(Palabras
pronunciadas el 10 de febrero de 1934.)
Aquí tenemos, ya en tierra, a uno de nuestros mejores camaradas. Nos da la lección
magnífica de su silencio. Otros, cómodamente, nos aconsejarán desde sus casas ser más
animosos, más combativos, más duros en las represalias. Es muy fácil aconsejar. Pero
Matías Montero no aconsejo ni habló: se limitó a salir a la calle a cumplir con su
deber, aun sabiendo que probablemente en la calle le aguardaba la muerte. Lo sabía porque
se lo tenían anunciado. Poco antes de morir dijo: "Sé que estoy amenazado de
muerte, pero no me importa si es para bien de España y de la causa". No pasó mucho
tiempo sin que una bala le diera cabalmente en el corazón, donde se acrisolaba su amor a
España y su amor a la Falange.
¡Hermano y camarada Matías Montero y Rodríguez de Trujillo! Gracias por tu ejemplo.
Que Dios te dé su eterno descanso y a nosotros nos niegue el descanso hasta que
sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte.
Por última vez: Matías Montero y Rodríguez de Trujillo. (Todos contestan:
"¡Presente!")
¡Viva España!
(Todos contestan: "¡Viva!")
(La Nación, 10 de febrero de 1934, y F.E., núm. 7, 22 de febrero de
1934)