad naufragaba en el escepticismo y en el desorden, y porque la
industrialización técnica se agarrotaba en el capitalismo
deshumanizado, incapaz de establecer una justa distribución de
bienes. Lo que había conseguido el liberalismo económico era,
indudablemente, la iniciativa de la explotación de las fuentes de
riqueza, el poner en marcha los resortes de la producción y aplicar
los avances técnicos de la primera revolución industrial. Este es su
éxito, que no puede regatearse. Pero este capitalismo liberal había
olvidado, en la euforia de su expansión, la exigencia humana de la
solidaridad social, y descuidó el cumplimiento de la justicia
distributivo y de la necesaria participación de los trabajadores en
la suerte económica de las empresas, hecho que más tarde –y en
virtud de su propio instinto de conservación ha tenido que reconocer
y tratar de corregir en algún grado, a fin de evitar el disturbio
social. Ahora bien, ha quedado bien claro el fracaso social del
capitalismo histórico y su necesaria corrección para ordenar
justamente la comunidad, de manera que pueda ofrecer estabilidad y
armonía fundamental entre sus componentes. De lo contrario, queda
abierto el camino a la subversión, que se lleva por delante –como
siempre– no sólo las estructuras económicas, sino los valores
espirituales de la civilización.
El sistema de ideas de José Antonio es riguroso, con afán de
síntesis, integración y superación. Aunque José Antonio formulara
su crítica al sistema liberal, su pensamiento no tiene nada que ver
con las políticas reaccionarias que anhelan secretamente,
escuetamente, volver a los privilegios feudales, que desprecian o
temen a la libertad y que desconfían sistemáticamente de la razón
humana de los demás, mientras razonan egoístamente en favor de sus
ventajas arbitrarias.
Al analizar el socialismo, considera justo su. nacimiento
como reacción lógica ante la injusticia capitalista y valora la
razón de las reivindicaciones sociales; apunta el descarrío del
socialismo, lo que cierra su viabilidad política: el materialismo
histórico, el ateísmo, el resentimiento, la lucha de clases, la
violencia y la deshumanización.
Aunque José Antonio hiciera un análisis crítico del socialismo
de su época, su concepción política no tiene nada que ver con
quienes sustentan criterios de avaricia capitalista y carecen de
sensibilidad para el dolor de los humildes y consideran sobrecargas
económicas el repartir sus sobrantes económicos entre los que
trabajan y viven en la escasez o cercanos a la miseria.
Y ante el propio marxismo comunista, frente al cual había
de jugarse su propia vida, no falla la claridad mental de José
Antonio. Lo define con un profundo sentido teológico como "una
versión infernal del afán hacia un mundo mejor", frase en la
cual hay ciertamente una condenación, pero también el reconocimiento
de que existe en ese movimiento político del comunismo una real,
aunque demoníaca, aspiración a un mundo mejor, que se deforma,
llegando prácticamente a las más monstruosas e injustas de las
situaciones humanas. De este marxismo, José Antonio dijo que estaba
impregnado de un indudable "sentido de abnegación y solidaridad
social", traicionado a la postre por la máquina fría y
desalmada del Estado soviético.
Aunque José Antonio defendiera un sentido de libertad frente al
determinismo marxista, su pensamiento no coincide tampoco con una
variedad de anticomunismo que rechaza tal doctrina sólo en cuanto
pone en peligro el abuso de su capital o las ventajas materiales que
le proporciona la sociedad burguesa; ni coincide tampoco con aquel
anticomunismo surgido en el mundo occidental después de la segunda
guerra mundial, y que se ha puesto en guardia al descubrir
desagradablemente que el comunismo, además de ser una subversión
social, es un imperialismo que ambiciona desplazar de las encrucijadas
del poder y de las fuentes de riqueza a las potencias que venían
ejerciendo la hegemonía mundial.
