DOS CAMINOS
Todos los trabajadores, ante la angustiosa situación presente, han de preguntarse a
qué se debe el que, a pesar de los constantes cambios de Gobierno, a pesar de haber
gobernado las izquierdas, a pesar de los Gobiernos de centro y de derecha, el paro aumente
sin cesar, la carestía de vida se haga cada vez más agobiadora y la pugna entre las
clases sea cada día más áspera. Fácil es comprobar la existencia de estos problemas y
aun su agravación. Con Gobiernos en que figuraban ministros socialistas, todas las
calamidades que abruman a la masa obrera no sólo no tuvieron solución, sino que se
agudizaron. Con Gobiernos de derecha, toda la política se orienta en contra de los
productores; empeoran las condiciones de trabajo, se reducen los jornales, aumentan las
jornadas, se los persigue, etc. ¿Qué significa esta coincidencia en el fondo de los
partidos políticos, sean de derechas o sean de izquierdas? Significa que el régimen de
partidos es incapaz de organizar un sistema económico que ponga a cubierto a la masa
popular de estas angustias; que tanto unos partidos como otros están al servicio del
sistema capitalista.
Mientras la terrible crisis económica actual ha arruinado o está en camino de
arruinar a los modestos productores, y la masa obrera sufre como nunca la pesadilla del
paro, la cifra de los beneficios obtenidos por los beneficiarios del orden actual de
cosas, los dueños de la Banca, es elevadísimo.
Así la tarea urgente que tienen los productores es ésta: destruir el sistema liberal,
acabando con las pandillas políticas y los tiburones de la Banca. Pero para llevarla a
cabo se ofrecen dos caminos: el camino comunista y el camino nacionalsindicalista. No hay
más salidas. Los dos aspiran a hacer astillas este orden de cosas; los dos quieren un
orden nuevo.
Ahora bien: ¿son igualmente fecundos, eficaces, ambos?
Cada día es más patente la influencia comunista de Rusia en el seno de la masa
obrera, transportada tanto por los partidos comunistas como por los socialistas. Las
consignas de la Tercera Internacional son las que animan al movimiento marxista. Aquí, en
España, los partidarios de la orientación comunista dentro del partido socialista son
cada día más numerosos.
Pero el triunfo comunista en España, ¿beneficiaría a la clase trabajadora? Este es
el problema que tenemos que esclarecer, poniendo un especial y honrado propósito. Si el
comunismo proporciona un nivel de vida más decoroso, si satisface los ideales de una
empresa común, la elección no es dudosa. Pero el comunismo ¿es capaz de realizar estos
objetivos?
RUSIA
En Rusia, donde más lejos ha ido este ensayo comunista, salta a la vista no sólo
que ni económica ni políticamente han ganado nada los trabajadores (existe el régimen
de salario, los jornales son bajísimos, la carestía de los artículos de primera
necesidad es mayor que en ningún país de Europa, según cifras dadas por periódicos
rusos, como Pravda e Izvestia y la libertad política está de hecho
anulada), sino que, además de eso, les han arrebatado toda la dignidad como hombres y los
han convertido en una pieza fría de la máquina montada por los nuevos privilegiados: la
burocracia oficial, reclutada entre los viejos militantes comunistas. Esto, que debiera
bastar para repeler el comunismo, es poco si tenemos en cuenta que aquí el movimiento
estaría no al servicio de un interés español, sino supeditado a las necesidades de
Moscú. El triunfo del comunismo no sería el triunfo de la revolución social de España:
sería el triunfo de Rusia. Y no hay sino mirar la política turbia que hace Rusia con los
grandes estados capitalistas para deducir 'los fines que persigue al intentar provocar el
estallido revolucionario dirigido y financiado por ella. Seríamos ni más ni menos que
una colonia rusa, y es buena prueba de lo que haría con los obreros de España ver cómo
trata hoy a los dirigentes comunistas. Por sus servicios les da unos rublos; pero, en
cambio, los maneja como autómatas y los convierte en instrumentos ciegos, serviles de su
política.
