** Comienza manifestando su profunda gratitud a la Junta directiva
del Ateneo, que ante las dificultades de consideración que se le
habían presentado, no ha dudado, con una terquedad que es hidalguía,
clásica en esta tierra, en celebrar la conferencia, mostrando su
caballerosidad para con el orador.
** Me encuentro –dice– en una situación especialísima,
acogido por una parte a la hospitalidad del Ateneo, para explanar una
conferencia de carácter cultural, y con un público, por otra, que
espera de mí más bien un discurso político. Querría que mi
palabra, sin prescindir del deseo de los asistentes, tuviese aquel
primer carácter que señalé.
Creo que asistimos a la liquidación de una época. Si
interpretamos la historia del mundo de acuerdo a los cielos que
señalan el esplendor y el ocaso de las civilizaciones, notaremos que
esa historia comprende edades clásicas y edades medias.
Las edades clásicas son aquellas que han encontrado una norma que
las explique. Cuando una edad clásica ha fenecido y los hombres
buscan nuevas normas, entonces se vive una edad media. Por eso la edad
clásica se caracteriza por la plenitud y lo definitivo de su
contenido, y la otra por su afán inquisitivo, alegre, infantil y
desordenado.
Las edades medias, cuando encuentran su norma precisa, llegan a ser
clásicas y, en cambio, éstas nunca devienen en edades medias, pues
cuando concluyen su misión, lo hacen en forma de una invasión
vertical de los bárbaros, devienen siempre en catástrofe. Y tenemos
el ejemplo característico de Roma; el único pueblo que podemos
contemplar en todo su cielo, con su edad media hasta Actio, año 31 de
J. C., y de aquí se pasa a la etapa clásica, que concluye con la
invasión de los bárbaros en 476.
** El siglo XIII es probablemente el comienzo de la última edad
clásica, a cuya liquidación estamos asistiendo, y ya podemos
contemplar las fuerzas que la disuelven. Han operado sobre ella la
Reforma y la Revolución francesa.
* Como fecha inicial de este proceso de ruptura o irrupción,
señala el orador la de 1786, en que sale a la luz El Contrato
Social, de Rousseau.
** Rousseau era un romántico enfermizo y decadente, que no podía
soportar las grandes cosas de los grandes imperios, que se aburría
ante las edificaciones ingentes. Como no era precisamente nuestro
Séneca, pues carecía de su templanza y no participaba de su
inquietud, lanzó la consigna de volver a la naturaleza, que es el
concepto poético en que se recogen los que no soportan las
instituciones. La vuelta a la naturaleza que quiso Rousseau está
concebida a semejanza de una égloga o de un cuadro de Watteau. Y es
que el ginebrino crea un sistema que se caracteriza por no creer en
nada. Antes todo estribaba en la realización de verdades permanentes;
desde Rousseau, no. Es el querer o no querer del albedrío lo que da
esencialidad a las cosas. Y así quiso edificar un sistema político
que se califica por la falta absoluta de toda norma.
* Esta actitud de Rousseau, que se puso de moda, fue terriblemente
disolvente. La sociedad comenzó a reírse de sí misma, a tomarse en
broma, a creerse desprovista de toda razón vital de su existencia.
** Al tiempo que se incuban los movimientos revolucionarios entre
los literatos y elegantes, nace la economía materialista. Con el
avance de las ciencias aparece el maquinismo y surge la gran
industria, lo que determina que sólo a esos factores materiales se
les conceda importancia para la interpretación de la historia. El
obrero, desarraigado de donde estaba, pasa a servir en aglomeraciones
infectas alrededor de las grandes fábricas. Y el auge del
industrialismo en el mundo moderno desencadena la guerra europea de
1914, que lega gran cantidad de mutilados, de enfermos mentales, la
intromisión de la feminidad en las actividades reservadas antes al
hombre. Vale decir que la catástrofe, al terminar, deja los problemas
más confusos y engendra otros, como la quiebra de las industrias y la
crisis de trabajo, que certifican el derrumbamiento del capitalismo.
A la crisis de la economía, motivada por la imposibilidad de
colocar la proporción incalculable de productos manufacturados que
ahora lanzan a los mercados las industrias bélicas de ayer, había
que añadir la crisis de creencias religiosas y la crisis de la
libertad. ¿No es éste el final de la edad clásica?
Al mundo le falla la libertad tan mantenida, y todo el sistema de
la democracia comienza a resquebrajarse, y ante estos fracasos se
acerca una nueva invasión de los bárbaros. Ahora bien, ¿se puede
evitar ésta empalmando el final de una edad con el comienzo de la
otra sin aquel intervalo de desarreglo? Hay que salvar, sea como sea,
lo que la edad que se está liquidando tenía de bueno, porque hay que
salvar cosas que son la justificación de nuestra historia.
Pero una cosa es que gravite sobre nosotros este signo trágico y
otra el que nos resignemos y no procuremos luchar contra él y
vencerle. Y no lo podemos evitar si caminamos hacia atrás.
* El comunismo es lo que algunos predicen que ha de venir, como
solución del tránsito de una edad a otra; pero yo digo que no puede
ser, porque el comunismo es precisamente la invasión de los
bárbaros. La Socialdemocracia tampoco puede ser la solución, pues en
su afán de insertarse en el régimen liberal no significa más que
una perturbación.