José Antonio intentó una superación del dilema
capitalismo-comunismo, así como una síntesis de tradición y
modernidad capaz de responder a las convocatorias del tiempo. Hizo la
crítica de la tesis capitalista de la sociedad, precisamente por el
fallo de este capitalismo en la justa distribución de bienes, pero no
coincidió tampoco con los propósitos demagógicos afanados en romper
los engranajes de la producción de riqueza, sin considerar que los
intereses nacionales, en su conjunto –la renta nacional– será, en
fin de cuentas, lo que permita un mayor o menor reparto de disfrute
económico entre los miembros de la comunidad. Ni tampoco concuerda
con el conservadurismo rancio de la política, indiferente y despegado
del progreso técnico y de la industrialización necesaria, posibles
sólo por el avance de las ciencias aplicadas. Convendrá recordar
cómo entendía José Antonio la operación salvadora de nuestro
tiempo, el salto sobre la invasión de los bárbaros –subversión
comunista del siglo XX– para sentar las bases de una época
histórica de unidad espiritual y armonía social:
"Pero en las invasiones de los bárbaros –decía José
Antonio, en noviembre de 1935– se han salvado siempre las larvas de
aquellos valores permanentes que ya se contenían en la edad clásica
anterior. Los bárbaros hundieron el mundo romano, pero he aquí que
con su sangre nueva fecundaron otra vez las ideas del mundo clásico.
Así, más tarde, la estructura de la Edad Media y del Renacimiento se
asentó sobre líneas espirituales que ya fueron iniciadas en el mundo
antiguo.
"Pues bien: en la revolución rusa, en la invasión de los
bárbaros a que estamos asistiendo, van ya ocultos y hasta ahora
negados los gérmenes de un orden futuro y mejor. Tenemos que salvar
esos gérmenes, y queremos salvarlos. Esa es la labor verdadera que
corresponde a España y a nuestra generación: pasar de esta última
orilla de un orden económico social que se derrumba a la orilla
fresca y prometedora del orden que se adivina, pero saltar de una
orilla a otra por un esfuerzo de nuestra voluntad, de nuestro empuje y
de nuestra clarividencia; saltar de una orilla a otra sin que nos
arrastre el torrente de la invasión de los bárbaros".
Quizá la labor de la revolución auténtica sea salvar esos
gérmenes que están negados, que están frustrados en la revolución
marxista del siglo XX y colocarlos a un nivel de humanización y
fecundidad histórica distinta. En buenas cuentas, este fue el gran
intento de José Antonio, cuyo trazo inicial queda enraizado en los
años fundacionales, pero está abierto a la empresa española.
El camino de la Revolución
En resumen: José Antonio quiso una Revolución, pero las
revoluciones pueden dividirse a este respecto en dos clases: negativas
y positivas.
Negativas, las que están movidas sólo por el resentimiento
producido por la desigualdad social y el contraste de los niveles de
vida –que van del lujo insolente a la mortificante miseria–, y
estas revoluciones tienen siempre un carácter destructivo. Caldeadas
por un ansia igualitario, sólo ambicionan el reparto agotador de los
bienes de una sociedad, sin preocuparse lo más mínimo en cultivar,
en incrementar las fuentes de riqueza con miras al mañana. Porque en
el fondo lo que buscó el socialismo subversivo desde su impregnación
marxista –y esto ha dominado su trayectoria hasta recientes
evoluciones en la segunda postguerra mundial– no fue alcanzar la
justicia económica en el marco de las sociedades liberales, sino el
fabricar atmósferas sociales de malestar y descontento, llevarlas a
la desesperación y utilizarlas como turbinas revolucionarias para
hacer estallar la sociedad capitalista, y luego ya vendría la
dictadura soviética a sustituir las huelgas por el trabajo forzado, y
la agitación rebelde por la más sumisa servidumbre, conseguida por
los fríos procedimientos del terror. Y así quedaba convertido el
primitivo afán de justicia, que anheló ingenuamente un pueblo
lanzado –al comunismo, en un mito de expansión universal y de
paraíso futuro, paraíso futuro que habrá de alcanzarse en ese
infinito rojo donde no llega nunca ni la más ilusa esperanza humana.
Ese, como hemos dicho antes, es el camino negativo de la revolución
social, el camino destructivo.
José Antonio no pretendió nunca lanzar al pueblo español por ese
camino negativo en que se articulan todos los resentimientos para una
obra de destrucción y disolución de la convivencia social y de la
realidad nacional.
La Falange abrió el camino positivo de una revolución. Una
revolución que habrá de ambicionar metas espirituales, nacionales y
sociales. En el aspecto económico, los objetivos completos de la
producción y de la distribución. Sin cuidar y sin aumentar la
riqueza nacional, el reparto de bienes será siempre una cicatera
distribución de la escasez y de la pobreza. Tan revolucionario es
descubrir una vena de riqueza en la explotación nacional, concertar
con eficacia los intercambios en el comercio exterior, incrementar el
rendimiento de las tierras, aumentar las instalaciones industriales
complementarias, en un sistema de crecimiento económico nacional,
como velar por los salarios justos y decentes o mantener los precios
en los niveles adquisitivos de nuestra población trabajadora.