Pues bien: si el comunismo acaba con muchas cosas buenas, como el sentimiento familiar
y la emoción nacional; si no dan pan ni libertad y nos pone a las órdenes de una nación
extranjera, ¿qué hacer? No vamos a resignarnos con la continuación del régimen
capitalista. Hay una cosa de toda evidencia: la crisis del sistema capitalista y sus
estragos, ni siquiera atenuados por el comunismo. ¿Qué hacer, pues? ¿Estamos en un
callejón sin salida? ¿No hay solución para el hambre de pan y justicia de las masas?
¿Tendremos que optar entre la desesperación del régimen burgués y la esclavitud de
Rusia?
LLAMAMIENTO
No. El Movimiento Nacionalsindicalista está seguro de haber encontrado una salida
justa: ni capitalista ni comunista. Frente a la economía burguesa individualista se alzó
la socialista que atribuía los beneficios de la producción al Estado, esclavizando al
individuo. Ni una ni otra han resuelto la tragedia del productor. Contra ella levantamos
la sindicalista, que no absorbe en el Estado la personalidad individual ni convierte al
trabajador en una pieza deshumanizada del mecanismo de la producción burguesa. Esta
solución nacionalsindicalista ha de producir las consecuencias más fecundas. Acabará de
una vez con los intermediarios políticos y los parásitos. Aliviará a la producción de
las cargas con que la abruma el capital financiero. Superará su anarquía, ordenándola.
Impedirá la especulación con los productos, asegurando un precio remunerador. Y, sobre
todo, asignará la plusvalía, no al capitalista, no al Estado, sino al productor
encuadrado en sus sindicatos. Y esta organización económica hará imposible el
espectáculo irritante del paro, de las casas infectas y de la miseria. ¡Trabajadores,
alerta! El comunismo y todo el movimiento internacionalista trata de especular con las
masas obreras. Con los mismos tópicos que en 1914 libertad, democracia,
progreso intentan arruinar al Estado en beneficio del que paga: Rusia. Las concentraciones
populares antifascistas son el taparrabos de los apetitos de Moscú. Ayer imponía la
consigna de clase contra clase, de lucha violenta en las calles; hay quiere meter a
la masa obrera en andanzas electorales, obligándola con los partidos burgueses de
izquierdas. Los obreros, con este cambio de táctica, no van a ganar nada; perderán,
tanto si aúpan a las izquierdas burguesas como si llevan a participar en el Gobierno a
los comunistas y socialistas. Las izquierdas burguesas, bien avenidas con el capitalismo
internacional y los marxistas al servicio de Rusia, harán la política que les ordenen
sus amos, no la que interese a los obreros españoles. Los trabajadores harán, una vez
más, de carne de cañón, y al final no hallarán ni el pan ni la libertad.
¡Trabajadores! ¡Camaradas! Se acercan momentos decisivos. Nadie puede estar cruzado
de brazos. Está pendiente la suerte de todos. 0 los trabajadores, enérgicamente,
implacablemente, terminan con el gran capitalismo financiero y se unen al Movimiento
Nacionalsindicalista para imponer el régimen de solidaridad nacional, o el
intemacionalismo nos convertirá en cipayos de cualquier gran poder extranjero.
El movimiento Nacionalsindicalista, consciente de su fuerza y de su razón, mantiene el
fuego contra todos los enemigos; contra las derechas, contra las izquierdas, contra el
comunismo, contra el capitalismo. Por la Patria, el Pan y la Justicia. Estamos seguros de
vencer. Lo exige así el interés de los productores y la conveniencia nacional.
Impondremos sin contemplaciones un orden de cosas nuevo, sin hambrientos, sin políticos
profesionales, sin caciques, sin usureros y sin especuladores.
¡Ni derechas ni izquierdas! ¡Ni comunismo ni capitalismo! Un régimen nacional. ¡El
régimen Nacionalsindicalista! ¡Arriba España!
(Arriba, núm. 20, 21 de noviembre de 1935)