Hay también los intentos del Estado totalitario; pero no me
refiero al fascismo, que es una experiencia que no ha llegado a
cuajar.
** Es preciso examinar con mucho detenimiento los dos ensayos
verificados hasta el presente: el fascismo italiano y el
nacionalsocialismo alemán, y señalar las diferencias que existan
entre ambos movimientos ideológicos. El movimiento italiano es, ante
todo, clásico, tiende a lo clásico. Opera al servicio de un
pensamiento, de una estructura mental. Trabaja un cerebro y su
resultado se proyecta sobre un pueblo.
El germánico es todo lo contrario. Arranca de una fe romántica,
de la capacidad de adivinación de una raza. Por eso es lícito
aseverar que el hltlerismo es un movimiento místico, muy
consustancial con la psicología alemana. Alemania, además, no es,
como cree la gente partidaria de las interpretaciones gruesas, el
país de la disciplina, aunque así parezca juzgado por los signos
exteriores. Alemania es un pueblo muy especial. Cantan a coro muy
bien, andan al mismo paso militar, pero todos los movimientos de
indisciplina, de rebeldía del mundo, a lo Espartaco, han salido de
Alemania.
* El Estado totalitario no puede salvarnos tampoco de la invasión
de los bárbaros, además de que lo totalitario no puede existir.
El único remedio que se avizora ante tales arbitrios es "el
tendido de un puente desde la orilla más próxima al precipicio"
hacia una nueva Edad Media, empalmando el final con el comienzo para
pasar de largo por la "invasión de los bárbaros –el comunismo–,
que ha de arrasar la civilización."
** Es preciso configurar un nuevo orden, y éste es el destino de
España en nuestros días. Tenemos que afanarnos por salvar a España
y al mundo entero. El orden nuevo tiene que arrancar de la propia
existencia del hombre, del reconocimiento de su libertad y dignidad.
"La libertad del hombre y la dignidad humana son valores eternos
e intangibles. El orden nuevo ha de arrancar de la existencia del
hombre como portador de valores eternos. No participamos, pues, del
panteísmo estatal."
* El liberalismo se burló del hombre al concederle la libertad sin
una base económica, y se burló de la libertad, pues ésta no puede
ser plena si al mismo tiempo no se asienta en una base económica de
existencia.
Ahora bien, para que sea posible esta libertad es necesario abordar
la reorganización de la economía, en bancarrota, y para esto hace
falta un Estado fuerte, pero no como instrumento tiránico, sino como
servidor de una gran unidad de destino patrio. No hay pueblos ni
unidades libres, sino que hay unidades históricas de hombres libres,
y cuando el Estado recobre esta noción de nuestro destino podremos
tener autoridad hasta el punto de que la norma como el Poder sean
sinónimos de acatamiento.
España podrá rehacer su vida por este camino, en el que se
encuentran los valores cristianos y occidentales de nuestra
civilización.
** El problema de España, más que de otra cosa, es de disciplina
y de organización, pues mientras unas provincias se encuentran con
exhuberancia de trigo, que hace descender su valor, y lo que es peor,
determina la imposibilidad de colocación de los excedentes, en otras
regiones españolas perecen de hambre sus habitantes.
Hay que redimir a los hombres de la esclavitud del pequeño
territorio y hay que asegurar un precio mínimo remunerador de los
productos comerciales. Y bajo el aspecto social hay que manifestar que
no en todos los rincones de España se vive bien o hay condiciones
mínimas de rendimiento para que los españoles subsistan. No. Hay
tierras que son de por sí inhabitables, pero en la ubérrima pueden
alojarse todos aquellos a quienes su desgracia les hizo habitar
aquellos páramos.
* La vida de España ha de basarse en los Municipios y en los
Sindicatos, pues el Corporativismo es una solución tímida y nada
revolucionaria. Es necesario volver a cimentar nuestra vida en la
religión y en la familia.
** Hay, finalmente, que volver a arraigar a las multitudes, ya que
su desarraigo fue el mejor fermento para la revolución de signo
marxista, y esto sólo es posible por medio de los Sindicatos, y
mediante éstos el Estado será el ejecutor de la unidad de destino en
España.
* Esta tarea le corresponde a España, de la que espero una
generación de hombres jóvenes con un sentido enérgico y militar de
la vida, sin asomo de egoísmos ni cicaterías. Pero para realizarla
no hace falta congregar masas, sino minorías selectas. No muchos,
sino pocos, pero convencidos y ardientes, que así se ha hecho todo en
el mundo.
Y si la invasión de los bárbaros alcanza a otros pueblos,
"España salvará al mundo de la nueva invasión de los
bárbaros"; que sus habitantes puedan decir al mirar las crestas
blancas de nuestros montes y el azul de nuestros mares: "Hasta
allí llegó la invasión de los bárbaros; hasta estas crestas
montañosas y esos mares azules, porque a ella se opusieron la
decisión, el aliento y la energía de España."
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Los párrafos señalados con * proceden del resumen publicado por Heraldo
de Aragón. Los señalados con ** proceden del resumen publicado
por El Noticiero.