Es preciso conseguir una nueva sociedad con fórmulas eficaces de
libertad personal y de seguridad social. Pero no se piense que todo se
reduce a la necesaria implantación de los sistemas de previsión y
seguridad que garanticen contra la miseria a los hombres, dentro de
una colmena social, si bien esta colmena social se rija
matemáticamente, bajo una organización exacta, para que no se exhiba
públicamente el dolor, el fracaso o el infortunio.
Es necesario garantizar un campo de acción para la iniciativa
humana, para la emoción del riesgo y para la alegre satisfacción del
éxito. La Falange sabe que la meta anhelada, , tampoco es el simple
logro de una sociedad planificada, aritméticamente dosificada, con
coeficientes previos reglamentados para la tristeza y la alegría en
la vida humana, asemejándose a las colectividades de los insectos, de
las hormigas, de las abejas o de los termites.
La Revolución tendrá, pues, afanes espirituales y materiales. En
el aspecto económico, las siguientes metas: aumento de la
producción, justa distribución, seguridad y promoción abierta –en
igualdad de oportunidades– al esfuerzo humano.
Síntesis política actual.–Un orden de libertad y un sistema de
justicia José Antonio ambicionó
una síntesis política, sincrónica con el tiempo histórico en que
vivimos y que ha de ser a la vez un orden de libertad y un sistema de
justicia. Un orden de libertad y un sistema de justicia que garanticen
los derechos de la persona humana y realicen la solidaridad social en
la vida común de la nación.
La Revolución se proyecta en tres planos: el objetivo espiritual,
que es la fiel realización de la concepción cristiana de la vida, y
reconquista del genio hispánico; el objetivo nacional, que es lograr
la unidad de destino, la fortaleza de España en el mundo, y el
objetivo social, que es conseguir la hermandad, la efectiva justicia
en los diversos sectores de la sociedad española.
La doctrina de José Antonio es un mensaje de fe y de esperanza.
Proclama nobles propósitos: lograr la unidad de los hombres y de las
tierras; hacer que el hombre sea efectivamente portador, recreador de
valores eternos; conseguir que la concepción cristiana de la vida se
cumpla sin deformaciones; hacer que el principio espiritual no se
falsifique, que la ambición nacional no quiebre, que la justicia
social no se pierda entre una serie de trámites administrativos o se
desvirtúe difiriendo sus saludables soluciones a un futuro más o
menos lejano.
El hecho esencial de 1933-1936 –ese duelo que tuvo escenario en
nuestro territorio–, en que se planteó la lucha radical entre dos
concepciones de la vida: entre la concepción española, occidental y
cristiana que proclamara José Antonio, y la concepción marxista,
asiática, deshumanizada del comunismo internacional, sigue planteando
tensamente, con dramática inquietud, el mismo problema en una
dimensión mundial. Ante esta amplia perspectiva humana, la
concepción de José Antonio que dio cara al reto del marxismo
soviético, tiene hoy vigencia; sigue con validez, pero no solamente
para España, sino con proyección universal.
Estamos en un tiempo de transición universal, de grandes
mutaciones culturales, técnicas, políticas y sociales. La moderna
revolución científica, la corriente general de transformación
económico–social y la emergencia de grandes contingentes humanos al
protagonismo político, confluyen, estimulando la aceleración
histórica de esta segunda mitad del siglo XX, factores que trazan un
nuevo panorama de vida a los afanes humanos. Asomamos a una nueva
época –sugestiva, tensa y difícil– que requiere una comprensión
dinámica y constructiva, tal como se ofrece en el pensamiento de
José Antonio, quien rebasó su marco contemporáneo con vaticinios y
aciertos proféticos, con inteligentes anticipas y afortunadas
intuiciones del futuro iluminando la marcha histórica de un pueblo
entero y abriendo los caminos de una nueva configuración social,
exigente de justicia, de verdad y de dignidad humana.
