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LA CONTRARREVOLUCIÓN

Todas las fracciones políticas de derecha ponen un especial empeño en destacar su carácter contrarrevolucionario. Se ha establecido un pugilato rabioso para probar cuál es más contrarrevolucionario. Las diferencias que los mantienen desunidos no llevan camino de desaparecer, a pesar de esta fundamental coincidencia. Y es lógico que así ocurra, porque de realizarse la unión, afianza o bloque en tomo de este concepto, no podrían limitarse a enlazar las fuerzas ordinariamente consideradas como de derechas, porque, si el propósito era constituir un frente único con todas las fuerzas contrarrevolucionarias, habría que unir a todos los sectores contrarrevolucionarios.

¿Y es que sólo son contrarrevolucionarios los de derechas? Los partidos de "orden", Accion Popular, Agrarios, Renovación Española, Bloque, Tradicionalistas, son contrarrevolucionarios, porque son de "orden". Es decir, porque su fundamental aspiración es conservar el orden. Y no un orden abstracto, sino el orden actual. Y las izquierdas, hasta Azaña, ¿quieren subvertir el orden actual? ¿Quieren establecer un orden nuevo, por ejemplo, en lo económico, sobre las astillas del régimen burgués? De ninguna manera. Ellos son esencialmente burgueses, partidarios de mantener el orden capitalista. Si las derechas son contrarrevolucionarias porque quieren este orden, y las izquierdas también defienden a capa y espada este orden de cosas, ¿por qué no se hacen las cosas en serio y se va a constituir un bloque contrarrevolucionario que comprendiese desde la Acción Popular, pasando por Renovación Española, hasta Azaña? Esto sería lo lógico, sería la unión de todas las fuerzas de la contrarrevolución.

Claro que por debajo de esta fraseología aparatosa hay unas razones más modestas: hay la necesidad de seguir la pugna de partidos; hay la necesidad de cultivar la clientela electoral; hay la intención de tranquilizar en sus importantes digestiones a los beneficiarios de la actual situación, caciques de la ciudad y del campo; usureros, banqueros, capitanes de industria. Hay que velar porque no se altere su vida. Se clasifica todo lo divino y lo humano y se pinta la situación como paisaje de novelas blancas. Se dice que la época de las revoluciones ha pasado; que la fuerza antinacional del marxismo ha sido vencida, etc. Se coge por los pelos cualquier incidencia internacional, se la retuerce y se sacan conclusiones disparatadas.

Los políticos contrarrevolucionarios son tan ingenuos que creen así escamotear las realidades. Es una pretensión estúpida. Porque, nos guste o no, la época es revolucionaria. La situación de España, agudamente revolucionaria. No es cuestión de voluntad. Como tampoco es cuestión de voluntad el que haga buen o mal tiempo.

Hace falta estar ciego para no ver cómo está crujiendo toda la estructura política y económica del mundo capitalista y cómo cada día se perfilan mejor las dos únicas soluciones, y soluciones revolucionarias: la dictadura del proletariado o el Estado Nacional, que ejecute justicia social y dé una tarea colectiva al pueblo. No hay otra salida, guste o no. Los parches, los remiendos, las monsergas contrarrevolucionarias no conducen sino a confesar la revolución antinacional.

(Arriba, núm. 2, 28 de marzo de 1935)


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