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  DECLARACIONES DEL JEFE DE FALANGE, DON JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA.– LA CORRIENTE ESPIRITUAL QUE IMPULSA AL FASCISMO.– LOS CAMINOS LÍCITOS Y LOS DERROTEROS VIOLENTOS.– LA CLASE MEDIA MODESTA, PROPICIA A ACEPTAR EL FASCIO.– LA CAPTACIÓN DEL ELEMENTO PROLETARIO Y LA HOLGANZA DEL SEÑORITO

El señor Primo de Rivera recibe al reportero en su casa. El timbre del teléfono y el de la puerta van pespunteando –como motitas saltarinas– el diálogo del político y el periodista. Hay que aprovechar los minutos, pues el día está lleno de afanes para el joven diputado. Amable y cordial, dice al reportero:

– Lo acaecido en San Carlos –falangistas y F. U. E.– es el colofón y remate de una serie de amenazas, de coacciones y ataques que han soportado los de Falange, y que tuvo su culminación por el intento de asesinato de Baselga en Zaragoza.

El problema estudiantil es sólo un síntoma del estado de protesta de este movimiento político, cuya estrangulación se persigue, sin darse cuenta que la corriente espiritual que lo impulsa tiene hondas raíces en Europa y ha cuajado en nuestro país. Para acabar con este movimiento intelectual, político y económico, se nos persigue implacablemente. Desde el 29 del pasado octubre, que hablamos en la Comedia, se dedican a cerramos nuestros Centros, a denunciar nuestros periódicos y a asfixiar cualquier brote de la organización. Y es claro que ésta –que quiere actuar en la calle, a la luz pública–, al ver que le cierran todos los caminos lícitos, se ve forzada a lanzarse por otros derroteros.

La polémica quedaría clara y limpia, y la lucha no tomaría el carácter de violencia, si no se tuviera esa prevención, propia de lugareños, de creer que somos una partida de la porra y que sólo empleamos como argumento el palo. Con eso el enemigo rebaja el tema y empequeñece nuestro ideal.

En el episodio acaecido en San Carlos dispararon antes los de la F.U.E. que los nuestros. Tenían preparada una emboscada. De este asunto, ampliado, hablaré en el Parlamento en la próxima semana.

– Un político monárquico ha dicho hoy que no cree en el "fascismo español de guante blanco".

– Es que toma el rábano por las hojas –responde el, señor Primo de Rivera–. Creen que sólo un hombre del pueblo puede ir al frente de un movimiento de esta clase. No se dan cuenta que existe –como le he dicho– una corriente profunda, social, de reforma de la organización económica total, hasta el fondo –que no se puede escamotear–, y que se manifiesta por la entrada torrencial de la clase obrera. Hasta ahora el empuje más fuerte ha estado en el lado obrero; pero piense usted que a nosotros nos llega este movimiento en estado de madurez mucho más digerido que cuando se abrió paso en Italia...

– ¿Y no cree usted que el obrero creerá que el llamado movimiento falangista que pide su colaboración es una añagaza para atraerle y abandonarlo en el caso que triunfara?

– No, no –arguye rápido–. Cuantas cosas decimos en el aspecto social no lo hacemos de manera taimada y artera, por captar el elemento proletario y abandonarlo luego. Está en nuestros programas y propósitos y en la lealtad de nuestra conducta. Seremos fieles siempre a nosotros mismos. Además, sería inútil, porque los obreros nos pedirían luego cuentas feroces.

No llegamos a estas concesiones por creer de antemano que nos vencen, sino porque desde el principio, y en su totalidad, las estimamos justas, y, además, porque vemos la producción y los elementos que la integran como un conjunto al servicio de la integridad nacional, y no como el espectáculo de unas fuerzas en lucha, en la que el más poderoso vence al más débil.

– ¿Qué elementos nutren a Falange Española y cuáles se muestran más propicios a aceptarla?

– La clase media modesta, y yo espero que los obreros –en cuanto se les pueda explicar nuestro programa– se convencerán de que con nosotros están sus verdaderos intereses. Las clases acomodadas son las que tendrán que soportar los mayores sacrificios; pero tienen necesariamente que pensar que la jerarquía no es un privilegio, sino una responsabilidad y una misión. Esas clases, depositarias de calidades espirituales, al tenerlas en desuso han cometido un pecado de infidelidad con su historia y sus prestigios. Y tienen que volver a la tarea y recuperar la jerarquía perdida por medio del sacrificio y del esfuerzo.

 

Reportaje que incluye el periódico Luz, de Madrid, en su edición de 27 de enero de 1934. La Nación reprodujo un extracto del aludido reportaje, declarando que el político monárquico de la referencia no era otro que el conde de Romanones.


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