IV. PERVIVENCIA DEL IDEAL DE
JOSÉ ANTONIO
La vida de José Antonio se nos ofrece como estilo ejemplar de
humanidad española; su doctrina, como fuente de inspiración y legado
irrenunciable; su obra, como empresa incitante que reclama
culminación; su alma, como inefable presencia que estimula, aconseja
y vela los más nobles afanes de la comunidad española. Y su
abnegación, al entregar su vida por España le dio el registro
máximo de autenticidad y de trascendente significación.
La hora general del mundo parece reclamar posiciones claras en
defensa de la civilización cristiana occidental. Se requieren
perfiles definidos y líneas netas. El conjunto de ideas de José
Antonio, que sirvieron para dar la réplica al comunismo, cobra
excepcional vigencia. El definió las metas de la Revolución
pendiente y explicó su contenido moral, nacional y social. Al
desenvolver estos gérmenes doctrinales, la Revolución española
había de ser auténticamente espiritual –católica–, sin caer en
el fariseísmo; efectivamente nacional, sin los defectos del fascismo,
y exigentemente social, sin incurrir en los errores del marxismo.
La anticipación de José Antonio en comprender la encrucijada
histórica moderna le dio un carácter de vanguardia, de vigía de los
tiempos nuevos, que el pueblo español ha de esforzarse en merecer
ante el horizonte universal de las ideas y de los acontecimientos.
La doctrina de José Antonio ha atravesado el tiempo influyendo
decisivamente en la marcha del pueblo español. La Falange encendió
una fe nacional, que vio la victoria a través de una Guerra de
Liberación bajo el caudillaje de Francisco Franco. España consiguió
vencer todos los riesgos de la Segunda Guerra Mundial y mantuvo su
independencia y neutralidad en un tiempo difícil. Posteriormente
rompió también el cerco de una conjura internacional, defendiendo su
soberanía e integridad.
Abierto el largo ciclo de la paz de Franco contribuyó eficazmente
a la transformación nacional operada durante esta época. Impulsó
las tareas de la reconstrucción, del crecimiento y del desarrollo
nacional. Estimuló los mejores afanes sociales. Fomentó una
conciencia colectiva de unidad, de justicia social y de permanente
superación. La laboriosidad del pueblo español abrió un camino
ascendente de elevación y mejora de los niveles de vida en nuestra
comunidad. La síntesis de tradición y modernidad –como pensara
José Antonio– trazaba un rumbo constructivo a la nueva sociedad
española.
El destino quiso unir a Franco y a José Antonio en el recuerdo de
los españoles. Una misma fecha –el 20 de noviembre– y un mismo
lugar de oración –la Basílica del Valle de los Caídos–
servirán a su memoria, entrelazadas sus vidas y sus muertes en el
servicio de España.
Extinguida la vida de Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975,
y cumplido el trámite legal de sucesión, fue instaurada la
Monarquía en la persona de Don Juan Carlos I como Rey de España, en
cuyo reinado el pueblo español cifra sus mejores esperanzas.
Coincidiendo en esta misma esperanza, deseamos que bajo su dirección
alcance España su más fecunda plenitud histórica, por las rutas de
la paz, la un¡dad, la libertad y la justicia.
He de expresar mi gratitud a Pilar Primo de Rivera y a Jesús Fueyo
Alvarez, Presidente del Instituto de Estudios Políticos, por haber
amparado, en forma decisiva e ilusionada, el proyecto de esta
edición, permitiendo así ofrecer con ella un testimonio fiel de la
vida y del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera al cumplirse
el XL Aniversario de su muerte.
Y he de dejar constancia también de mi reconocimiento a Manuel
Solana Sanz, Secretario Gerente del Instituto de Estudios Políticos,
y a Fernando Cañellas Rodríguez, Jefe del Departamento de Estudio,
Desarrollo y Difusión de la Doctrina del Movimiento del mencionado
Instituto, por el afecto y el estímulo con que acompañaron mi
propósito editorial y promovieron s u realización.
Finalmente, con esta obra he pretendido contribuir al
esclarecimiento de una época difícil y convulsa de la vida
española, sirviendo lealmente –a juicio de mi conciencia– a la
verdad histórica que se merece el pueblo español.
Al conmemorar este 20 de noviembre de 1976, hemos de ofrendar a la
fecha aquellas palabras del testamento de José Antonio que revelan su
generoso y postrer anhelo: "Ojalá fuera la mía la última
sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá
encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades
entrañables, la Patria, el pan y la justicia".
Madrid, 10 de noviembre de
1976
AGUSTÍN DEL RÍO CISNEROS |